Reposicionamiento de CR sobre el 9-N

Estimados camaradas:

El debate en nuestro colectivo posterior al envío de los posicionamientos nos ha hecho cambiar de posición, refutando nuestros propios argumentos. No podemos más que suscribir que nuestro posicionamiento debe ser de apoyo condicional al SíSí en la «convocatoria de participación ciudadana», boicoteando las elecciones plebiscitarias y proponiendo a los camaradas de Cataluña que irrumpan en el panorama político con una declaración por la «libertad de voto» en la «convocatoria de participación ciudadana». Por lo tanto, pasamos a contraargumentarnos a nosotros mismos:

Para empezar, en nuestro razonamiento debemos partir de la necesidad de avanzar en la reconstitución ideológica del comunismo y su correlato de construcción de la vanguardia, labor que nos exige reconstituir la unidad política internacional del proletariado, comenzando necesariamente por su vanguardia, que es actualmente nuestras masas (principalmente, la vanguardia teórica, y, secundariamente, la vanguardia práctica), pues ahora mismo no podemos revolucionar a las amplias masas desde la conciencia. Así pues, debemos:


1. Desarrollar la lucha de dos líneas para deslindar campos claramente con el nacionalismo de nación opresora y con el nacionalismo de nación oprimida en el seno de la vanguardia.

2. Como labor inseparable de la anterior, educar a la vanguardia para que combata su chovinismo, en lo que tiene de progresista la consulta (mandato imperativo como aspecto principal, etc.), en el desprecio de la legalidad burguesa y en la posibilidad que podría haber tenido de provocar una ruptura revolucionaria si en otro caso en que se presente una crisis nacional en el Estado ya existiera un movimiento revolucionario de masas. Para hacerlo, es útil, entre otras, una tarea secundaria de agit-prop coordinada que funcione como mediación política para la articulación del referente de la vanguardia marxista-leninista y que la visualice, ampliando el espacio de opinión pública proclive a la Línea de Reconstitución.


Aunque nuestra lucha activa por la independencia condicional no puede influir en el resultado, dada nuestra incapacidad actual de revolucionar círculos de las amplias masas, sí podemos combatir las barreras subjetivas que impiden que la vanguardia restablezca su unidad política, que sin duda son un obstáculo para la extensión del Movimiento de Reconstitución allí donde hay movimientos nacionales de liberación fuertes (el problema es nuestra limitación interna, principalmente). En ese sentido, debemos estudiar y atender políticamente el proceso soberanista catalán y las posibles consecuencias de uno u otro posicionamiento para tomar la posición de cara a las masas (sin desentendernos de las consignas que les lanzamos, al tratarse de política a gran escala) que nos permita cumplir con la labor expuesta en los dos puntos anteriores. No podemos ahora romper la unidad jurídico-formal impuesta por la burguesía que nos divide nacionalmente en vez de unirnos, pero sí podemos combatir (lucha de dos líneas) contra la barrera subjetiva que ésta supone en el seno de la vanguardia al posicionarnos a favor de la independencia como mediación, atenuando así los recelos nacionalistas que pueda sentir la vanguardia de la nación oprimida hacia la de la nación opresora: como explica el MAI, al ver esto, la vanguardia de la nación oprimida comprobará que no tenemos ningún tipo de apego a la unidad jurídico-formal española. Y esto es así porque la independencia supondría la solución de esa relación material de imposición que es intolerable hoy para cada vez más sectores del proletariado, que es la base material de su división nacional (y en la que se basan tanto la consigna «Espanya ens roba» como las de odio contra la supuesta «avaricia catalana»), y que sirve para alimentar la reacción española y catalana. Si la existencia de esta relación material sirve para alimentar la reacción española, ¿por qué debe seguir sirviendo para alimentarla la solución de la misma relación material? En cambio, nos basábamos en el simple recuerdo melancólico (reminiscencia o atraso de la superestructura respecto a la estructura) de la burguesía sobre una relación material extinguida para deducir que la reacción española se reforzaría con la independencia de Cataluña, en vez de comprender que esa conciencia es inseparable de las relaciones materiales humanas existentes. Como dice la IV tesis sobre Feuerbach, «después de descubrir, v. gr., en la familia terrenal el secreto de la sagrada familia, hay que criticar teóricamente y revolucionar prácticamente aquélla». Siguiendo con esta argumentación, no se puede concluir inequívocamente que la solución de la relación material de opresión dejaría de alimentar a la reacción española y catalana, porque lo que haría no es cancelar la contradicción (lo que requeriría la revolución socialista), sino solucionarla en el marco democrático-burgués (lo que es posible), pero tampoco se puede deducir de esto que sí la alimentaría: hemos de estudiar concretamente lo concreto. No obstante, para nosotros lo principal es que el posicionamiento nos sirva para deslindar los campos en la lucha de dos líneas, y para ello pensamos que la valoración del escenario que abriría el triunfo de cada opción no supone el mejor argumento: argumentos más importantes son la consideración de que así demostraríamos que no sentimos apego por las fronteras estatales, la certeza de que la independencia solucionaría esa barrera intolerable que supone el mantenimiento de la unidad jurídico-formal impuesta, las condiciones de nuestro apoyo al SíSí, etc. Además, nosotros, por supuesto, tendremos en nuestro comunicado especialmente en cuenta la necesidad de combatir este argumento de apelación a las consecuencias que presentarían RC, FRPC y la asamblea de Endavant (OSAN) de Valencia.

Prosigamos. Al tomar como dogma inoperante la consigna, generalmente correcta y que seguiremos defendiendo, de «una clase, un Estado, un Partido», no nos planteábamos, como vulgares anarquistas, la mediación dialéctica necesaria para poder pasar de la unidad jurídico-formal impuesta (que genera desunión política para el proletariado) a la unidad política férrea del proletariado por encima de las fronteras nacionales, lo que también impedía que comprendiéramos que esa unidad no existe ahora mismo: esta mediación debe ser, paradójicamente para quienes no comprenden la dialéctica materialista, la separación de dicha unidad jurídico-formal impuesta, pues ésta supondría el desarrollo de la máxima libertad nacional sin ninguna contemplación al statu quo. Así pues, debemos luchar por esta concepción en el seno de la vanguardia para atenuar ese recelo nacional. No serviría para esto la reivindicación abstracta de «libertad de voto», porque no sería entendida de la misma forma por la vanguardia de las naciones oprimidas: la «libertad de voto» abre también la posibilidad del No y del SíNo, cuya victoria en el referéndum no serviría para romper esa unidad jurídico-formal. Es en ese sentido que el apoyo condicional al SíSí es la única opción radical para la vanguardia marxista-leninista para deslindar campos en la lucha de dos líneas y educar a la vanguardia en torno a la cuestión nacional catalana, dadas las previsibles (y las no tan previsibles) consecuencias de la victoria del SíSí: deslindaríamos campos con la desviación nacionalista española, que se incomoda en el tratamiento de la cuestión nacional y en ningún caso se plantea la independencia como opción, y con la desviación nacionalista catalana, que niega que quienes se organizan en el marco estatal puedan no sentir apego por las fronteras estatales. Además, dejaríamos sentado que la existencia de un movimiento revolucionario de masas haría que el problema nacional no fuera el principal en el panorama político español.

Por supuesto, lo dicho hasta ahora no es suficiente para concluir que no nos subordinamos al nacionalismo catalán de Cataluña, como tampoco nos parecía suficiente el argumento de JCA/JCZ de que negar las «naciones» que carecen de movimiento nacional como base material sea suficiente para no subordinarnos al nacionalismo pequeño-burgués, pues éste no es el caso del nacionalismo pequeño-burgués de Cataluña, que sí forma parte de un movimiento nacional. Al leer la propuesta del MAI, que define certeramente el carácter condicional del apoyo al SíSí (contra los privilegios del nacionalismo catalán, remarcando que el apoyo es temporal y relativo, y manteniendo la unidad internacional del Movimiento de Reconstitución al menos mientras el Estado burgués no se separe como condición más importante), comprendemos que podemos apoyar el SíSí rechazando su marco ideológico-político total, desarrollando la independencia ideológico-política, dejando de concebir el derecho a la autodeterminación como un principio necesariamente abstracto que nosotros no podemos concretar en una posición a favor de la separación.

Además, debemos rectificar porque abríamos la puerta a apoyar la convocatoria de elecciones plebiscitarias, pero esto no contribuiría a educar a las masas en el desprecio de la legalidad burguesa, dado que en éstas el mandato sería principalmente representativo-parlamentario, con lo que conciliaríamos con el cretinismo parlamentario. Nuestra confusión venía porque ésta es la forma que tomará el referéndum definitivo, aunque esto responde a los intereses de la gran burguesía catalana, no a una inevitabilidad. Además, no parece que la CUP, por ejemplo, vaya a participar en una lista electoral única en compañía de CiU. De hecho, ni siquiera ha llegado a ese pre-acuerdo técnico con el Gobierno de la Generalitat que anunció de forma fraudulenta Francesc Homs (el portavoz del Gobierno de CiU), y así lo desmintió la CUP, quien hace énfasis en la «desobediencia» y en la movilización en la calle, sin dejar de llamar a votar SíSí el 9-N. El MDT, por su parte, pide además al Gobierno de la Generalitat que dimita y que convoque elecciones inmediatamente, pero que no sean elecciones plebiscitarias. Lo que sí debemos mantener es el apoyo a la «convocatoria de participación ciudadana», donde el aspecto principal sería, como dice el MAI, por contraste con las elecciones plebiscitarias, el mandato imperativo y se podría votar directamente por la independencia sin intermediarios, ejerciendo la soberanía popular, subrayando que si existiera el movimiento revolucionario de masas, éste aplicaría el resultado del referéndum y boicotearía las elecciones plebiscitarias.

Por último, estando de acuerdo en que al nacionalismo de nación opresora no lo podemos combatir de igual modo que el de nación oprimida, continuamos pensando que allí donde el movimiento nacional vasco sea más fuerte que el español (o sea, en las tres provincias vascas del oeste y en el norte de Navarra, más o menos), tendríamos que hacer también énfasis en la libertad de unión. No podemos decir lo mismo de Galicia o de Valencia, por ejemplo, donde el movimiento nacional de nación oprimida es muy débil (y más en Valencia). De todas formas, pensamos que, en primer lugar, lo principal es hacerlo así en Cataluña, que es el foco. Además, si es complejo realizar una actividad complementaria, como la que propone el MAI en Cataluña (a favor de la libertad de voto), a la del resto del Estado (a favor del SíSí condicional), más aún lo sería hacer otra en el País Vasco: no tendría sentido apoyar allí la libertad de voto, entre otras cosas porque el movimiento nacional vasco no opta mayoritariamente por la independencia como reivindicación inmediata (como CiU y ERC hace algunos años); por supuesto, nuestro movimiento debería tener autonomía allí, pero la máxima distinción que podría haber respecto al resto del Estado es el hacer aún más énfasis en el carácter condicional de nuestro apoyo al SíSí. En este asunto, nos parece discutible la sentencia del MAI de que «en el caso de existir esa organización de vanguardia unitaria en todo el Estado por la que trabajamos, ésta evidentemente no podría propugnar dos posicionamientos políticos diferentes», pues pensamos que lo primordial son los principios, así que no podemos excluir esa posibilidad a priori, como si fuera una regla; en todo caso, deberíamos resolver esto en las condiciones concretas que correspondan, por las necesidades políticas que nos exigirían.

Como apuntes finales, agradecemos también al MAI su detalle sobre el acuerdo de colaboración entre CCOO y la ANC, lo que es incluso más significativo que su relación estrecha con Òmnium, al ser la ANC una asociación inequívocamente política y de carácter más pequeño-burgués que Òmnium. Desconocíamos dicho acuerdo.

¡Un saludo revolucionario!