Sobre la posición de la vanguardia marxista-leninista ante el 9-N

Antes que nada, nos gustaría felicitar a los camaradas de Revolución o Barbarie (RoB) por la celeridad con la que han establecido su posición. Ello tiene la indudable ventaja de acelerar el proceso de debate en una situación temporalmente apremiante y darnos a los demás destacamentos un punto de referencia para la discusión y el posicionamiento. No obstante, tiene también la “desventaja” para los camaradas de que, en un contexto de posicionamiento polémico, el suyo es precisamente el primer elemento de aproximación y, por tanto, un punto privilegiado para la recepción crítica. Evidentemente, nosotros situamos este debate dentro de la trinchera de la revolución y consideramos que los desacuerdos que se van a reflejar no atañen a cuestiones de principio, sino a la implementación táctica de estos en una situación política muy concreta. Por tanto, vaya por delante nuestro fraternal reconocimiento a su primera contribución que tanto ayuda a desbrozar el sano camino del debate entre comunistas.

También nos gustaría agradecer y felicitar a los camaradas de Cèl·lula Roja (CR) por su aportación a la aproximación del análisis de clase en Cataluña, que amplía nuestra visión de la situación.

Trataremos, como los camaradas de RoB, de ser lo más breves posible en aras de la fluidez del debate, pero tampoco vamos a escatimar espacio para intentar explicar adecuadamente un posicionamiento político complejo y comprometido.

En primer lugar, como bien señala RoB, desde el punto de vista de los principios generales del marxismo, hemos de situar el problema nacional como una cuestión democrática-burguesa que la revolución proletaria debe obligatoriamente atender como condición sine qua non para el desarrollo de su lucha de clase revolucionaria. Es decir, no es la tarea del proletariado desarrollar ni organizar nación alguna, sino que su interés es la atenuación al mínimo de la lucha entre naciones, de los roces y desconfianzas nacionales, como camino para allanar la unidad internacional de su lucha de clase contra el capital, en el objetivo final de la fusión y disolución de las naciones en el Comunismo, en Humanidad unificada concreta.

El método que el marxismo propone para lograr este grandioso objetivo no es otro, como heredero consecuente de la democracia revolucionaria de la época ascensional de la burguesía, que la aplicación de la democracia hasta las últimas consecuencias. Es decir, considera que el camino hacia esta fusión internacional pasa por el desarrollo de la máxima libertad nacional (lo que políticamente se concreta como inalienable derecho a la autodeterminación de las naciones —y recordemos que Lenin insistía en que la era del imperialismo hacía más urgente si cabe la necesidad de esta reivindicación, especialmente en los estados de composición nacional heterogénea—), sin consideración a las fronteras erigidas históricamente mediante el privilegio y la coacción, como mejor mecanismo de atenuación de esos roces y desconfianzas nacionales y de aceleración de esa fusión, íntimamente imbricada con la lucha internacional del proletariado.

El proletariado sólo debe tener en cuenta a las naciones, como decía Stalin, que le obligan a ello con su actuación, esto es, a las que son capaces de generar un movimiento nacional. Y es indudable que en Cataluña tenemos históricamente un movimiento de este tipo, reforzado e impulsado por el contexto de los últimos tiempos (crisis económica y política y cerrazón del nacionalismo español). Entendemos que, como señalaba Lenin, el hecho indudable de que la burguesía manipule y reconduzca hacia sus intereses las consignas y aspiraciones democráticas, no puede hacer que los comunistas renunciemos a nuestro papel como los enemigos más audaces de toda opresión, incluida por supuesto, la opresión política. Por tanto, evidentemente, entendemos, en consonancia con el marxismo, como perfectamente posible bajo el actual régimen económico capitalista el ejercicio efectivo del derecho de autodeterminación, es decir, la realización del derecho a la separación estatal de una nación oprimida.

Centrándonos en Cataluña, hemos de decir que estamos de acuerdo en general con el análisis de clase de las fuerzas políticas en esta nación, y de sus motivaciones y objetivos en el procés, que hace RoB, añadiéndole las interesantes consideraciones de CR, en especial respecto a las contradicciones en el seno de la aristocracia obrera (otro dato a añadir en este sentido, sería el acuerdo de cooperación de marzo de este año entre la Assemblea Nacional Catalana y CC.OO., todavía el mayor sindicato de Cataluña).

Nuestra impresión es que Convergencia i Unió (CiU), en tanto representante de esa ligazón entre la mediana burguesía catalana y la gran burguesía directamente vinculada con las estructuras centrales del Estado español, se estaba viendo crecientemente desbordada por el movimiento nacional de masas capitaneado por la pequeña burguesía, para incomodidad de los sectores más inmediatos al statu quo (divergencias con Unió), a la par que veía peligrar la estabilidad de su suelo social, radicado en la burguesía media, en la línea de lo que señala RoB, siendo todo ello lo que está aupando a Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) a la cúspide del proscenio político catalán. En este escenario, el referéndum, entre la espada del inmovilismo y la represión del Gobierno español y la pared del movimiento nacional de masas, podía ser el último clavo en el ataúd de Convergencia.

Un referéndum, en las condiciones de la democracia burguesa, aparece en un doble aspecto contradictorio: por un lado representa la expresión directa de la voluntad de las masas respecto a un asunto concreto, en el que prima el aspecto de mandato imperativo de la soberanía popular (de ahí que un referéndum no pueda ser asimilado simple y sumariamente con el cretinismo parlamentario, como puerilmente ha hecho Reconstrucción Comunista–RC), pero, por otro, en virtud de su encaje en los mecanismos representativos del parlamentarismo, emplaza la ejecución de ese mandato directo a los representantes, instituidos de plenas prerrogativas.

Evidentemente, el primer aspecto dificultaba las aspiraciones negociadoras y pactistas de CiU, por lo que ha intentado desde el principio rebajar su perfil. La última prohibición por el Estado central ha sido un salvavidas al que inteligentemente Mas se ha aferrado para acabar de vaciar de contenido la consulta y tratar de reconducir el movimiento nacional, desplazando el centro de gravedad de su aspecto imperativo al de mercadeo parlamentario. Queda así reducida a “acumulación de fuerzas” de cara a unas posibles “elecciones plebiscitarias”. Al parecer, por las reacciones que hemos visto en estos días, la pequeña burguesía independentista está entrando por el aro (ERC parece que va a seguir la “hoja de ruta”, pues el escenario electoral le puede favorecer si lo plantea adecuadamente, y la Candidatura d’Unitat Popular incluso ha llegado ya a un “acuerdo técnico” con la Generalitat para favorecer la consulta tal y como está planteada). Así, además del vaciado de contenido señalado, Mas ha obtenido la posibilidad de parapetar a una CiU a la baja en medio de un virtual frente catalanista de cara a esas posibles elecciones, ganando margen de maniobra.

Entendemos que, a pesar del nuevo “descafeinamiento”, esta división del procés en consulta y elecciones separa claramente los dos aspectos contradictorios que conforman un referéndum (el democrático-imperativo y el parlamentario). Creemos que en el caso de existir un movimiento revolucionario práctico con capacidad de acción, su actuación debería ser apoyar la consulta, exigiendo y tomando acciones encaminadas a que su resultado fuera ejecutado inmediatamente por las masas, rompiendo la legalidad, y, por supuesto y en consecuencia, boicotear las elecciones. De este modo, siguiendo las indicaciones de Lenin, una crisis política que estallara por cualquier motivo, tipo caso Dreyfus, podría ser aprovechada para la extensión del movimiento revolucionario, y en un escenario como éste la iniciativa proletaria podría arrastrar tras de sí a sectores amplios de la pequeña burguesía.

Desgraciadamente, ese movimiento y las condiciones que implica no existen y nada de esto va a suceder el 9-N. Pero no obstante, entendemos que, enmarcado en el proceso de reconstitución, nuestra obligación es educar a nuestras masas con el desprecio de la legalidad y la posibilidad de ruptura revolucionaria que abren las crisis políticas, señalando las condiciones previas que hay que conquistar para que ello sea factible. De ahí se desprende la que creemos que sería la postura que deberíamos tomar los comunistas ante el nuevo 9-N: apoyarlo como expresión de la voluntad del pueblo catalán a la vez que se llama al boicot de las futuras elecciones anticipadas (así le damos la vuelta a nuestro favor a la maniobra de Mas y nos mantenemos en nuestro apoyo inequívoco del ejercicio de autodeterminación, esquivando el peligro de llevar este apoyo hasta la charca del cretinismo parlamentario). Usaríamos así la jornada como denuncia general de la inconsistencia y falsedad del patriotismo de la burguesía y, más importante, ya que se enmarca en nuestra lucha inmediata en la vanguardia, demostramos nuevamente, exponiendo cuál debería ser una actitud consecuentemente revolucionaria, la inconsistencia actual del viejo paradigma espontaneísta y la pantomima que es el “trabajo cotidiano de masas a pie de calle” revisionista, incapaz de “acumular” ninguna fuerza que pueda ser utilizada para aprovechar ocasiones tan propicias, incluso desde la vieja concepción de la revolución (del “desbordamiento espontáneo”), como éstas.

Pero continuemos con las premisas de cuál creemos que debería ser el posicionamiento concreto. Una breve alusión necesaria al contexto histórico concreto en el que nos movemos. El fin del Ciclo de Octubre ha supuesto la pérdida de referencia social del único programa emancipador universalista e internacionalista consecuente, aflorando con fuerza renovadas todas las tendencias políticas al exclusivismo que el proceso de reproducción capitalista genera, manifestándose de forma diversa en las distintas partes del globo en relación con las condiciones históricas concretas de cada lugar. En la vieja Europa en general, y en el Estado español en particular, por gracia de ese pasado histórico, se ha manifestado como un auge de los nacionalismos de todo tipo, cuya confrontación ha sido uno de los principales puntos de tensión en la historia política de los más de 30 años de parlamentarismo que hemos padecido desde 1977. No en vano, el principal vector de la crisis política española abierta por el crash económico ha estallado por ese flanco, retomando Cataluña su protagonismo histórico tradicional en esta cuestión.

Este contexto ha influido, como no podía ser de otra manera, en una vanguardia proletaria desnortada, reflejándose en el auge de las concepciones nacionalistas de todo tipo en su seno durante este periodo (desde el predominio del exclusivismo independentista en la periferia al repugnante chovinismo de “nación elegida”, por usar la expresión de Marx, en el centro, con su consiguiente minimización y desdén hacia el problema de la opresión política nacional). Es éste un primer condicionante, que nos impone la situación concreta, que hay que valorar a la hora de tomar posición: que el comunismo revolucionario está a la defensiva, en una situación de debilidad y hegemonía del nacionalismo prácticamente inaudita.

Un segundo condicionante, que entendemos afecta especialmente a nuestro destacamento y que no podemos pasar por alto, se relaciona con ese imperativo fundamental que Lenin imponía a la hora de establecer la táctica concreta del proletariado consciente hacia los movimientos de la nación oprimida. Se trata de la separación, dialéctica y complementaria, entre las tareas de la vanguardia proletaria de la nación opresora y las de la oprimida respecto a la educación internacionalista de la clase obrera, siendo el eje de actividad principal de la primera en este campo “la prédica y defensa de la libertad de separación de los países oprimidos”. Sobre la necesidad y posibilidad del trabajo complementario desde la vanguardia proletaria de la nación oprimida, centrada en la propaganda acerca de la unidad voluntaria de las naciones, hablaremos al final, una vez hayamos dejado clara nuestra posición y las razones que nos llevan a ella. Pero en este sentido, al MAI se le tiende a identificar dentro del movimiento, con más o menos razón, como un destacamento radicado principalmente en la nación castellano-española. A pesar de nuestra posición y vocación internacionalista, esta percepción, en la línea que señalaba Lenin, no puede por menos que ser tenida en cuenta de cara a nuestro posicionamiento político como destacamento en este asunto específico.

Desde estos condicionantes entendemos que hay que valorar la premisa que Lenin señalaba a la hora de adoptar la actitud concreta del comunismo hacia el movimiento burgués de liberación de la nación oprimida, que era establecer la correlación de fuerzas entre éste y el movimiento proletario de liberación en la nación opresora. Nos encontramos en una situación en la que el primero es muy potente y el segundo inexistente en la práctica, ya que aún está dando los primeros pasos de su reconstitución. Por tanto, no tenemos ninguna fuerza material, ningún movimiento social revolucionario efectivo (en el conjunto del Estado, pero tampoco en Cataluña), que ofrecer hoy día al proletariado catalán como contraposición al movimiento que dirige la burguesía nacional y que parece ganar posiciones entre la clase obrera catalana (como muestra el análisis que nos ofrece CR).

Nuestro objetivo, como no puede ser de otra manera, es el desarrollo revolucionario de nuestra clase, lo que, en primera instancia, se concreta como impulso del movimiento de vanguardia por la reconstitución del comunismo, y, en el campo particular del problema nacional, como trabajo en pos de la unidad internacional del proletariado.

Pero, evidentemente, este trabajo se desarrolla en unas condiciones políticas concretas, que deben ser tomadas en cuenta para que la labor sea realmente efectiva. Ya hemos señalado algunas, tanto subjetivas (la percepción entre la vanguardia respecto al centro de gravedad de nuestro destacamento en cuanto a su ubicación nacional), como objetivas (situación defensiva del comunismo y auge del nacionalismo en el contexto de fin de Ciclo y, relacionado, inexistencia de un movimiento de masas proletario revolucionario), pero creemos que conviene insistir en alguna de las ya esbozadas:

En primer lugar, que la crisis política del Estado español tiene como eje la cuestión nacional, centrada en Cataluña, lo que en este contexto falto de referencia internacionalista sólo puede avivar el enconamiento, la desconfianza y la brecha nacional en el seno de nuestra clase.

En segundo lugar, creemos, que, al igual que sucedía en la Inglaterra de tiempos de Marx (por cierto, no está de más recordar la recomendación de Lenin de estudiar la posición de Marx respecto a Irlanda y usarla como modelo del proletariado de los países avanzados en los que existe opresión nacional) y en la Rusia zarista, el sojuzgamiento de las naciones es uno de los principales alimentos y puntos de apoyo de la reacción española. Y aquí es claro cómo el PP ha usado tradicionalmente el conflicto vasco, y ahora Cataluña, para relegitimar el más rancio nacionalismo español y que la propaganda sistemática de la represión del Movimiento de Liberación Nacional Vasco (beneficiada por la cada vez mayor deriva exclusivista de éste) ha sido uno de los principales instrumentos de embrutecimiento político de las masas españolas en las últimas décadas.

Finalmente, cabe reiterarlo, la vanguardia proletaria está dominada por el revisionismo y el nacionalismo en sus distintas y más o menos sutiles manifestaciones, no existiendo un movimiento internacional del proletariado efectivo en el estado. Por tanto, entendemos, a diferencia de los camaradas de RoB, que no nos puede mover en el momento actual el temor a romper una unidad internacional del proletariado, más bien abstracta y que en la práctica, en los hechos materiales concretos, no existe[1]. Se trata, en consecuencia, y partiendo de la realidad efectiva concreta, tanto en su aspecto objetivo como subjetivo, de qué podemos hacer para reconstruirla, para limar los roces y las desconfianzas nacionales entre obreros en las condiciones dadas.

Estamos totalmente de acuerdo con las primeras proposiciones de RoB, sobre el error que supondría, primero, oponerse directa o indirectamente a la consulta, como expresión del ejercicio del derecho de autodeterminación del pueblo catalán (como han hecho algunas organizaciones revisionistas, y muy señalada y groseramente RC); segundo, apoyarla pero llamar al NO, pues, como bien dicen los camaradas, tácticamente facilitaría nuestra identificación con el españolismo; y tercero, abogar por el SÍ-NO, absurdez que supondría una apuesta timorata, temerosa de la ruptura radical del statu quo político, reformista en definitiva, y que nos identificaría con el federalismo, lo que desde el punto de vista de los principios (y, por tanto, de la lucha por la reconstitución ideológica) no tendría ningún sentido.

Por nuestra parte, estos nos parecen unos puntos mínimos sobre los que ya podemos establecer un acuerdo, y que no se deben subestimar como paso hacia la cohesión política de nuestro Movimiento y espacio ideológico.

Sin embargo, no estamos de acuerdo con el rechazo de la apuesta por el SÍ-SÍ.

En primer lugar, por lo que señalábamos un poco más arriba, de la inexistencia de un movimiento proletario en el conjunto del estado que pueda estrechar la mano del proletariado catalán, es decir, insistimos, no hay unidad proletaria real que romper, más que la jurídica-formal impuesta por el Estado español y que, parece claro, cada día es precisamente más un elemento de distanciamiento nacional en el seno de nuestra clase (lo que enlaza con nuestra discrepancia al rechazo, entendemos que abstracto-formalista, de la posible mayor “compartimentación” estatal sin atender al resto de circunstancias que la rodean, especialmente al grado de desarrollo ideológico-político de nuestra clase y su vanguardia).

En segundo lugar, por la necesidad de atenuación del problema nacional que el proletariado necesita en general para su desarrollo revolucionario, y en particular en las condiciones histórico-políticas concretas que hoy atraviesa el Estado español. A falta de un movimiento revolucionario proletario que pueda superar la problemática democrático-burguesa nacional, subordinándola a un programa de revolución socialista efectiva, nos parece que la separación estatal es una vía razonable para la solución de la cuestión nacional, tal vez la única factible desde un punto de vista radical en las condiciones actuales.

Y decimos radical, pues entendemos, en tercer lugar, que ello abriría un posible escenario de socavamiento de la hegemonía de la reacción española, que es la que habría “perdido” Cataluña durante su gestión, y, en cuarto lugar, agudizaría probablemente las contradicciones en el seno del bloque imperialista europeo, entre, por un lado, la España irredentista y, por otro, el resto de potencias imperialistas (Alemania, Francia, etc.), menos afectadas y más pragmáticas ante este escenario, en su afán de mantener la cuota de mercado y las posibilidades de exportación de capital y explotación de la fuerza de trabajo catalana, lo que contribuiría a una mayor paralización de la Unión Europea (algo que sería agradecido en lugares como Donetsk o Damasco). Aunque no nos gusta extendernos sobre escenarios virtuales, que dependen de multitud de factores y cálculos, muchos de los cuales se nos escapan desde nuestra posición actual, son posibilidades que hay que tener en cuenta para, además de no olvidar la perspectiva mundial a que obligan las condiciones del imperialismo y el internacionalismo proletario, valorar las implicaciones de tal o cual posicionamiento (y recordemos cómo Marx, materialista donde los hubiera, barajaba este tipo de posibilidades al apoyar el movimiento aristocrático de liberación de Polonia, como golpe al baluarte de la reacción europea, el zarismo).

Por estos motivos nos inclinamos por la opción de un apoyo condicional (esto es fundamental y lo abordaremos más abajo) al SÍ-SÍ, porque creemos que se atiene al principio internacionalista de apoyar lo que de progresivo tiene todo movimiento de liberación nacional en su faceta de lucha general contra la opresión (autodeterminación, soberanía del pueblo y mayor implicación de las masas en la resolución de los problemas públicos) y porque, en las condiciones reales concretas dadas, supone la única solución democrática radical (que vaya a la raíz) posible en los momentos actuales al problema nacional, sin ningún tipo de contemplación hacia el estado de cosas político establecido.

Y también, y esto es lo fundamental, porque entendemos que es lo que más impulsaría el desarrollo revolucionario del proletariado en el Estado español. Desde el punto de vista del horizonte inmediato de desenvolvimiento de la vanguardia[2], que es la más inmediata concreción de este desarrollo general de la clase, demostraríamos que el núcleo y germen del futuro movimiento comunista de masas, el Movimiento por la Reconstitución, no guarda ningún tipo de cuidado y apego hacia las formas y fronteras establecidas por la opresión, deslegitimando, y éste no es un argumento baladí, los ataques de los nacionalistas “periféricos”, disfrazados de “comunistas”, que cuestionan la necesidad de una organización mancomunada, unitaria, del proletariado internacional del Estado español para afrontar la alianza conjunta, también internacional, de las clases poseedoras del Estado, tachándola de “españolismo disfrazado”. Con esta posición también nos distanciaríamos claramente del rancio revisionismo centralista-españolista, minimizador de la problemática nacional que, cuando no la desprecia, muestra una evidente y sonrojante incomodidad al abordar la cuestión. Así pues, desde el punto de vista de la lucha de dos líneas en el seno de la vanguardia deslindaríamos campos con los diferentes tipos principales de desviaciones nacionalistas en el seno del movimiento comunista.

Desde el punto de vista de las masas, este posicionamiento nos obligaría a realizar una labor agitativa y propagandística en el seno del proletariado español, que entendemos íntimamente ligada con el proceso de articulación político-organizativa de ese referente de vanguardia anti-revisionista que hemos propuesto, en torno al derecho en general de las naciones a la autodeterminación y en particular al derecho de la nación catalana a su libertad nacional, contribuyendo en la medida de nuestras fuerzas a reforzar su educación democrática e internacionalista. Además, como decimos, mostraríamos al pueblo y al proletariado catalanes cero absoluto de chovinismo y de complacencia con un statu quo erigido a costa de sus derechos nacionales. Con esta doble labor complementaria estaríamos contribuyendo al reforzamiento de la unidad internacional del proletariado, de forma mucho más real, efectiva y revolucionaria que con la preocupación por el mantenimiento de una unidad territorial que hoy día resulta intolerable para una masa significativamente creciente del pueblo catalán.

A este respecto, adoptando un punto de vista mucho más pragmático, hay que decir que nuestra capacidad para influir prácticamente en el desenvolvimiento real del proceso que vive el Estado español y en su posible desenlace, como podría ser una ruptura y separación estatal de Cataluña, es nula. Donde tenemos capacidad de actuación efectiva es directamente en el seno de la vanguardia proletaria e indirectamente entre nuestra clase, y aquí el valor histórico de un posicionamiento como éste que defendemos podría ser enorme de desarrollarse, como esperamos, el Movimiento por la Reconstitución (nos referimos, claro está, a la cuestión vital de la naturaleza de la organización revolucionaria y al reforzamiento y legitimación de la política de unidad internacional del proletariado desde, en primera instancia, el marco de actuación estatal[3]), y puede ser una base excelente para la reconstrucción de la unidad y confianza internacionales entre los obreros españoles y catalanes (y también de otras naciones oprimidas), empezando por sus elementos de avanzada. Y ése es el aspecto de la cuestión que más debe preocuparnos y motivarnos.

Por supuesto, hemos de referirnos al punto absolutamente clave del apoyo condicionado al movimiento nacional democrático-burgués, pues precisamente en ello reside el rasgo que garantiza la independencia política del proletariado en esta cuestión. Por supuesto, la primera condición, de carácter declarativo y que conviene hacer expresa, se refiere a la exigencia de no discriminación hacia la lengua castellana y los castellano-parlantes en un virtual Estado catalán independiente, en la línea leninista de tolerancia cero con los privilegios de la nación opresora, pero también con el afán de privilegios del nacionalismo de la nación oprimida. En segundo lugar, se debe hacer constar que este apoyo no es absoluto ni intemporal, sino que se refiere sólo a las actuales circunstancias, pudiendo cambiar el posicionamiento tan pronto como se alteraran éstas, como, por ejemplo, con la deseable constitución de un movimiento de masas proletario revolucionario en el conjunto del Estado que pueda superar y subsumir la actual primacía de la cuestión nacional en el escenario político del país. En tercer y último lugar, y la más importante, sentar que, al menos mientras se mantenga la unidad del Estado en su actual extensión, la lucha por la Reconstitución de un movimiento proletario revolucionario, forma actual del comunismo revolucionario, mantendrá su unidad internacional, esforzándose por mancomunar el combate de los obreros de avanzada tanto en España como en Cataluña y en el resto de las naciones oprimidas.

De este modo, entendemos que negamos al conjunto de la clase dominante y evitamos el seguidismo en la pugna interburguesa, pues, por un lado, con el apoyo, audaz pero condicional, al SÍ-SÍ nos oponemos al Estado y a la reacción españolista, apoyando la legítima aspiración a la autodeterminación nacional de Cataluña y la solución más consecuente del problema nacional en las actuales circunstancias, y, por otro, negamos a la burguesía nacional catalana con nuestra negativa a subordinarnos a su marco ideológico-político nacionalista, estableciendo que la actuación práctica del proletariado consciente se realiza superando el estrecho molde nacional. Nótese, además, que este segundo es el punto en el que más capacidad de resonancia práctica inmediata tenemos, pues las posibilidades de desarrollo de la Reconstitución en Cataluña parecen crecientemente prometedoras y el estrechamiento de su relación con el conjunto del Movimiento muy posible, deseable y necesario en el marco del proceso de cohesión y articulación del referente de vanguardia en el que estamos embarcados. Por lo tanto, esta condición, la más importante, sería la menos declarativa y la que tendría una mayor incidencia efectiva inmediata.

En relación a ello, como indicábamos más arriba, hay que considerar la necesidad y posibilidad, en la idea leninista, del posicionamiento diferenciado, pero complementario[4], entre la vanguardia radicada en la nación opresora y la que actúa en la nación oprimida. Decíamos que nuestra toma de postura, para ser correcta, no podía por menos que estar políticamente condicionada por la percepción entre la vanguardia respecto al predominio de nuestra ubicación en la nación española. Sin embargo, para que el posicionamiento del conjunto del Movimiento por la Reconstitución sea completo, se “redondee”, entendemos que habría que tener en cuenta la posibilidad de elaborar una declaración suplementaria e independiente, pero indudablemente comprometida con la Línea de Reconstitución, emitida desde la nación oprimida, desde Cataluña (y nos referimos específicamente al Principado), y que ponga el acento en el otro aspecto de la contradicción, en la posibilidad de la unión voluntaria entre las naciones y en la necesidad de la unidad internacionalista del proletariado. Sabemos, y nos consta que otros camaradas comprometidos con la Reconstitución y el proyecto de construcción del referente también están enterados, que en los últimos tiempos se está dando, paralelamente al nada desdeñable crecimiento de nuestro espacio en el conjunto del Estado, un proceso de encuentro y agrupación entre militantes y simpatizantes de la Reconstitución en Cataluña. Creemos que una forma ideal, además de muy congruente con la naturaleza de la base primera que hemos acordado para empezar a levantar el referente de vanguardia (reconstitución ideológica en torno a la cuestión nacional), de presentarse en la palestra pública por parte de esos camaradas sería con un posicionamiento internacionalista del tipo que sugerimos ahora. Claro está, en el caso de existir esa organización de vanguardia unitaria en todo el Estado por la que trabajamos, ésta evidentemente no podría propugnar dos posicionamientos políticos diferentes, aunque, de acuerdo con el centralismo democrático, sí debería permitir una autonomía táctica para sus representantes en la nación oprimida (no se puede combatir de igual modo el nacionalismo de la nación opresora que el de la oprimida). No obstante, dado que ésta aún no existe, creemos que hemos de ser tácticamente inteligentes y aprovechar a nuestro favor en este asunto concreto el estadio inmaduro de desarrollo organizativo de nuestro Movimiento y su pluralidad en ese ámbito. Por tanto, entendemos que aquí sí hay margen para un posicionamiento en la línea que sugieren los camaradas de RoB, que apoye indudablemente el ejercicio de autodeterminación, pero que mantenga las distancias respecto a su solución independentista. Se trata de aprovechar nuestro todavía escaso grado de desarrollo organizativo para ser lo más flexibles posibles como movimiento sin traicionar el espíritu del marxismo y el internacionalismo.

Con esto, “cerraríamos el círculo” de un posicionamiento internacionalista sólido por parte de nuestro Movimiento como conjunto, además de dar otro paso, a añadir al compromiso respecto al referente y a este mismo debate, de cara a la compactación y articulación política de nuestro espacio ideológico.

De todo ello se desprende, en primer lugar, que entendemos que la única diferenciación de tareas coherente con el marxismo en este asunto específico sólo puede darse entre los diferentes destacamentos o círculos atendiendo a su ubicación nacional. En segundo lugar, esta posición implica que un comunicado conjunto, en el caso de llegarse a acuerdo, independientemente de la ubicación nacional de los diferentes destacamentos, no sería conveniente. En su lugar, una suma de posicionamientos independientes, lo más cercanos posibles en sus bases y premisas ideológico-políticas pero variados en cuanto a su origen organizativo y su ubicación nacional, entendemos que se correlacionaría mejor con el estado real de nuestro Movimiento en la actualidad, compacto en lo ideológico, pero aún plural en lo político-organizativo (precisamente este debate en pos de la cohesión política, señala bien cuál es la mediación coherente entre la unidad ideológica y la organizativa).

Finalmente, creemos que sería conveniente poner en marcha una campaña agitativa coordinada en torno a la fecha de la consulta. Esta campaña podría ser el punto de arranque de la labor propagandística que, en estrecha relación con el trabajo de lucha de dos líneas y Balance que nuclea el proyecto de formación del referente, debemos realizar de cara a reflejar este trabajo de vanguardia en el asentamiento de un espacio de “opinión pública” más amplio, cumpliendo con nuestro compromiso de educación internacionalista de las masas y empezando a sentar algunas bases para la ampliación y desarrollo de nuestro Movimiento a largo plazo, en la línea de lo que plantea la Nueva Orientación. Creemos que una forma sencilla de empezar a poner en marcha esta tarea podría ser una campaña de pintadas coordinada, cuyo contenido tomara como modelo en la nación opresora una consigna del estilo “¡sin autodeterminación no hay democracia!”, y en la nación oprimida una tipo “proletaris de tots els països uniu-vos!” (el contenido concreto de las consignas es secundario siempre que refleje esa necesaria división del trabajo internacionalista entre la nación opresora y oprimida).

Recapitulando, nuestra inclinación por el apoyo a la independencia de Cataluña es circunstancial y condicionada, no programática, responde, como toma de postura ante un acontecimiento específico, a un contexto muy concreto (necesidad de solución del problema nacional, no existencia de movimiento proletario revolucionario y sí de potentes movimientos nacionales democrático-burgueses de masas que apuntan a su solución de raíz), y se hace con la motivación de impulsar el desarrollo revolucionario de nuestra clase (la solución inmediata del problema nacional eliminaría elementos fundamentales que la burguesía utiliza para desviar la lucha de clases y, en cualquier caso, un posicionamiento condicionado como el que defendemos es el mejor atenuante del legítimo odio nacional de la nación oprimida y un revulsivo a la complacencia con los privilegios nacionales, y al decir de Lenin, “con cosas peores que los privilegios”, en la que constantemente se educa a las masas españolas por parte de la burguesía y el revisionismo), aunque sin perder de vista la posibilidad de agravar la crisis política del Estado español y las contradicciones internas del imperialismo europeo.