A propósito del Día da Clase Obreira Galega*


No podemos decir que estemos en un período de calma de la lucha de clases en el Estado español, y el pasado año 2017 estuvo repleto de acontecimientos que lo prueban. Sin duda, el principal de ellos fue lo sucedido en torno a la cuestión nacional catalana, que, si algo nos dejó, fueron las enseñanzas que los comunistas podemos extraer de ella. Alrededor del 1-O y los días que le siguieron acudimos a una impresionante movilización de masas que no se veía en el Estado español desde hacía décadas, y que alcanzó tal grado que el chovinismo español recordará durante algunas más la derrota política que sufrió su querido Estado. Sin embargo, parece que el grueso del Movimiento Comunista (MC), lejos de pretender extraer esas lecciones que mencionábamos de este movimiento espontáneo de masas, está más predispuesto a posicionarse en uno u otro lado de la otra cara de la moneda: la de la burguesía. Vimos cómo lo ocurrido en esos intensos días sirvió para destapar ─si es que quedaba alguna duda─ a más de una organización en el seno del MC que no tuvo reparos en posicionarse con el chovinismo español de gran nación, oponiéndose abiertamente a la ejecución de la democracia, esto es, a la realización del derecho de la nación oprimida a la separación y a dotarse de un Estado propio. Pero al resto del revisionismo tampoco le importó demasiado situarse como defensores de esa otra burguesía menos reaccionaria, de los dirigentes pequeñoburgueses del movimiento catalán (que, curiosamente y como se vio más tarde, acabaron claudicando ante el cretinismo parlamentario. ¡Qué se le va a hacer, otra vez será!, exclamarán todos ellos). Por eso, ante el nacionalismo pequeñoburgués de nación oprimida y beligerantes contra toda concesión al chovinismo de gran nación, éste ya sin ningún tipo de traza democrática y abiertamente reaccionario y embrutecedor, los comunistas proponemos el internacionalismo proletario: contra la consigna nacionalista de independencia y socialismo, el proletariado revolucionario no puede hacer otra cosa que defender la consigna comunismo y autodeterminación.

Además de esto, a (casi) nadie se le olvidó el otro gran acontecimiento de este pasado año: el centenario de la Gran Revolución Socialista de Octubre. A los marxistas-leninistas no sólo nos ha servido como una fecha más para celebrar, sino que la aprovechamos para extraer lecciones de eso que conmemoramos: la irrupción del sujeto revolucionario en la historia. Pero, como no podía ser de otro modo, para el revisionismo y para la burguesía en general, Octubre fue algo muy distinto. Estos oportunistas no ven (o mejor dicho, no quieren ver, ocultan) lo que permitió que la Revolución de Octubre fuese lo que fue: las largas décadas de lucha ideológica que guiaron a constitución del Partido Bolchevique. Es normal, por tanto, que los que cierran los ojos ante lo que precedió a la Revolución de Octubre no los abran tampoco ante lo que debe preceder al comienzo del próximo Ciclo de la Revolución Proletaria Mundial. Tenemos, así, a la práctica totalidad del MC esperando a que las masas se levanten espontáneamente y rompan con todo lo establecido de una vez por sí mismas, sin comprender que si fue posible que el proletariado ruso de 1917 iniciase la senda del socialismo fue gracias a la acción del Partido Bolchevique. Mientras el revisionismo espera a que un día de estos llegue la Revolución, se ocupa en pedirle al Estado más reformas, mejor vida para los obreros, es decir, en reproducir las condiciones del proletariado en cuanto que proletariado, en llevar a cabo una práctica sindicalista. Los comunistas revolucionarios, en cambio, sabemos que, siguiendo la experiencia de Lenin y la Revolución de Octubre, la conciencia de clase revolucionaria se introduce desde fuera del movimiento espontáneo de masas, desde la fusión de ese movimiento con su vanguardia una vez que ésta reconstituye la ideología proletaria. El sindicalismo fue un momento necesario en el desarrollo del proletariado como clase, pero éste queda obsoleto cuando aparece en la historia la forma superior de organización proletaria, el Partido Comunista.

Entre esta incapacidad del revisionismo para aprender de las experiencias revolucionarias del pasado y, en consecuencia, para saber abordar los problemas del presente de cara a articular un plan de futuro, es donde se encuentra el marxismo de nuestro días. ¿Y qué mejor día que hoy, el Día da Clase Obreira Galega, 46 años después del asesinato de Amador y Daniel a manos de la policía franquista, para confrontar con la vanguardia gallega y del resto del Estado acerca de cuáles son esos problemas que hoy nos ocupan a los comunistas? Si el Partido de Lenin fue capaz de iniciar esa Revolución que dio comienzo al Ciclo de Octubre fue porque la vanguardia proletaria había asimilado para sí toda la experiencia revolucionaria anterior a ella. Y es por ahí por donde debemos comenzar: por el Balance del Ciclo de Octubre, pues el marxismo no es otra cosa que la síntesis de la más elevada práctica revolucionaria alcanzada por la humanidad. Precisamos, pues, de la reconstitución de la ideología proletaria, de la depuración de los elementos tácticos que, durante el Ciclo, pasaron a formar parte del cuerpo ideológico del marxismo convirtiéndose, muchas veces, en supuestos principios del mismo, y que hoy el revisionismo defiende a capa y espada. Este ejercicio colectivo de Balance en lucha de dos líneas contra el revisionismo es ya el motor de articulación político-organizativa de un movimiento de vanguardia marxista-leninista existente, y continúa siendo la tarea más inmediata y urgente para los comunistas.


¡Viva el internacionalismo proletario!

¡Por la reconstitución ideológica y política del comunismo!







Notas: