Poema recitado en honor a la Gran Revolución Socialista de Octubre


Desde la borda de un gran barco te vemos, viejo mundo,
muriendo solemne y callado.
No volverás a alzar tu mano
y tu luz al fin se apagará.

Y cuando yazcas bajo el sol que ahora se pone
no traerás al mar la oscuridad.
No traerás un viento de ojos tristes
ni una idea carcomida por la sal.

Abriremos como brazos palabras con luz propia
cansados a este punto de soles inhumanos,
del fracaso que hiriente nos corta las manos,
construyendo a un mismo tiempo la noche y nuestro mar.

E iremos a matarte mañana a mediodía.
Iremos a matarte en el sueño de un niño.
Iremos mañana, con hoces y martillos,
a fundar con un disparo un nuevo mundo que abrazar.

Solías ser la máquina,
la herida y el cuchillo.
Solíamos ser nosotros
el muerto o el herido.

Solías ser el ancla
que nos prohíbe el mar.
Mañana serás nada,
o una nada de cadenas
sin nada que amarrar,

Dejaremos nuestra huella como un fuego sobre el trigo,
como un sello redimido de lo que ayer lloramos,
sabiendo que un minuto sin sufrimiento humano
habrá entonces valido todo lo anterior.

Todo el hierro. Todo el ruido.
Todos los cuerpos vacíos.
Todo el peso de la historia
en el trabajo de los siglos.

Y si ayer, mirando al cielo, esperamos un sentido,
hoy con nuestras manos lo debemos componer.

No quiero cuatro paredes de cáncer.
No quiero raíces muertas en mi casa.
Quiero sangre libre, quiero aire,
que roja y vital se arrastra;

hasta el cielo, transformando,
teñido con nuestros caídos,
haremos de este barco
todo un nuevo amanecer.