"La deducción que resulta de todas estas observaciones críticas de Marx es clara: la clase obrera es la que menos puede hacer un fetiche del problema nacional, porque el desarrollo del capitalismo no despierta necesariamente a todas las naciones a una vida independiente. Pero, una vez surgidos los movimientos nacionales de masas, desentenderse de ellos, negarse a apoyar lo que hay en ellos de progresivo significa caer, en realidad, bajo la influencia de prejuicios nacionalistas, es decir, considerar a ‘su propia’ nación como ‘nación ejemplar’ (o, añadiremos nosotros, como nación dotada del privilegio exclusivo de organizarse en Estado)."
Lenin
Antes que nada, saludar el reposicionamiento de los camaradas de Cèl·lula Roja (CR) y Nueva Praxis (NP), así como la nueva respuesta de los camaradas de Revolución o Barbarie (RoB), pues sus reacciones y críticas nos permiten afinar mejor nuestros argumentos y darnos cuenta de ciertas deficiencias en los mismos, y son una muestra de la potencia del principio de la lucha de líneas como motor de desarrollo de las concepciones proletarias.
Hemos de decir que ya habíamos empezado a elaborar una respuesta en los días anteriores, pero estos cambios de posición y la nueva respuesta dejan sin efecto gran parte de la argumentación que estábamos confeccionando, y nos obligan a una nueva elaboración. A pesar de la postura a contrapié en que nos encuentran estos nuevos reposicionamientos y respuestas, y de lo apremiante del tiempo, hemos considerado necesario esforzarnos por fundamentar lo más claramente posible la postura que defendemos, no sólo por coherencia, sino por el deber añadido de aportar modestamente los mejores argumentos de los que somos capaces. Especialmente ahora que parece que la mayor parte de los destacamentos se inclinan por la posición que hemos sostenido, junto a los camaradas de la Juventud Comunista de Almería/Juventud Comunista de Zamora, debido a la perspectiva de tener que defenderla públicamente en el futuro inmediato ante las seguras tergiversaciones y maledicencias a que nos acostumbra el revisionismo. Asimismo, a la hora de sopesar la contradicción entre el apremiante calendario político que nos impone la hegemonía burguesa en la lucha de clases y la necesidad de desarrollo de la vanguardia proletaria desde la lucha de dos líneas, hemos optado por la segunda, lo que creemos que es, además, otra muestra de independencia política de la vanguardia proletaria.
Confiamos en que los camaradas de RoB comprendan estas razones y ello les lleve a ser indulgentes con la extensión del presente documento. Del mismo modo, nosotros comprendemos que su desvelo por agilizar el debate les ha llevado a exponer tal vez demasiado sintéticamente sus argumentos, pudiendo haber llegado a extralimitarnos en alguna de las conclusiones que hemos extraído, y que, por supuesto, de ser erróneas, rectificaríamos. No obstante, más allá de los errores que podamos haber cometido, hemos intentado ser consecuentes con la ineluctable lógica del marxismo a la hora de construir nuestra argumentación.
Queremos, asimismo, expresar un abierto reconocimiento a los camaradas de RoB por la defensa de su posición y su contribución al desarrollo de la lucha de líneas. Aunque, evidentemente, existe un desacuerdo táctico entre nosotros en este asunto, que, como se verá, entendemos que tiene raíces de más fondo, consideramos a RoB como comunistas revolucionarios consecuentes, a los que, tal vez, su conocimiento del nacionalismo periférico y su legítima y encomiable oposición al mismo, les hayan hecho centrarse en demasía en ese antagonismo, llevando a errar la que entendemos es la adecuada táctica proletaria en el momento presente. No obstante, esa férrea oposición al nacionalismo de nación oprimida y su evidente negativa a dejarse embaucar por sus cantos de sirena, hacen que nos enorgullezcamos de tener a estos camaradas en las filas de la Reconstitución y nos parecen una garantía de unión internacional de los proletarios y de la futura pérdida de hegemonía de ese nacionalismo entre las masas de las naciones oprimidas. Por todo ello, estamos seguros que los desacuerdos tácticos en esta cuestión, con el correspondiente y necesario sondeo de sus raíces teóricas, no debilitarán nuestro compromiso colectivo con ese estratégico proyecto de construcción del referente de vanguardia que nuestra clase necesita, sino que, al contrario, lo dotarán de vitalidad, impulsando el principal instrumento de desarrollo de la vanguardia, la lucha de dos líneas.
En primer lugar, reafirmamos los acuerdos que señalan los camaradas de RoB, que son positivos e importantes (cualquier posibilidad de que la Reconstitución se hubiera manifestado por la oposición o el boicot a la consulta hubiera sido un error garrafal de primer orden). En segundo lugar, agradecemos a RoB que nos señalen que una referencia directa a una posible discriminación de la lengua castellana en un virtual Estado catalán independiente podría ser fácilmente interpretada como una señal de que damos credibilidad a la actual y falsa propaganda españolista sobre una supuesta persecución en curso de dicho idioma en Cataluña. Si bien es un hecho que todo movimiento nacionalista tiene una tendencia a la búsqueda de privilegios para la propia nación, y que la cuestión de la lengua es la principal diferencia cultural entre las naciones española y catalana (no existen diferencias religiosas o étnicas añadidas como sí ocurría en el Imperio Ruso), y, por tanto, es el principal punto de resarcimiento o revanchismo donde podría incidir el exclusivismo catalán, también es verdad que esta tendencia, aunque existe, no es mayoritaria en el movimiento nacional catalán y no está planteada por él en el orden del día político. Por ello intentaremos calibrar la necesaria referencia a la oposición comunista a toda clase de privilegios nacionales de forma que deje el mínimo espacio posible a malentendidos. También anotamos, para estudiarla y considerarla detenidamente, la interesante observación que los camaradas hacen sobre la falta de idoneidad del uso del concepto “burguesía nacional” para referirse a determinadas fuerzas de clase en Cataluña.
Nuestro desacuerdo más profundo con los camaradas de RoB se refiere no tanto al sentido concreto del voto a emitir, como a su postura de separar la actuación de la vanguardia, y, por supuesto, nos referimos principalmente a la vanguardia marxista-leninista, respecto de la de las masas. Creemos que ello significa no valorar adecuadamente el carácter del acontecimiento ante el que nos posicionamos (y el hecho de que todos los destacamentos hayamos considerado pertinente de forma espontánea, sin más razonamientos, la necesidad de que la Reconstitución tome posición ya es un indicativo del calado de éste), que, como decíamos, es un evento de lucha de clases a gran escala, donde las grandes masas intervienen directamente y donde se juegan cuestiones que afectan a sus condiciones de vida inmediatamente.
La Línea de Reconstitución (LR) se desenvuelve en una contradicción que presenta dos aspectos. El primero y principal es la labor de síntesis de toda la experiencia revolucionaria del proletariado como base primera de la reconstitución ideológica y política, y representa nuestro vínculo material con la lucha de clases revolucionaria pasada, imprescindible para adoptar una posición de vanguardia correcta y efectiva. El segundo representa la bóveda inmediata de la lucha de clases dentro de la cual esta labor de vanguardia se desarrolla. Esta contradicción expresa los vínculos entre la lucha de clases pasada y presente, entre la forma históricamente más elevada de ésta (las revoluciones proletarias del siglo XX) y el medio necesario en el que nos desenvolvemos actualmente. De hecho, el Plan de Reconstitución no deja de representar el mapa del trayecto para hacer que el peso de la contradicción pase de la primera a la segunda faceta, construir las condiciones para poder intervenir de forma revolucionaria en la lucha de clases que conforma inmediatamente nuestra realidad y transformarlas. Evidentemente, a medida que el proceso de Reconstitución avance el peso principal se irá inclinando progresivamente hacia el segundo aspecto, hasta ser revolución material en marcha, sin que por ello el primero desaparezca nunca totalmente (la labor teórica de síntesis de la práctica previa no desparece, todo lo contrario, al implementarse nueva práctica revolucionaria). Pero a la inversa, el segundo aspecto no deja de estar siempre presente, aunque sea secundariamente, como ahora, y la LR siempre ha advertido de la necesidad de prestar atención al mismo.
Obviamente, el crecimiento de nuestro Movimiento, que pugna por empezar a convertirse en fuerza política efectiva (movimiento referencial de vanguardia, aunque todavía no, ni mucho menos, Partido), y la inestabilidad y los cambios en la correlación de clases forzados por la crisis política del Estado, obligan hoy más que en tiempos no tan lejanos a no desatender este aspecto, aunque siga siendo el secundario.
Y ante el 9-N nos encontramos ante un evento que se enmarca de lleno en el segundo aspecto de la contradicción. Nos parece un error, político y teórico, aducir que la abstención de la vanguardia m-l se debe al carácter democrático-burgués del evento[1]. Evidentemente, mientras el movimiento revolucionario no esté reconstituido, y, con ello, la contradicción capital-trabajo, enfocada revolucionariamente, ocupe el centro del escenario político, todas las crisis y movilizaciones de masas tendrán un carácter de este tipo, más o menos burgués. Una posición como la que defienden los camaradas de RoB parece implicar que los comunistas nos negamos a intervenir en este tipo de acontecimientos, parece negar que la maniobra consciente de la vanguardia pueda obtener réditos de cara a sus objetivos esenciales a largo plazo (hoy la Reconstitución, mañana el desarrollo y ampliación del movimiento revolucionario efectivo) de la maraña continua de explosiones, cortes y crisis que jalonarán el curso del imperialismo. Entendemos que esto es un error que cierra una fuente de desarrollo político y un campo de experiencia y aprendizaje para los cuadros comunistas, y por tanto mutila las posibilidades de desarrollo de nuestra clase en general y de nuestro Movimiento en particular.
Por supuesto, entendemos que la LR nunca ha negado esto. La LR ha combatido implacablemente, y debe continuar haciéndolo, la democracia y las demandas inmediatas de las masas como punto de partida para la construcción del programa y el movimiento revolucionarios, como cimientos y pilares de los mismos. Pero nunca ha cuestionado que el comunismo, asentado sobre bases independientes propias, pueda presionar e intervenir sobre estos factores de cara al desarrollo de su plan revolucionario.
De hecho, en la fase de Reconstitución, cuando el comunismo aún no ha conquistado el peso material que le permita determinar el escenario general de la lucha de clases e imponer su iniciativa, estos elementos son, si cabe, más importantes, y el aprovechamiento de estos conflictos en función del plan general cobra especial relevancia. Ello es particularmente cierto en la segunda etapa de la Reconstitución (conquista de la vanguardia práctica), un estadio que todavía no hemos alcanzado, pero esto no quiere decir que podamos osificar el Plan, que no es otra cosa que una guía para la acción, y dar la espalda a la realidad de la lucha de clases cuando ésta llama a nuestra puerta, lo que en épocas de crisis y convulsión será particularmente frecuente y exigirá de nosotros actuaciones y posicionamientos que en gran parte determinarán el desarrollo de nuestro Movimiento.
Entendemos, por tanto, que la actuación de la vanguardia m-l ante el 9-N se enmarca en ese segundo aspecto de la contradicción en que nos desenvolvemos, secundario, pero que debe ser tratado consecuentemente y aprovechado para el desarrollo de nuestro Movimiento. Por tanto, se trata de una intervención en el terreno de la política a gran escala por parte de quien, aunque aún no lo sea, proclama que pretende ser dirigente efectivo en la lucha de clases. Sin embargo, la abstención de la vanguardia y, lo que es peor, su proclamación como tarea política, dificulta este desarrollo y esta posibilidad.
Dicen los camaradas de RoB que:
“(…) esta fórmula permitiría a los comunistas apoyar el derecho a la autodeterminación mediante el llamamiento a las masas a participar en él (libertad de voto) a la vez que evitamos supeditarnos a los intereses y proyectos de cualquiera de las burguesías en juego, representados en cada una de las opciones del referéndum (abstención).”
Es decir, evitamos que cualquiera de las burguesías en pugna nos instrumentalice a nosotros, comunistas, considerando que la abstención es la única manera de hacerlo, pero, a la vez, llamamos a las masas proletarias catalanas a que se lancen a ser instrumentos y carne de cañón de los espurios intereses burgueses en pugna, y no sólo eso, sino que dejamos liberalmente a su libre albedrío la elección de la facción que debe utilizarlas, sin ni siquiera ser capaces de recomendarles la “menos mala”. Como se ve, el desentendimiento de nuestro papel de vanguardia, considerando que un asunto es de calibre tal que exige posicionamiento, lanzando una consigna para las masas, pero inhibiendo las responsabilidades propias en esta actuación, nos deslegitima, por incoherencia y generación de una razonable desconfianza entre las masas, para que un día se pueda pasar de la dirigencia vocacional, proyectada, a la efectiva.
En segundo lugar, y en relación con lo anterior, ello muestra un paternalismo invertido, de signo opuesto al de los revisionistas pero idéntico en el fondo. Si éstos consideran que las masas no pueden pasar sin ellos en sus luchas inmediatas de carácter burgués, como el sindicalismo, esta otra posición pareciera considerar este tipo de problemáticas, del estilo de la democracia, como bagatelas frívolas, impropias de un comunista. En ambos casos se trata a las masas como menores de edad, como niños, impotentes en un caso, caprichosos en el otro.
En tercer lugar, si proclamamos la lucha por un estadio superior de civilización, por un Nuevo tipo de Partido y de Poder, ¿qué justifica que nos desentendamos como vanguardia de los viejos problemas que aún campan por el mundo, infinitamente menos complejos? Ello nos deslegitima nuevamente como vanguardia para la construcción de un mundo nuevo, de igual modo que Marx señalaba que la clase como conjunto se descalificaría para movimientos de mayor envergadura si hiciera dejación de sus conflictos diarios (por cierto, nos parece una inevitable correlación, que aparece necesaria para el periodo de preparación de la revolución, entre masas-demandas económicas y vanguardia-alta política —porque es de lo que hablamos con la autodeterminación, de democracia, Estado y nación, con todas las hondas implicaciones históricas que conllevan estos conceptos).
Finalmente, y por derivación lógica, ya que la vanguardia se abstiene de este punto por democrático-burgués, en el caso, efectivamente nada improbable, de que el proletariado revolucionario herede este problema, ¿hemos de considerar que el programa del futuro Partido reconstituido no reconocerá ni admitirá la autodeterminación? Es la consecuencia necesaria, proyectada hacia el futuro de nuestro Movimiento desarrollado, que se deduce consecuentemente de la abstención actual de la vanguardia aduciendo este motivo. La lucha y la posición actual determinan las dinámicas y derivas futuras.
Esto por lo que respecta a las implicaciones políticas de este hiato entre la actuación de la vanguardia y la de las masas en los asuntos de gran política. Pero, enlazando con el último punto político señalado, el razonamiento de que la vanguardia debe abstenerse por el carácter democrático-burgués del problema tiene también hondo alcance teórico. En nuestra opinión, con ello se rompe la compleja dialéctica que el marxismo-leninismo establece a la hora de encarar la cuestión nacional y cercena las bases materialistas de su tratamiento.
En síntesis, esta dialéctica tiene en cuenta los dos aspectos del problema nacional desde el punto de vista de la revolución proletaria. Por un lado, el democrático (la efectiva y real división del proletariado, la forma inmediata que éste adopta, en compartimentos nacionales, fruto del desarrollo y desenvolvimiento histórico del capitalismo y que es la base de partida que debe considerar toda posición materialista), que se concreta en la firme propugnación del derecho a la autodeterminación y la igualdad nacionales. Y, por otro, el revolucionario-socialista (el contenido esencial del proletariado como clase universal con intereses fundamentalmente idénticos en todo el mundo), expresado en la defensa de la unidad internacional de su lucha de clase[2]. Estos dos principios, democracia e internacionalismo revolucionario, se articulan dialécticamente de tal manera que permiten el despliegue de la esencia universalista del proletariado desde las condiciones materiales inmediatas de fragmentación nacional que impone el capitalismo.
Esta dialéctica se expresa en que la democracia, la inequívoca defensa de la autodeterminación e igualdad de todas las naciones, permite atenuar, limar y desactivar los roces y desconfianzas nacionales, allanando y permitiendo la implementación práctica de la unidad internacionalista esencial del proletariado en su lucha revolucionaria.
Así es como debe entenderse la íntima relación entre la democracia y la unidad internacionalista en el problema nacional. Aunque, evidentemente hay, como en toda contradicción, una relación de mutua interpenetración, en líneas generales, la primera es la condición, la base (el reconocimiento de la disgregación nacional existente y su tratamiento) que permite el despliegue de la segunda y su potenciación[3]. Esto, que es nítido en términos históricos, tiene un peso primordial también en el aspecto político y programático de tratamiento de un problema que se establece como de carácter e impronta democrático-burguesa, pero cuya posibilidad de realización se reconoce para la época capitalista en toda su amplitud y que no puede dejar de reflejarse en un programa socialista-proletario.
Debido a esto en la cuestión nacional hay una relación directa y una ligazón entre el problema de la democracia y el de la revolución socialista de carácter cualitativamente diferente y mucho más directo que el que puede establecerse entre cualquier reivindicación económica inmediata de las masas y esta revolución (de ahí que no se pueda establecer un paralelismo entre las “concesiones”, asunto del que hablaremos más abajo, en la cuestión nacional y en el corporativismo sindical de la aristocracia obrera). Esto se refleja en la experiencia histórica de la Revolución Proletaria Mundial, y fue percibido, aunque de un modo invertido debido a su posición “izquierdista”, abstracto-doctrinaria, en este problema, por ejemplo, por Rosa Luxemburgo en su polémica con Lenin y en su crítica a la dirección bolchevique de la Revolución Rusa[4].
Por ello, esta separación política entre la acción de la vanguardia y las masas que se escuda tras el carácter democrático-burgués del problema nacional es una expresión de la incomprensión de la ligazón dialéctica y orgánica que el comunismo establece entre la democracia y el internacionalismo proletario. En el fondo, ello no es más que luxemburguismo inconsecuente, que reconoce nominalmente la autodeterminación por su adscripción al leninismo, pero considera la lucha nacional obsoleta o reaccionaria (lo que puede ser correcto en términos históricos pero no políticos), cuando no un capricho de las masas al que se cede desdeñosamente, entregándolas al juego burgués.
Ello, por supuesto, también alimentará y dará argumentos a los “comunistas” independentistas que verán en esta separación una nueva muestra del desdén del comunismo “estatalista” por la autodeterminación e igualdad nacionales y de su proclamación de estos principios como un fetiche abstracto inoperante.
Por ello, llamamos a los camaradas de RoB a replantearse esta postura de separación y desentendimiento de la vanguardia m-l, que creemos que es, sin duda, el error más importante en que caen, y a que reflexionen tanto sobre sus implicaciones fundamentales respecto a lo que es la posición de la vanguardia y las posibilidades de su desarrollo político, como sobre las consecuencias teóricas de cara a la actitud del comunismo hacia la democracia en el problema nacional.
Como decimos, ésta es nuestra principal discrepancia con los camaradas de RoB, pero creemos que de ella se deducen ciertas consecuencias que inciden en acentuar las contradicciones del sentido del voto que promueven. Si la única garantía de independencia política es la abstención, y no se quiere entregar a las masas, y en primera instancia a las masas de nuestra clase, como carne de cañón al reñidero de la pugna burguesa, entendemos que lo lógico es que la posición que la vanguardia establezca llame al conjunto de la clase a esa misma abstención. Pero ello, entonces, supondría el boicot al referéndum y al propio ejercicio del derecho de autodeterminación, y los propios camaradas de RoB señalan que esta oposición sí supondría un problema de principios. Por tanto, desde esta postura, la única salida razonable es el no pronunciamiento de la vanguardia, opción legítima (existen multitud de acontecimientos de la mayor importancia sobre los que, dada las fuerzas de la vanguardia m-l, todavía exiguas, no se puede establecer un posicionamiento riguroso, so pena de dispersión y desatención a las tareas primordiales), pero que cercena la posibilidad de lo que indicábamos más arriba, de desarrollar el Movimiento en las circunstancias concretas de la lucha de clases en las que estamos inmersos, y supondría una desatención al deber político de los comunistas (el hecho de que no se pueda atender materialmente, con las fuerzas actuales, a todos los desbarajustes, tropelías e injusticias que produce el imperialismo, no implica que no se deba establecer una jerarquía, priorizando los que afectan más inmediatamente a nuestro desarrollo y al de nuestra clase, como es el caso del 9-N). Por tanto, al final parece resultar que la única forma de garantizar la independencia política de la vanguardia, y, por tanto, del proletariado revolucionario en reconstitución, sea entronizar nuestra actual impotencia como broche de autonomía.
Ciertamente, esta impotencia práctica es un hecho y hay que tenerla en cuenta a la hora de establecer esa jerarquía de intervención, pero no se puede hacer de la necesidad virtud en este caso, e ignorar que sólo fomentando, a medida que crezcan nuestras fuerzas, esta actuación en cada vez más áreas, en estrecha relación con el plan político general, se podrá desarrollar y fortalecer, podrá madurar, nuestro Movimiento, necesariamente joven e inexperto. Y en este proceso será inevitable, y hasta necesario, la comisión de errores, y tanto más inevitable cuanto más pequeños y bisoños seamos, pero es la única manera de dejar atrás la pequeñez y la bisoñez. Somos conscientes de que el posicionamiento que planteamos es comprometido y arriesgado, y que rompe con la cómoda rutina de proclamación de principios abstractos que pregona el revisionismo.
Respecto a la independencia política de la vanguardia, nos gustaría hacer unas matizaciones sobre este concepto. Independencia respecto a otro no significa simplemente tener una posición diferente en relación a éste en un asunto concreto. Derivar la independencia política únicamente de una declaración discursiva formal puntual diferente u opuesta, abstrayendo los demás elementos, es erróneo y puede derivar en precisamente lo contrario[5]. Éste puede ser un procedimiento más legítimo en el debate ideológico y teórico, donde las diferencias se marcan en primera instancia a través de proposiciones racionales, pero en la lucha política a gran escala se deben tener en cuenta más elementos.
En este sentido, dicen los camaradas de RoB que posicionarse con la independencia supone una aproximación al nacionalismo catalán que representa los intereses de ese bloque, que el procés está conformando, de la mediana-pequeña burguesía catalanista, a pesar de los condicionantes que se ponen al apoyo, que, dicho sea de paso, no se consideran demasiado. Parece que está fuera de discusión que esta posición no nos subordina al chovinismo español y a los intereses de clase que representa, incluida la gran burguesía catalana, no independentista y reticente al procés. Sin embargo, no hay que olvidar que nuestro apoyo viene acompañado por un llamamiento a boicotear las futuras elecciones en Cataluña, sean adelantadas “plebiscitarias” o no, señalando que lo que expresen las urnas el día 9 debe ser considerado la voluntad del pueblo catalán, siendo deber político imperativo ejecutarlo inmediatamente y denunciando el mercadeo parlamentario que se pretende efectuar con esta voluntad. Es decir, este posicionamiento nos desmarca enseguida de la “hoja de ruta” alrededor de la que estas fuerzas de clase se debaten actualmente, especialmente la burguesía media, en trasvase de CiU a ERC, y la pequeña burguesía representada por la segunda, esto es, los sectores hegemónicos que rigen el procés. Quedarían más dudas respecto a la pequeña burguesía radical independentista, pero todo este segmento, de la CUP a Endavant, si hemos interpretado correctamente sus comunicados al respecto (y llamamos a los camaradas más al tanto de la realidad política de Cataluña a que nos corrijan si nuestra interpretación es errónea), llama simplemente a una “jornada de desobediencia” contra la prohibición del Estado español, que plantean, especialmente el sector más radical, como una especie de acumulación de fuerzas que dé salida a una “ofensiva política” (“a partir del 10 de noviembre” dice literalmente Endavant) contra CiU. Es decir todas las fuerzas del nacionalismo catalán, de las más reticentes y arrastradas al procés, a las más decididas e inequívocamente independentistas, ponen el acento después del 9-N; ninguna se plantea librar ese día una batalla decisiva contra el Estado y hacer derivar de esa jornada todos los futuros acontecimientos, sino que la han reducido a una “acumulación de fuerzas”, que cada cual interpretará a su antojo, y todas emplazan las verdaderas decisiones a lo que ocurra con posterioridad, al juego de fuerzas electorero y al mercadeo parlamentario. Creemos que nuestro posicionamiento rompe claramente con esta dinámica y la denuncia, y ello, sin olvidar el resto de condicionantes ligados a nuestro apoyo puntual que, expresados con mayor o menor fortuna, no nos parecen irrelevantes.
Es decir, lo que existe es un apoyo al movimiento nacional catalán puntual (sólo se apoya, por el momento, el SÍ-SÍ el día 9), crítico (denuncia la inconsecuencia del nacionalismo, empezando por sus sectores más radicales, incapaces de llevar su democratismo a una confrontación directa con el Estado y que se supeditan, por más quejumbrosos que se muestren, a la hoja de ruta de las fuerzas hegemónicas del procés), externo (la Reconstitución sigue organizándose a nivel estatal y defendiendo abiertamente esa vía como la única legítima para el proletariado), y, por todo ello, táctico (sólo apoya un momento puntual del procés, la consulta y su carácter democrático-imperativo, en tanto expresa lo progresivo y democrático de todo movimiento burgués contra la opresión nacional, pero denuncia el fraude que es la estrategia en su conjunto, consulta-elecciones, llamando a boicotear su culminación electoral). Todo este conjunto de rasgos, más el resto de condiciones que se establecen, es lo que nos lleva a concluir que la vanguardia proletaria se mantiene en una posición independiente, y que su apoyo no la compromete y supedita al proyecto[6] y la estrategia de la mediana-pequeña burguesía catalanista.
No obstante, las reticencias de los camaradas de RoB nos ayudan a ver mejor en qué elementos hay que poner el acento e insistir especialmente, el boicot y la denuncia de las futuras elecciones, para marcar aún más las distancias respecto del nacionalismo catalán, lo cual es, además, exponiendo la que entendemos sería una estrategia revolucionaria consecuente, la parte más adecuada para señalar nuevamente las miserias del espontaneísmo revisionista, y por tanto un puntal clave de nuestro posicionamiento.
En lo que atañe al desarrollo de nuestra clase, en relación a la vanguardia lo que buscamos con el contenido concreto del posicionamiento con el SÍ-SÍ no es tanto un avance positivo de la línea de masas respecto al “comunismo” independentista, como restarle argumentos, hacer más difícil la reproducción de la dinámica de retroalimentación establecida entre él y el revisionismo centralista-españolista, que crecen el uno de la mano del otro, como sucede con el nacionalismo en general, y reforzar la legitimidad del marco estatal como lugar de encuadre inmediato de los proletarios conscientes. Hemos de decir que nos preocupa y no nos resulta indiferente la inquietud de los camaradas de RoB respecto a que este posicionamiento pueda reforzar a los “comunistas” independentistas en su lucha contra los auténticos comunistas revolucionarios en las naciones oprimidas. En este sentido, entendemos que hay que contemplar las cosas más allá del posicionamiento puntual y ver todo el desarrollo material ideológico-político y organizativo de la Reconstitución, y aquí nos parece claro que ésta ya tiene un bagaje de lucha precisamente contra esa desviación nacionalista (trabajos del Partido Comunista Revolucionario o de los mismos camaradas de RoB), y que el Movimiento en su conjunto no va a cejar un instante en seguir impulsando la unidad más estrecha de todos los verdaderos comunistas en toda la amplitud del Estado. Por supuesto, desde el MAI tenemos el compromiso de que este posicionamiento no debilite a los camaradas de las naciones oprimidas y saldremos al paso de toda utilización fraudulenta y malintencionada del mismo. De hecho, todo indica que nuestro posicionamiento saldrá bastante ajustado respecto al 9-N, por lo que, si, como parece, el comunicado emitido desde Cataluña sale adelante y está listo con algo más de margen, y si, como esperamos, nos parece correcto[7], nuestra intención es referenciarlo laudatoriamente en nuestro mismo posicionamiento como ejemplo de actitud internacionalista de los proletarios conscientes de la nación oprimida. De todos modos, aquí sí que estamos hablando de propaganda entre la vanguardia, donde la línea argumental sí tiene una importancia central y nuestro posicionamiento no pensamos que vaya a ser un simple comunicado apoyando una opción determinada, sino que procuraremos expresar claramente las razones que nos llevan al mismo y los condicionantes que implica, es decir, creemos que no se podrá confundir con una adscripción al independentismo.
Sin embargo, como venimos insistiendo, el 9-N no es un evento que reclame únicamente a la vanguardia, sino que alrededor de él está centrada la atención de las masas en todo el Estado, y contará, con seguridad, con una gran participación de las mismas en Cataluña. Y, como indica Lenin, a las masas no se las educa con la propaganda de los principios generales del comunismo. Tampoco sucede en gran medida con sus sectores más avanzados, la vanguardia práctica. Es necesaria la acción política, y a falta de la posibilidad de aplicar la forma más consecuente de ésta, la experimentación del Nuevo Poder, sólo podemos plantear un determinado posicionamiento político, atendiendo a la situación, como mejor vehículo de esa educación de las masas (lo que probablemente reducirá su alcance a sus escalones más avanzados). Y aquí entendemos que, dadas las circunstancias de defensiva del comunismo y el internacionalismo y de auge del nacionalismo y los movimientos nacionales, lo que urge es incidir en el primer aspecto de esa dialéctica que el marxismo establece ante el problema nacional, el de la democracia, el factor atenuante de los choques nacionales. Además, la situación concreta está marcada también por el resultado de décadas de dominio del revisionismo y el oportunismo en el movimiento comunista y obrero, que ha convertido la consigna de autodeterminación, cuando aún es sostenida, en un fetiche inoperante, abriendo las puertas a la propagación del chovinismo y el nacionalismo en todas sus formas, lo que es siempre especialmente grave en la nación opresora, en la que sostiene su posición sobre la desigualdad nacional y la complacencia con los privilegios. En este escenario creemos que la única manera de realizar una práctica política efectiva en defensa de la igualdad entre naciones de cara a la unidad de nuestra clase, es decir, llenar de contenido concreto esa “actividad negativa” de la que hablaba Lenin[8], es con una acción decidida que restaure y sustancie el concepto de autodeterminación (derecho a la separación estatal), demostrando en Cataluña y en otras naciones oprimidas que para la vanguardia proletaria “española” antes está la fraternidad de clase que las fronteras de “su” Estado nacional y que sirva de urgente “terapia de choque” entre unas masas españolas educadas en la “naturalidad” de sus privilegios nacionales y en la anuencia con los mismos.
Para nosotros esto no es una “concesión” al nacionalismo, sino más bien fomento del internacionalismo. De todos modos, ya hemos señalado ese vínculo especial que une democracia e internacionalismo para la política proletaria, y no está de más recordar la recomendación de Lenin de hacer “concesiones” a la nación oprimida si era necesario para el restablecimiento de la confianza hacia los obreros de la nación opresora[9], porque además conviene no olvidar que no se puede hacer tabula rasa entre los nacionalismos, y que equiparar el de la nación opresora al de la oprimida supone hacerle el juego al primero, mucho más dañino y embrutecedor desde la atalaya de sus privilegios.
En cuanto a que la independencia no tendría por qué suponer la atenuación del problema nacional, aduciendo un posible riesgo de balcanización, nos parece que parte de una mala apreciación de nuestra postura. La independencia sí significaría la resolución del problema nacional, comprendido como la opresión política de la nación catalana por la española. Evidentemente, la solución democrática del problema nacional, posible bajo el capitalismo y realizada en las condiciones de éste, es decir, la consumación del principio nacional, no asegura la paz entre naciones, sino que implica la continuidad de la competencia y rivalidad capitalista entre Estados con el consiguiente peligro de guerras. En este sentido, sólo el comunismo, entendido como la creciente unión internacional de los proletarios del mundo en su lucha de clase, sobre la base del reconocimiento de la igualdad nacional, y la progresiva disolución y fusión de las naciones hasta culminar en la nueva sociedad comunista, supone la superación, junto con el capitalismo, del problema nacional.
Pero la cuestión es que no se trata de remitir al Estado burgués, ya sea a una república catalana independiente, ya sea al mantenimiento de la integridad del actual Estado español (que, no lo olvidemos, su unidad tampoco asegura la paz ni, con certeza positiva, la atenuación del problema nacional), sino que la mediación dialéctica, como indican los camaradas de CR e intentábamos expresar en nuestro primer posicionamiento, necesaria para pasar del fraccionamiento nacional y el actual encono a la unidad internacionalista de clase de los obreros, se establece a través de la actividad subjetiva-consciente de la vanguardia, de qué puede hacer ésta, en las circunstancias reales existentes, para atenuar al máximo esta lucha, para incrementar la comprensión entre los obreros de las diferentes naciones, de cuál es la mejor posición política que puede establecerse para, en la medida de lo posible, cerrarle el paso a “nuestros” chetniks y ustachas ibéricos.
A veces, bajo determinadas circunstancias, la defensa consecuente de la democracia e igualdad en el terreno nacional, única base de ese bien supremo que es la unidad internacionalista de nuestra clase, puede obligar a posicionamientos decididos por parte del proletariado consciente que impliquen el reconocimiento u apoyo, externo, crítico, condicionado y puntual (es decir, independiente, circunscrito al terreno de la táctica), a determinado movimiento nacional y a determinada separación estatal. Nuestra tarea, enmarcada en el proceso de Reconstitución, es empezar a reconstruir la confianza internacional en el seno de nuestra clase y que si se tiene que producir efectivamente la separación estatal de Cataluña, ésta se realice, como decía Lenin, al “modo noruego” y no al yugoslavo[10]. Nosotros realizamos un análisis de la situación y de la correlación de fuerzas entre el internacionalismo y el nacionalismo, distinguiendo, como exigía Lenin, entre el de la nación opresora y el de la oprimida[11], y en función de ella establecemos una táctica y una línea de acción para la actividad consciente de la vanguardia que intenta ser coherente con ese análisis (lo cual, por supuesto, no excluye que podamos cometer errores o que sea erróneo en general), pero los camaradas de RoB nos parece que se limitan a tomar la impotencia por independencia, arrojar a las masas sin más orientación a la pugna interburguesa y remitir al Estado establecido, al statu quo, como garante último de una paz de cementerio y de unidad del proletariado.
Y es que los camaradas de RoB se limitan a negar que la oposición a la creación de nuevos Estados burgueses tenga que ver con el mantenimiento de una unidad de clase proletaria, que reconocen inexistente, pero a continuación vuelven a relacionar directamente esta unidad con la mayor o menor compartimentación del entramado interestatal burgués:
“Respecto a nuestra referencia a que los comunistas no estábamos en principio a favor de la creación de Estados burgueses no nos referíamos con ello a la división de una unidad de clase que, efectivamente, es inexistente, sino a que esto supone la compartimentación mayor de la ya existente del proletariado, poniendo más trabas a su posible y deseable futura unidad mediante la creación de más fronteras.”
De nuevo el peso principal está en el aspecto objetivo-estatal burgués y no en el subjetivo-consciente proletario, en el desarrollo de su conciencia y lucha revolucionarias; e incluso se flirtea con la consigna de la vieja socialdemocracia polaca “no más fronteras”, que Lenin criticó mordazmente. Insistimos en que esta postura creemos que no refleja el verdadero espíritu marxista respecto a la cuestión y se inclina más hacia la posición de Rosa Luxemburgo[12].
En este sentido, no entendemos muy bien las referencias de los camaradas de CR, en su reposicionamiento, al País Vasco y Galicia. Evidentemente, al tratarse de naciones oprimidas, con movimientos nacionales más o menos fuertes, la posición internacionalista general debe ser la propaganda centrada en la libertad de unión. Tampoco entendemos que sea necesario hacer desde allí un posicionamiento especial en este asunto. Efectivamente, se trata de naciones oprimidas, pero en las que no está en el orden del día político un referéndum por la autodeterminación, que no parece que se vaya a celebrar allí en fechas próximas.
También nos gustaría dejar claro que nuestro posicionamiento no implica que se apoye ya la independencia de todas las naciones oprimidas en el Estado español. Esto no tendría ningún sentido, por ejemplo, en el País Vasco, donde ni siquiera un gran sector de la burguesía media nacionalista (PNV) se ha sumado, como sí ocurre en Cataluña, al independentismo, y no se ha generado un movimiento de masas hegemónico prácticamente general por la independencia, que sigue confinado allí al muy importante y significativo, pero no tan masivo, MLNV. Es decir, cuando ni el grueso de la burguesía media nacionalista se ha sumado al movimiento, dándole un carácter nacional general, ni está planteada por ello inmediatamente la cuestión de la independencia, no tiene sentido que los comunistas nos posicionemos concretamente en esta cuestión. Y entendemos que esto vale también para Galicia. Eso habrá que hacerlo de presentarse un escenario como el catalán y atendiendo, con independencia de posicionamientos anteriores, a las condiciones, correlaciones de clase y necesidades de desarrollo del proletariado que existan concretamente en ese momento. Como decimos, mientras tanto, más allá del trabajo principal de vanguardia por la reconstitución ideológica, la tarea allí en torno a la cuestión nacional es la propaganda y defensa general del derecho de autodeterminación e igualdad nacionales, con el énfasis en la posibilidad de unión voluntaria entre naciones y en la necesidad de unidad internacional de nuestra clase.
También los camaradas de CR señalan en su última aportación al debate que:
“La opresión nacional, aunque la sufran de modo genérico todas las clases sociales, en los países imperialistas de primer o segundo orden esa intensidad y grado es muy variable, y en el caso concreto catalán más aún, pues el proletariado básicamente se adscribe a la nación opresora.”
Partimos del reconocimiento de que nuestra percepción de la realidad social catalana es fundamentalmente externa y de la constatación de que la postura tradicional del proletariado catalán ha sido históricamente anti-independentista, reflejándose esto de manera diferente según el marco histórico (o como oposición de clase a la burguesía catalanista como en los años 30 del pasado siglo, o como hegemonía de las influencias españolistas –forma invertida de esa oposición de clase en el contexto de fin de Ciclo y descomposición del movimiento obrero— en las últimas décadas). Sin embargo, tanto por los numerosos estudios sociológicos burgueses realizados en torno a Cataluña en los últimos tiempos, como por el excelente análisis de la evolución electoral del distrito de Nou Barris que los camaradas de CR compartieron con nosotros, nos parece percibir un avance significativo del nacionalismo catalán (obviamente inferior al realizado entre otras clases sociales, especialmente la pequeña burguesía), incluso entre estos sectores tradicionalmente opuestos a él[13]. Ello ha sucedido en los últimos años, desde el rechazo del Tribunal Constitucional español al Estatut y nos parece un indicativo revelador de la necesidad de no tratar el problema del nacionalismo en abstracto, de que es precisamente el nacionalismo de nación opresora y su apego por los privilegios el que atiza el conflicto nacional, cargando de razones y argumentos al nacionalismo de nación oprimida (iniciando una espiral de acción-reacción que retroalimenta a ambos), hasta el punto de que empieza a conseguir avances incluso entre los sectores más tradicionalmente impermeables al mismo.
Pero volviendo al tema central, como conclusión, con nuestro posicionamiento buscamos, como ya señalábamos en el anterior texto, secundariamente, pero no por ello irrelevante, el debilitamiento del Estado español y del imperialismo europeo y occidental. Se apoya puntual y tácticamente, y entendemos que por tanto y por las razones expuestas, manteniendo la independencia política de la vanguardia proletaria, al movimiento nacional de la nación oprimida en un contexto en que no existe movimiento proletario revolucionario que pueda superar la centralidad del problema nacional.
Respecto a nuestra clase. Entre las masas a ambos lados de la divisoria nacional, española y catalana, creemos que este posicionamiento es el elemento político más efectivo para la educación internacionalista y democrática, por un lado, y para el inicio de la recuperación de la confianza dentro de nuestra clase, por el otro, atenuando en la medida de nuestras posibilidades los choques nacionales. Entre la vanguardia en general, demuestra que para los proletarios de avanzada de la nación opresora la autodeterminación no es un fetiche vacío, deslindando con quienes la han reducido a eso, y quita argumentos a los nacionalistas periféricos vestidos de rojo, facilitando y legitimando el desarrollo de la unidad de la vanguardia proletaria de todas las naciones que sufren el yugo del Estado español como primer paso para la unidad internacional efectiva de nuestra clase.
En cuanto a nuestro Movimiento particular, empieza a sentar las bases para su maduración, para el aprendizaje de la acción política más amplia y la posibilidad de manejar maniobras y apoyos tácticos, empezando a desarrollar su capacidad de desenvolverse entre las contradicciones que generan las relaciones entre todas las clases de la sociedad entre sí. Se trata, en definitiva, en coherencia con el crecimiento de nuestro espacio ideológico y el horizonte de articulación del que nos hemos dotado, de empezar a dejar de ser meramente una fuerza de propagandistas para empezar a dar los primeros pasos para ser una fuerza política efectiva, ese movimiento de vanguardia prepartidario cohesionado.