¡Retomar el camino de Octubre!


El proletariado revolucionario se encuentra a escasas fechas de revivir su jornada más luminosa: las salvas de los cañones del sublevado Aurora señalaban el camino a unas masas revolucionarias que osaron desafiar de igual a igual a sus supuestos superiores naturales, derrotándolos con el asalto al Palacio de Invierno como punto de eclosión de un sendero de libertad que iba a ser escrito en la Historia. El viejo mundo burgués sintió la sacudida incesante durante un siglo aciago para su existencia: los pueblos asiáticos y africanos sometidos al yugo colonial y feudal se sintieron también interpelados por la llamada a filas que significó Octubre, y la clase obrera mundial respondió a la ofensiva bajo la gerencia de un imponente movimiento revolucionario. Sin embargo, semejante legado vivo de nuestra clase pretende ser reducido una centuria después, y desde hace demasiadas décadas, a simple mito fosilizado, rescatable exclusivamente para evidenciar su profunda incomprensión y su consiguiente liquidación. ¡La magna obra de 1917 convertida en vulgar manual sindicalista, en la enésima excusa para postrarse ante la lucha de resistencia de turno! Por el contrario, los comunistas revolucionarios nos negamos, y nos negaremos, a soslayar las tareas que nos impone nuestra posición de avanzada, aquellas que demostraron como enteramente posibles los camaradas bolcheviques: a saber, levantar el Partido Comunista como única garantía de triunfo, y la Revolución Proletaria como referencia política a conquistar.

Octubre también pudiese parecer un horizonte quimérico en la Rusia zarista de principios de Siglo XX, pero la vanguardia proletaria se atrevió a subvertir el lineal y reproductor decurso de la sociedad de clases. La República capitalista, surgida de entre las cenizas del aparato feudal derrocado por las masas revolucionarias, continuaba sacrificando al pueblo en los frentes de batalla de su guerra de rapiña imperialista. Los Soviets, bregados al calor de la heroica lucha contra el Imperio Ruso en 1905 y ejemplo de verdaderos focos de poder armado de masas, eran la potencia que permitía vislumbrar la capacidad transformadora del proletariado. Mas este estado de cosas no conducía inevitable y espontáneamente a los diez días que estremecieron al mundo: el concurso del Partido Bolchevique fue el único aval que permitió la apertura del horizonte de la Revolución Socialista.

La eterna y oportunista espera del momento adecuado a la que nos tiene acostumbrados el revisionismo nunca fue una opción para los revolucionarios rusos: décadas de sostenida lucha y clarificación ideológica permitieron la progresiva elaboración de un marxismo capaz de cincelar un Partido guiado y constituido desde la conciencia revolucionaria, dispuesto, ahora sí, para enfrentar los retos de intervenir a gran escala en la convulsa sociedad rusa. El periodo que discurre entre Febrero y Octubre de 1917 es el de la transformación progresiva de los Soviets de correas de sujeción y sanción del Gobierno Provisional a auténticos órganos de dirección y ejecución de la Dictadura del Proletariado. La inercia natural de los Soviets los colocaba de facto bajo los designios de la reacción, pero la acción revolucionaria del Partido Bolchevique logró arrancar su hegemonía a la burguesía, demostrando en el terreno del enfrentamiento entre los dos poderes de clase la justeza de sus tesis.

La fábula insurreccionalista construida por los burócratas obreros, amantes de la política posible dentro de los límites del inefable mundo burgués, no soporta la realidad de los hechos: la Revolución Rusa no tuvo como factor último determinante el espontáneo malestar de las masas explotadas, la gris cotidianeidad de una podrida sociedad. Mientras que el menchevique -el grueso del Movimiento Comunista de nuestros tiempos- se enfundaba los hábitos clericales y se convertía en piedra aguardando una supuesta revolución -acumulación espontánea de fuerzas mediante-, los bolcheviques construían los instrumentos necesarios -Partido, Ejército y Estado- para romper el esquematismo economicista y convertir en realidad lo que sólo era posible a través de la actividad consciente.

Hoy, nuestra herencia como clase revolucionaria nos impele a situarnos de nuevo al nivel de nuestros hitos. La labor inmediata ha de ser recuperar el marxismo como faro de vanguardia de la transformación del mundo; esto es, reconstituirlo ideológicamente a la luz de la experiencia del Ciclo de Octubre y su Balance, incorporando las enseñanzas universales de la práctica proletaria a la teoría revolucionaria a través de la lucha de dos líneas contra el revisionismo. Este proceso actualmente pasa por la construcción del referente político de la vanguardia marxista-leninista en el camino hacia la reconstitución del Partido Comunista -fusión efectiva de vanguardia y masas-, que permita, desarrollando Guerra Popular, desbrozar decididamente el trayecto hacia nuestro objetivo: relanzar la Revolución Proletaria Mundial como única esperanza para los desposeídos de la tierra. Octubre nos ofrenda un inagotable manantial de ricas enseñanzas en este sentido, además de múltiples refutaciones prácticas del impotente imaginario revisionista, a condición de comprender que “el mejor modo de celebrar el aniversario de una revolución es concentrar la atención en sus problemas no resueltos” (Lenin).



¡Viva el centenario de la Gran Revolución Socialista de Octubre!

¡Por la reconstitución ideológica y política del comunismo!