Publicamos a continuación una entrevista propuesta por el blog El bloque del Este. La idea original consistía en su publicación en 2017. No obstante, tanto la prioridad de otras tareas, como nuestro empeño en que este trabajo no resultara simplemente en la repetición de posicionamientos que pueden encontrarse de forma más detallada en nuestras publicaciones, sino que redundara en esa tarea fundamental, que nos tomamos muy en serio, de formación de cuadros y propagandistas, han retrasado desafortunadamente su publicación hasta hoy. Nos disculpamos públicamente con el entrevistador y confiamos en que la vanguardia pueda encontrar utilidad en las páginas que siguen.
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El comunismo está en una profunda crisis, algo que ningún comunista honesto puede cuestionar. Asumirlo es el primer paso para poder plantearse qué tareas atañen hoy en día a los comunistas. El Ciclo revolucionario abierto en el Octubre soviético agotó sus premisas históricas, lo que nos obliga a recolocarnos como comunistas a la altura de las circunstancias. Si la vanguardia no asume las consecuencias de nuestra historia, no habrá revolución proletaria posible en el futuro. Es por ello que la Línea de Reconstitución plantea como ineludible tarea actual de la vanguardia la reconstitución ideológica del comunismo —esto es, la resituación del marxismo como teoría hegemónica entre la vanguardia—, con el Balance del Ciclo de Octubre como medio fundamental para ello.
Así, Línea Proletaria es el órgano de expresión de quienes trabajamos por articular un movimiento revolucionario, que exprese la ideología revolucionaria del proletariado como clase independiente. Aquellos que se referencian en el comunismo y su historia revolucionaria han de plantearse seriamente si su objetivo es trabajar por la revolución o es, por el contrario, conseguir una u otra migaja de la burguesía, reforzando la general situación de desesperanza en la que se encuentra el proletariado mundial con relación a la posibilidad de un mundo distinto. Quienes tengan claro que lo únicamente revolucionario es lo primero, verán en Línea Proletaria un altavoz desde el que conocer y trabajar por la reconstitución del comunismo.
Línea Proletaria expresa la aplicación del marxismo al marxismo mismo, siendo el medio para la socialización de los resultados del Balance del Ciclo de Octubre en el conjunto de la vanguardia, así como de otros contenidos y actuaciones propios de la fase actual de reconstitución ideológica. Una socialización que supone intrínsecamente el ejercicio de la lucha de dos líneas y la creación de vínculos políticos, ya que Línea Proletaria va agrupando a los sectores más avanzados en torno a esa construcción del referente de vanguardia marxista-leninista, correlato político de la reconstitución ideológica del comunismo como teoría de vanguardia.
Inspirados, además, en el espíritu de lo que para el bolchevismo supuso el llamamiento de Lenin para generar «un periódico para toda Rusia», que sirviera para imprimir un revolucionario objetivo y direccionalidad común a toda la vanguardia marxista rusa, que la ayudara a superar los “métodos artesanales” de los círculos locales, y a diferencia de las publicaciones periódicas del revisionismo —a medio camino entre el boletín sindical y la revista de tendencias—, Línea Proletaria quiere ser expresión y medio de enganche de la vanguardia a las tareas sustantivas que hoy le atañen. Aunque el comunismo esté en crisis, hemos de tener presente que disponemos de un legado histórico del que carecieron nuestros antecesores revolucionarios, toda una vasta experiencia de revoluciones, dictadura del proletariado y construcción del socialismo.
La reconstitución del comunismo no es otra cosa que volver a hacer del comunismo ese «movimiento real que anula y supera el estado de cosas», esto es, la condición de posibilidad para la transformación revolucionaria de la humanidad en el presente momento histórico. La reconstitución es necesaria por la sencilla razón de que el Ciclo de Octubre quedó agotado ideológica y políticamente junto con las premisas históricas que lo sustentaron. Es por ello que, para que el proletariado pueda volver a la ofensiva, iniciando un nuevo y superior ciclo revolucionario, el comunismo ha de reconstituirse ideológica y políticamente sobre la base de su experiencia revolucionaria acumulada, así como del estado de las ciencias en general, para ponerse a la altura del saber alcanzado por la humanidad en el momento histórico actual. Sin asumir esta tarea, el comunismo, hoy hegemonizado por el fruto podrido de todo ese agotamiento histórico que es el revisionismo fósil y absolutamente incapaz de nuestros días, seguirá en la franca retirada y descomposición en la que se ve inmerso desde hace ya demasiadas décadas.
El doble sentido (ideológico y político) en el que decimos que es necesaria la reconstitución no expresa sino la necesidad de, primero, atender las cuestiones que hoy atañen al comunismo como cosmovisión, como la concepción integral del mundo que es frente a la degradación analítica y fragmentaria a la que le somete el revisionismo. Esta tarea ideológica es inseparable de su dimensión práctica, que es el desarrollo de los vínculos político-organizativos entre la vanguardia, con la mira puesta en la construcción de un referente marxista-leninista. En segundo lugar, lograr su fusión con las amplias masas de la clase en forma de verdadero Partido Comunista, cristalización de la relación objetiva entre teoría de vanguardia y movimiento proletario, cuyos efectos sociales son ya revolución en marcha mediante la guerra popular.
Si la reconstitución ideológica que trabajamos por llevar a cabo apunta hacia lo universal, hacia la Línea General de la revolución en el presente momento histórico, ello es muestra de que el movimiento comunista en el Estado español, como materialización concreta del Movimiento Comunista Internacional, no puede ser ajeno a la situación por la que éste atraviesa a raíz del fin del Ciclo: hegemonizado por el revisionismo, en forma de organizaciones y corrientes incapaces de dar solución a los retos que la Revolución Proletaria Mundial (rpm) tiene por delante en el presente momento histórico. Ante ello, en lucha contra toda la podredumbre revisionista que mantiene al comunismo en el lodazal de un oportunismo cada vez más decadente, representado protagónicamente por la línea sindicalista-parlamentarista encabezada por el kke —y sus disputados adláteres patrios—, el Movimiento por la Reconstitución plantea la franca y decidida lucha de dos líneas para resituar al marxismo-leninismo en su posición de vanguardia, y para acabar políticamente con todos esos agentes de la burguesía venidos a menos que continúan vehiculando la fe de sus decrecientes masas en la reforma del Estado burgués.
Frente a quienes plantean una “reconstrucción” del Partido Comunista que se materializa en los tan conocidos como fracasados llamamientos a una unidad organicista, sin principios definidos, entre sectores de vanguardia, la Línea de Reconstitución siempre ha postulado la necesidad de reconstituir el Partido Comunista, de volver a fusionar la teoría revolucionaria con el movimiento obrero como contenido mismo de la revolución actuante. Lejos de ser enfoques o matices de algún modo complementarios, lo que aquí se dilucida es el recorrido de dos concepciones antagónicas en lo que tiene que ver con la naturaleza del Partido Comunista. Nosotros somos conscientes de que sólo desde la reconstitución ideológica y la lucha de dos líneas en torno al Balance, como motor que es del desarrollo ideológico de la vanguardia, podrá no sólo proclamarse sino conquistarse realmente una unidad verdaderamente revolucionaria, erigida sobre una base ideológica que, entonces sí, permitirá acometer la fusión con las masas de la clase, generando ese sistema de relaciones que llamamos Partido Comunista. Para ello, lo primero es reconocer que no existe hoy tal Partido Comunista en el Estado español, pues lo que tenemos es un cúmulo de organizaciones que agrupan a sectores de la vanguardia sin apenas relación con las grandes masas de la clase y apegados a postulados caducos que liquidan toda posibilidad revolucionaria.
La Línea de Reconstitución se inspira, como no podría ser de otra forma para un comunista, en las experiencias revolucionarias que colocaron al proletariado a la vanguardia de la humanidad. No se trata, sin embargo, de pretender repetir un esquema petrificado de un episodio concreto, sino de extraer las lecciones legadas, el espíritu ideológico que guio su letra práctica, para aplicarlas en el presente. Los hitos del proletariado revolucionario durante el Ciclo de Octubre, que no incluyen solamente las grandes victorias para la revolución, sino también las derrotas que fueron expresando el progresivo desgaste de las premisas del Ciclo, pues no cabe, como hace el revisionismo, comprender las unas sin las otras, ya que son todas expresión de un mismo proceso de Revolución Proletaria Mundial.
A día de hoy, el Comité por la Reconstitución es la manifestación pública y organismo editor de Línea Proletaria. Es el fruto de la unidad conquistada, a través de la lucha de dos líneas, por los distintos destacamentos de vanguardia que hasta hace no mucho constituían la fragmentada materialización política de la Línea de Reconstitución.
En primer lugar, huelga decir que un comunista siempre entenderá como legítimas las diversas expresiones de resistencia por parte de aquellas masas sin otra referencia aspiracional que la de su adaptación a un indiscutido medio. Sin embargo, conviene tener presente, desde una perspectiva más profunda y menos inmediata, que el sindicalismo transitó ya su etapa históricamente progresista al contribuir a la conformación del proletariado como clase económica, sentando las bases objetivas de su maduración como clase política. Con el imperialismo, como bien desarrolló Lenin, el sindicalismo pierde esa inocencia histórica y pasa a ser una correa de transmisión de la burguesía en el movimiento obrero. El proletariado ya ha desarrollado su forma superior de organización, el Partido Comunista, y las formas propias de su etapa de conformación como clase en sí, como es la sindical, no hacen hoy sino reproducirlo como capital variable, en franca complicidad con la reforma del Estado burgués, con la reproducción de las relaciones capitalistas, y al servicio de uno de los principales subproductos de la fase imperialista del capitalismo, la aristocracia obrera, segmento aburguesado de la clase proletaria que, beneficiándose de la división internacional del trabajo, hace uso de esas viejas formas que son el sindicato y el partido obrero liberal (socialdemócrata) para obtener su cuota de representatividad en la concertación interburguesa.
En relación con la pregunta anterior, debemos rechazar toda vía de corporativización que ate a las masas a esa fe en la reforma del Estado burgués, como ha hecho de forma crecientemente explícita el movimiento femenino burgués —o feminismo. El feminismo, que plantea un conflicto entre sexos como vía para la redistribución de cuotas de participación y poder en los ámbitos público y privado de las relaciones capitalistas, no pone en cuestión las bases fundamentales de la sociedad de clases —en cuyo seno se encuentra el origen y sustento de toda opresión hacia la mujer—, lo que le ha llevado siempre a oponerse, en esta fase imperialista de revolución o barbarie, a las experiencias revolucionarias del proletariado.
El comunismo considera la emancipación de la mujer como parte del contenido intrínseco necesario de la revolución proletaria, como obra de autoemancipación de los oprimidos. Para la Línea de Reconstitución, por tanto, sólo mediante la Revolución Proletaria se puede llegar a la raíz del problema: la familia, la propiedad privada y la división social del trabajo, fundamento de toda sociedad dividida en opresores y oprimidos.
La existencia de un fuerte movimiento nacional en Cataluña es innegable, y sus masas demostraron en la calle su voluntad de que se ejerciera con efecto ejecutivo su derecho de autodeterminación, infligiendo una derrota política al Estado español cuando el 1 de octubre de 2017 demostraron ser capaces de organizarse con la intención de ejercitar ese derecho. Sin embargo, este aspecto insurreccional, de masas y ejecutivo, con la valiosa carga de experiencia política en lo que al ejercicio del mandato democrático y el desprecio por la legalidad burguesa se refiere, se ha demostrado incapaz de imponerse al otro aspecto, también burgués, que es el de la representatividad parlamentaria, pues aquél está, igual que éste, anclado al comportamiento de una clase que ya ha perdido todo vigor revolucionario, una vez consumado y decadente su proyecto histórico. Demostrando no sólo el cretinismo del nacionalismo vestido de rojo, pequeña burguesía que ofrenda a su burguesía nacional una impagable labor de contención de masas, sino también la propia inevitabilidad de tal decurso, toda vez que se trataba de una lógica insurreccional sin actor revolucionario sobre el terreno que pudiera vehicularla de otro modo, ante lo cual solo queda acabar, politiqueo y ajustes de cuentas burgueses mediante, reforzando la reproducción reformada del Estado burgués.
Las elecciones no expresan más que una redistribución de las cuotas de poder político de las distintas fracciones burguesas en su arena parlamentaria, y el único interés que reviste actualmente para la vanguardia es en tal calidad de expresión del estado de los vínculos entre el Estado burgués y las masas. Todo llamamiento actual a la participación del proletariado en el circo electoral expresa la necesidad que tienen los aspirantes a representantes de la aristocracia obrera y pequeña burguesía de hacerse con los votos proletarios para continuar ejercitando su cretinismo —a su pesar, cada vez más extraparlamentario. Y es que todo el revisionismo está o estaría encantado de poder movilizar todos esos votos que suelen engrosar los porcentajes de abstención para poder demostrar que otra forma de gestión del capitalismo, de la explotación del proletariado, es posible, y así reforzar aún más su papel de liquidadores de toda posibilidad de maduración revolucionaria de la consciencia de los proletarios.
Frente a ello, la Línea de Reconstitución tiene claro que pretender acumular masas mediante el parlamentarismo, es decir, mediante la propaganda y no mediante el Programa y el Nuevo Poder, no supone más que el refuerzo, con pátina comunista, de una de las expresiones más nítidas y transparentes de la dialéctica masas–Estado, la de la representatividad política, engarce en periódico y democrático reajuste de las demandas espontáneas de todos los sectores sociales en el seno de los mecanismos de corporativización del Estado burgués. En modo alguno cabe, por tanto, la concurrencia parlamentaria una vez culminada la reconstitución política, ya que el único medio revolucionario de incorporación de las masas a la revolución es mediante la generación, aplicación y experiencia de su propio poder —de su propia dictadura—, esto es, mediante la Guerra Popular que se inicia una vez reconstituido el Partido Comunista. Es en la etapa prepartidaria, de reconstitución política en curso, cuando la vanguardia puede plantearse servirse de medios parlamentarios e institucionales en general, únicamente como medio de propaganda entre los sectores avanzados, es decir, como medio de acumulación de fuerzas de vanguardia; y teniendo, además, presente que esa vía legal y pacífica no será en modo alguno el instrumento principal de despliegue de su línea de masas, ni tampoco aplicable en cualquier coyuntura ni para ningún fin distinto del Plan de Reconstitución.
Así pues, encontrándonos hoy en una fase todavía inicial de dicho plan, la de la reconstitución ideológica, y por tanto estando sin resolver entre la vanguardia teórica cuestiones fundamentales que habrán de dar sustento al agrupamiento de la misma en torno a su referente marxista-leninista, como la Línea General y Política de la revolución, la única actitud para con las elecciones burguesas consecuente en este momento, lejos de la timorata y estéril “abstención activa”, es el llamamiento al boicot, como expresión de rechazo a las ataduras que el cretinismo trata de imponer al proletariado, como medio de ir educando a las masas de la clase en el desprecio a los instrumentos legales de la burguesía y en la necesidad de la violencia revolucionaria, y como llamamiento a que la vanguardia se ocupe de las tareas necesarias en el presente momento.
El mejor homenaje al que nos convocó este centenario fue el desarrollo y profundización en el Balance del Ciclo abierto con aquella revolución, de lo que da muestra el número 2 de Línea Proletaria, el cual es un buen ejemplo de cómo, mediante la aplicación del marxismo al marxismo, podemos desarrollarlo y volver a situarlo en su posición de referente ideológico y político. Nada que ver, pues, con las vacuas y folclóricas menciones del revisionismo, henchidas tanto de dogmatismo como de superficialidad.
La revolución de Octubre supone la primera experiencia de dictadura del proletariado —con la gloriosa pero efímera salvedad de la Comuna parisina—, fuente de fundamental aprendizaje para nuestra clase que no hubiera sido posible si el bolchevismo no se hubiera impuesto a todos aquellos que apostaban por mantener al proletariado dependiente de la iniciativa de otras clases, temerosos de que se atreviese a aplicar por las armas su propia voluntad de ser una clase revolucionaria. Octubre demostró que el proletariado necesita dotarse de su forma superior de organización, el Partido Comunista; demostró, igualmente, que el proletariado, como ya avistara Marx tras la experiencia comunera, lejos de tomar intacta la maquinaria estatal burguesa, ha de construir su Nuevo Poder desde la destrucción de su antagónico burgués. Asimismo, el Balance nos permite comprender hasta qué punto el Ciclo abierto en el 17 se enmarca en un entrelazamiento histórico de las revoluciones burguesa y proletaria, lo que necesariamente dejaría su impronta en el contenido del Programa revolucionario del proletariado, así como el límite que, en tanto que negación de lo históricamente aportado por la burguesía, le imponía el no tener otra referencia que la misma obra burguesa.
Había que tomar las armas, en definitiva, y haciéndolo no solo se realizó la mayor transformación revolucionaria que la humanidad hubiera visto, sino que con ella se abrió todo un Ciclo revolucionario que puso patas arriba el mundo, demostrando que el comunismo, lejos de ser una mera interpretación analítica del mundo, es principalmente el medio para transformarlo y construir sobre él una nueva humanidad emancipada.
La revolución proletaria no puede comprenderse hoy sin los elementos que la experiencia revolucionaria del proletariado chino aportó al acervo histórico del sujeto revolucionario. A la guerra popular como línea militar proletaria frente al viejo golpe insurreccional, a la lucha de dos líneas como el desenvolvimiento de la lucha de clases en la teoría, como la crítica revolucionaria al revisionismo en el plano ideológico, se une la revolución cultural como forma de ampliar y desarrollar la dictadura omnímoda del proletariado en todas las relaciones sociales, combatiendo al nuevo revisionismo engendrado por la propia revolución en marcha y asentado en los aparatos del Estado y del Partido.
Frente a la vieja teoría de las fuerzas productivas, que supeditaba el factor subjetivo y la transformación de todas las relaciones sociales al objetivismo del desarrollo económico, la Gran Revolución Cultural Proletaria es la demostración de que la lucha de clases continúa durante el socialismo, de que ese factor subjetivo, la consciencia revolucionaria, es el factor principal en el socialismo, tránsito de transformación radical de la sociedad del capitalismo hacia el comunismo. Esto, que ha de ser hoy un axioma de la revolución para todo marxista-leninista, es algo que los revolucionarios chinos aprendieron mediante el análisis crítico de la experiencia de sus camaradas soviéticos y mediante su propia experiencia, especialmente tras el Gran Salto Adelante, lo que ejemplifica y refuerza la importancia del balance de la experiencia universal del proletariado revolucionario para el desarrollo del movimiento revolucionario. Un aprendizaje que no pudo sino acontecer en un marco de limitaciones paradigmáticas, que dotaron del necesario carácter contradictorio a la expresión teórico-práctica de dicha lección, inserta aún en una dominante dialéctica masas–Estado que dificultó y terminó ahogando los destellos de lo nuevo, de esa dialéctica vanguardia–Partido que prefiguraba el modo de continuar desarrollando revolución desde las más altas cotas del Ciclo.
Estos conceptos, que nos parecen fundamentales, emergen precisamente desde el estudio, con perspectiva de Balance, de la experiencia de la GRCP y, con razón, la señalan como el punto más elevado que alcanzó el proletariado revolucionario durante el Ciclo de Octubre en su empeño por la construir el nuevo mundo. Para profundizar en estas cuestiones, recomendamos al interesado el artículo central del número 0 de Línea Proletaria. Éste es un trabajo que, con toda humildad y hasta donde tenemos conocimiento, creemos que extrae lecciones de la experiencia de la GRCP de cuya profundidad e implicaciones incluso los mejores maoístas no han acabado de percatarse.
No, consideramos que no hay países que puedan considerarse socialistas, en la medida en que aquellos que se reivindican como tal no son, como tozudamente se encarga de demostrar la práctica, bases de apoyo de Revolución Proletaria Mundial alguna, sino más bien bases de apoyo de uno u otro bloque imperialista en pugna, gobernadas por burguesías burocráticas erigidas al compás de la hegemonía revisionista en el seno del Movimiento Comunista Internacional.
En la actualidad vivimos en un momento de interregno entre dos ciclos de la Revolución Proletaria Mundial, lo cual significa no sólo el fracaso episódico de uno u otro proceso revolucionario concreto, sino la pérdida de la fundamental referencia internacional que hacía a todos esos procesos concretos parte conjunta de esa misma revolución mundial. Si en lo ideológico esa referencia internacional se expresa como Línea General de la revolución, en lo político lo hace como Internacional Comunista, y el sintético ejemplo histórico de ello lo tenemos en las 21 condiciones de la Comintern, dando carta de naturaleza mundial a la brecha abierta en el Octubre soviético, en torno a la cual se constituyeron los partidos comunistas.
Este momento histórico de interregno implica, pues, la ausencia de tales elementos: no puede haber Línea General sin reconstitución ideológica del comunismo, que dotará al proletariado mundial de una teoría de vanguardia universal a aplicar mediante el análisis concreto de cada ámbito de actuación, en forma de Línea Política; asimismo, no puede haber Internacional sin reconstitución política del comunismo, sin Partido Comunista desarrollando revolución y sintetizando dicha Línea General para el impulso de más bases de apoyo de la rpm.
Hemos de tener claro que esta obra es responsabilidad del proletariado revolucionario, por lo que no cabe esperar que sea el revisionismo hoy hegemónico quien reconstituya la Internacional, los herederos de la disolución de la Comintern, de la restauración capitalista en la urss y en la rpc, de la liquidación, en definitiva, de la revolución proletaria.
La Línea de Reconstitución ha expresado en diversas ocasiones su inequívoca solidaridad y admiración por la lucha de los revolucionarios en India, y su compromiso por contribuir, también mediante la crítica revolucionaria en el actual momento, a que su desarrollo transcurra por las vías más fructíferas para la revolución mundial, frente a aquellos que establecen una solidaridad basada en el seguidismo o, peor aún, en el refuerzo de las tendencias liquidacionistas que se abrieron decidido paso en el maoísmo internacional a raíz de la claudicación en la guerra popular de Nepal.
No podemos obviar que esa necesidad de reconstitución ideológica también incluye a la corriente más avanzada dentro del Ciclo de Octubre, al maoísmo, el cual, en sus momentos de mayor auge, no supo impulsar una plataforma revolucionaria que apuntara hacia una nueva Internacional sobre las bases de apoyo de los procesos armados de masas que tenían ya lugar en zonas como India y Filipinas, donde el maoísmo ha podido cabalgar rebeliones campesinas en curso. La bancarrota del Movimiento Revolucionario Internacional (mri) demostró la parálisis de la izquierda maoísta, que no fue capaz de formar un frente antirrevisionista para la lucha de dos líneas con el oportunismo que se abría paso en el seno del propio mri, crecido con el desastre nepalí. Si la Línea de Reconstitución se toma muy en serio, como demuestran sus trabajos al respecto, el ejemplo de Nepal, es porque esta experiencia pone al descubierto elementos que han de ser sometidos a análisis crítico en este periodo de reconstitución ideológica que atravesamos, y que afectan directamente al campo maoísta.
Hemos podido comprobar en los últimos años, con la excepción de la Línea de Reconstitución y algunos destacamentos de la izquierda maoísta, cómo la solidaridad con los camaradas indios está hegemonizada por ese oportunismo derechista y centrista que saludó la liquidación prachandista, algo que amenaza con reforzar las tendencias más a la derecha en el seno del pci(maoísta). Si en el caso indio esto es una razonable preocupación, dado el estado general del mci, en el caso filipino se justifica con creciente claridad, pues el itinerario seguido por el pkp de Sison apunta peligrosamente a un manejo de la capacidad de movilización de masas (incluyendo la movilización armada) en tanto que arma de negociación sobre la mesa de sus conversaciones con el Estado, lo cual, más que de guerra popular, apunta a una línea militar propia del guerrillero reformismo armado.
Con todo, pese a que consideramos que la clausura del Ciclo de Octubre, en tanto desgaste de un paradigma histórico que vertebró todo su desarrollo, es un desafío que afecta y atañe a todas las tradiciones o tendencias históricas del movimiento comunista, ello no supone que no se deba tener en cuenta cada contexto a la hora de afrontarlo. La necesidad del Balance del Ciclo de Octubre no es incompatible con los diversos escenarios concretos que hoy existen en el mci, y la situación en estos países, en los que los revolucionarios maoístas han conseguido mantener meritoriamente en pie un movimiento de masas armadas bajo la hoz y el martillo, presenta un escenario de gran valor para ese desafío general que afronta hoy el comunismo. Nuestro llamamiento es a que estos partidos, que son el resultado de una ligazón entre vanguardia y masas como no se da en ningún otro lugar, aprovechen su capacidad para impulsar a la vanguardia en esa dirección, tanto de cara al interior, reforzando el proceso revolucionario del que son protagonistas, como de cara al resto del mci.
Es sabido el protagonismo que Lenin presagió al papel de los pueblos asiáticos en el siglo xx, ese viento del Este que iría desplazando el centro de gravedad de la Revolución Proletaria Mundial. Y es que el entrelazamiento de las revoluciones burguesa y proletaria, característica que marca todo el Ciclo, se mostró de forma marcada en estos países, dado el grado de arraigo y pervivencia de unas condiciones semifeudales y semicoloniales que colocaron a los comunistas chinos en la tesitura de poner a prueba su creatividad estratégica.
Extrayendo todo el jugo posible de la experiencia soviética, y muchas veces a pesar de las propias directrices de la Internacional, muy marcadas por las condiciones y perspectivas de la revolución en Europa, los revolucionarios chinos, a través de la revolución de Nueva Democracia, ligarán las tareas históricas pendientes de contenido burgués con la propia revolución proletaria, con la construcción del socialismo. Asimismo, sabrán transformar la revuelta campesina, así como la tentación insurreccional del joven proletariado chino, en guerra popular, desarrollando la línea militar del proletariado revolucionario.
De este modo, vemos cómo la línea leninista desarrollada en la urss en base a la alianza del proletariado revolucionario y el campesinado, se ve ampliada, como anunciaba el propio Lenin y profundiza Mao, con la alianza internacional del proletariado revolucionario y los pueblos oprimidos, donde se dan las condiciones análogas al escenario chino, en las que el proletariado revolucionario ha de ligar a la construcción del socialismo los elementos en marcha de la revolución nacional antimperialista y la guerra campesina.
Naturalmente, como extremo contrario al doctrinarismo que, ciñéndose a la letra —que no al espíritu— clasista, permanecía ciego a estos elementos de entrelazamiento que el proletariado debía integrar de una manera revolucionaria en su obra, se generó también la otra cara de la moneda, exacerbando esas contradicciones a integrar y superar y reafirmándolas positivamente como tercermundista condición misma de la revolución, caso de la teoría de los tres mundos, la imposibilidad de la guerra popular en los países imperialistas, etc.
No es hasta que se realiza un balance crítico de toda experiencia que la vanguardia puede extraer sus limitaciones y enseñanzas; es por ello que, consideramos, no es de recibo atribuir las limitaciones de tal o cual proceso a meros errores particulares, a fallos en el pensamiento de una o varias personas. Dicho simplemente: ni el destino de la experiencia soviética se debe a “errores” de Lenin o Stalin, ni el de la china a “errores” de Mao. La cuestión, por tanto, es más compleja, y esos caminos fáciles terminan conduciendo a la sustitución de la crítica por la demagogia.
Tenemos el ejemplo de los revolucionarios peruanos, que serán quienes, aun dentro del Ciclo de Octubre y como punto final del recorrido de aquel viento del Este, lleven a su máxima expresión los elementos aportados por toda la experiencia revolucionaria china. Aquello que, como la guerra campesina, los revolucionarios chinos tuvieron que cabalgar, como modo de integrar en el plan revolucionario aquello que ya aparece dado en la realidad social —y que contribuyó a generar en ellos una sobrevaloración del elemento espontáneo, una confianza en el permanente o latente estado de rebeldía en las masas—, fue creado por los revolucionarios peruanos desde su actuar consciente, esto es, desde su anticipación planificada, forma en la que se expresa históricamente el aprendizaje e interiorización de las leyes de la revolución. De este modo, no sólo las masas campesinas en armas, sino también los propios instrumentos de la revolución —Ejército, Partido y Nuevo Poder— son generados desde la ideología, ampliando con ello la importancia del factor subjetivo en la obra revolucionaria. Cuestiones como ésta pueden estudiarse en toda su perspectiva en el antedicho artículo central del número 0 de Línea Proletaria.
El análisis de la cuestión nacional, en general, se enmarca en el contexto de reconstitución ideológica en el que estamos. Si uno de los elementos principales que vamos extrayendo de ese ejercicio de Balance tiene que ver con el entrelazamiento histórico de las revoluciones burguesa y proletaria, este texto es muestra particular de cómo ello despliega sus consecuencias en diversos y relacionados aspectos del movimiento comunista, siendo en este caso la cuestión nacional y la línea militar proletaria.
En numerosas y señaladas ocasiones a lo largo de la historia, la cuestión nacional, y como concreción de ella el caso irlandés, ha sido una cuestión que ha permitido marcar la línea divisoria entre revolución y oportunismo en el seno del movimiento obrero y comunista. Ocurrió en tiempos de Marx, cuando señalaba la necesidad de que el movimiento obrero británico adquiriera consciencia de la opresión nacional que el imperialismo inglés ejercía sobre Irlanda, así como en las polémicas de Lenin, cuando la firme defensa del derecho de autodeterminación se elevó como imperativo de un consecuente internacionalismo, frente al aburguesamiento del movimiento obrero nacional, que primaba la complicidad imperialista con su burguesía frente a sus lazos de clase con el proletariado mundial.
¡El Movimiento por la Reconstitución, naturalmente! La reconstitución del comunismo no es —mal que les pese a algunos— un eslogan, una idea abstracta o un ropaje fresco con el que revestir las viejas miserias, sino que consiste en un plan de actuación que siente y permita desarrollar los factores ideológico, político y organizativo mediante los que tal proceso ha de materializarse. Por ello, animamos a todo aquel comunista preocupado por la reconstitución del comunismo como referente revolucionario a permanecer atentos a los desarrollos, en todos los planos, del Movimiento por la Reconstitución y a no cejar en los esfuerzos por la aprehensión crítica de la cosmovisión revolucionaria del proletariado.
Son dos organizaciones distintas. El Partido Comunista Revolucionario de Estados Unidos fue, décadas atrás, un destacamento a la vanguardia del Movimiento Comunista Internacional, promoviendo la lucha ideológica mediante un esfuerzo crítico al que merece prestar debida atención (véase, a modo de ejemplo, el documento de su autoría digitalizado por ediciones Línea Proletaria en 2016). Sin embargo, a día de hoy, es un ejemplo de la bancarrota de un maoísmo que, incapaz de sostenerse sobre los pilares del marxismo-leninismo para afrontar sus cuentas históricas (como el balance de la grcp), recurre a la exacerbación de los peores y más caros rasgos que allanaron el triunfo del revisionismo, como ese cientifismo de retórica mesiánica y personalísimo culto que exhala de forma cada vez más grotesca.
Por su parte, el Partido Comunista Revolucionario del Estado español nace a principios de los 90 del siglo pasado, en un momento en que, con el derrumbe del bloque socialimperialista soviético, la crisis mundial del comunismo adquiere todavía mayor envergadura. En ese contexto, los camaradas del pcr se dotan del Plan para la Reconstitución del Partido Comunista, a partir del cual inician una andadura que supone la creación y desarrollo de lo que se conoce como Línea de Reconstitución, con dos hitos fundamentales: de una concreción y desarrollo del Plan en forma de Tesis de Reconstitución del Partido Comunista, en 1996, a un balance autocrítico de dicha experiencia práctica, La nueva orientación en el camino de la Reconstitución del pc, publicado en 2005, sin los cuales no puede entenderse el rumbo, avance y crecimiento de la Línea de Reconstitución desde entonces, siendo una tradición viva e ininterrumpida en la que el Movimiento por la Reconstitución se inscribe orgullosamente.