El pasado 28 de agosto, el Frente Nacional de Lucha por el Socialismo publicó un documento en el cual vierte una serie de señalamientos en contra de la Línea de Reconstitución y contra quienes reivindicamos y nos organizamos en torno a sus planteamientos. El presente texto es una respuesta a esos señalamientos.
“Hoy la revolución proletaria mundial está en repliegue político general, pero en él ya está gestándose una nueva etapa que en futuras olas sucesivas con fusiles asaltarán los cielos y conquistarán el poder; asimismo, la guerra popular ha entrado a terminar concluyendo el más grande movimiento revolucionario de nuestra historia, pero a su vez está forjándose en su seno un nuevo momento revolucionario que en las próximas décadas del siglo XXI superará y rematará la epopeya actual. No ver esta realidad y temer el fracaso, partiendo así de posiciones no proletarias, burguesas, está llevando, por responsabilidad de quienes dirigen, a la derrota de la guerra popular por acción del enemigo o desintegración de las fuerzas y, más grave aún, a la destrucción del Partido”.
Partido Comunista del Perú (PCP)
Consideramos que el carácter dual de la política del FNLS –entre marxismo teórico y reformismo práctico– parte de premisas históricas rebasadas. Aunque creemos que hay una actuación política de buena fe, ésta no es suficiente para el desarrollo correcto de la praxis revolucionaria. Y es que estas mismas prácticas nosotros las impulsamos cotidianamente durante nuestra práctica política anterior, lo que nos llevó a desarrollar un balance serio de cara a entender qué éramos realmente como colectividad.
Así, iniciamos un proceso de reflexión autocrítica sobre nuestra acción política a la luz de las premisas de la LdR desde las que pudimos observar que muchas de las prácticas que hoy sometemos a crítica en el FNLS eran similares a las que nosotros impulsamos en diferentes momentos durante la etapa en que nos organizamos en el extinto Frente Oriente y que consideramos necesario señalar de manera objetiva, pues sólo así podremos superarlas.
Una vez constituido el Frente Oriente como organización, nuestra actividad política se centró en el impulso, creación y organización de Asambleas Populares en la zona oriental del Valle de México. Las premisas que guiaban nuestra actividad organizativa fueron las siguientes:
«Impulsar la construcción, reactivación y/o coordinación, y su posterior consolidación, de asambleas populares por barrio, por fábrica, por ejido, por escuela, etc., dotándolas de un contenido revolucionario de nuevo poder y de insurrección, bajo la consigna de la unidad de acción»[1]
En los hechos, estas asambleas fueron creadas únicamente en colonias populares donde aglutinábamos a colonos a partir de demandas y reivindicaciones inmediatas, economicistas, pues fue ese el planteamiento metodológico que implementamos para su desarrollo:
«Instalar mesas de información en torno a la demanda inmediata y en función a la generación de organización».[2]
Es decir, pretendíamos desde una perspectiva etapista y economicista, arribar aparentemente a un nivel de conciencia tal que se pudiese, desde esos espacios y sin la participación de una estructura propiamente revolucionaria –pues no se plantea en este momento la conformación del Partido Comunista como una necesidad inmediata– “dotarles de contenido revolucionario”, además de prepararlas para una lucha insurreccional y, a pesar de los planteamientos que reivindican un contenido revolucionario de nuevo poder, la finalidad de éstas era puramente reformista, tal como se indica en el planteamiento metodológico:
«La idea de la propuesta es la unificación de todas las asambleas populares y que éstas se constituyan como gérmenes de nuevo poder político e insurreccional de cara a una futura constituyente».
Evidentemente se obviaba el contenido de clase de estas estructuras y contrario a lo que se pretendía en el papel, lo cierto fue que, debido a sus intereses inmediatistas, las estructuras asamblearias funcionaron como grupos reaccionarios que se confrontaban constantemente con la clase obrera, debido, justamente, a su demanda inmediata[3]. ¡Vaya contenido revolucionario!
Durante dos años implementamos este trabajo político el cual, ante nuestra incomprensión del marxismo, ante nuestra inoperancia política y ante nuestro evidente fracaso en el intento de elevar la “consciencia revolucionaria” de los colonos –no proletarios–, lo sometimos un balance autocrítico por quienes en ese momento conformábamos el Frente Oriente y, al encontrarnos con una política abiertamente reaccionaria, decidimos conscientemente dejarlo y entrar en un proceso de rectificación, situación que hizo que algunos militantes en desacuerdo abandonaran la organización. Sin embargo, y a pesar del fracaso, no dejaríamos de insistir en este tipo de organización por algún tiempo más, particularmente cuando emprendimos nuestra siguiente etapa de trabajo organizativo.
Pero antes de esto, el Frente Oriente atravesó un fuerte momento de represión debido también a nuestro incorrecto actuar político de acción directa contra los cuerpos policiales. Acción directa de un pequeño grupo desvinculado de las masas y sin objetivos políticos definidos, totalmente provocado por nuestros impulsos espontáneos; acciones más cercanas a las prácticas anarquistas que en nada abonaban a la construcción de un instrumento verdaderamente revolucionario. Así, por esta práctica aventurera, cinco de nuestros compañeros fueron aprehendidos durante una manifestación y después encarcelados en el Reclusorio Oriente de la Ciudad de México.
Pero nuestras aberraciones políticas pseudo-revolucionarias no terminaron con ese episodio represivo, sino que continuaron exhibiendo lo incorrecto de nuestra práctica que cada vez más se alejaba de una auténtica política marxista-leninista: una vez liberados los militantes encarcelados –aunque continuaron sometidos a proceso penal durante los siguientes cinco años– la organización acudió a espacios de denuncia y defensa de los derechos humanos –a pesar de que sosteníamos una política de aparente ruptura con el Estado, sus instituciones y los mecanismos que lo legitiman– apelando así a posiciones legaloides tales como las siguientes:
«Responsabilidad del Estado. Impunidad: Hasta el momento no ha habido justicia, no se ha realizado recomendación por la represión política, criminalización por parte del Estado y de medios hacia la protesta social, así como también por las detenciones arbitrarias que el Gobierno del Distrito Federal ha realizado.
Reparación del daño: Que se derogue el artículo 362 del Código Penal en el Distrito Federal, que se retire el Protocolo de Seguridad para el control de multitudes, y que se realice un acto público en el que las autoridades del Gobierno del Distrito Federal se comprometan a dejar de reprimir y criminalizar a los ciudadanos que ejercen sus derechos por medio de la protesta social, y que con ello se ofrezcan garantías de no repetición.
Derechos violados: Derecho a la Protesta Social, Derecho a la Integridad Personal, Derecho al Honor, Derecho a la Justicia, Derecho a la Verdad, Derecho a la Libertad de Expresión y Manifestación, Derecho al Debido Proceso.
Legislación y/o Normatividad Aplicable:
• Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos
• Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos
• Convención Americana sobre Derechos Humanos
• Manual de las Naciones Unidas sobre la Prevención e Investigación Eficaces de las Ejecuciones Extralegales, Arbitrarias o Sumarias
Hoy, solicitamos a este Tribunal Permanente de los Pueblos, en el cual confiamos plenamente, una declaración en contra de la criminalización y represión de las expresiones de inconformidad del pueblo organizado, y de todos y todas los y las activistas y luchadores sociales».[4]
Como se puede observar, la crítica que vertemos al FNLS sobre su fetichismo jurídico es igualmente aplicable al otrora Frente Oriente: posiciones legalistas y de invocación a los derechos humanos, respeto a la Constitución y demás peticiones siempre bajo los márgenes de acción del Estado burgués y a su sistema jurídico. Nos decantamos hacia el culto al legalismo en su expresión más ridícula y aberrante. Empero, esta experiencia concreta nos mostró con claridad el papel del derecho penal y del Estado, gracias a ello logramos prontamente desterrar estas posiciones legalistas y atacarlas con fuerza, aún sometidos al proceso penal que se siguió a los camaradas y que traía restricciones en su libertad; de allí que después atacamos y luchamos firmemente contra el ofrecimiento de amnistía y rechazamos terminantemente las “propuestas de negociación” que nos hizo el Estado con la finalidad de “acordar” los términos de la libertad absoluta de nuestros compañeros. Pero a pesar de que estas posiciones legalistas fueron finalmente desterradas de la organización, en lo que respecta a la solidaridad que manifestamos con los presos políticos de otras organizaciones, fueron mantenidas en cierto grado exigiendo al Estado, igualmente, la solución jurídica de sus casos.
Nuestra siguiente etapa de trabajo político lo desarrollamos buscando el acercamiento con organizaciones oportunistas. Iniciamos con la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), a quienes considerábamos un referente fundamental para el desarrollo de la lucha de clases. Nuestra falta de claridad e incomprensión de la lucha de clases no nos permitía caracterizarlos debidamente: como segmento de la burocracia sindical y componente la aristocracia obrera. Y es que, al estar la CNTE inserta en los procesos organizativos de mayor relevancia mediática en el país durante las últimas décadas, creímos cándidamente y bajo una absurda perspectiva romantizada de las organizaciones sociales que podían ser, en efecto, el motor para el desarrollo de un proceso revolucionario de largo alcance, evidenciando con ello nuestra incorrecta caracterización de los intereses de clase que en cada organización corporativa impera; así lo demuestran algunos de los documentos del Frente Oriente en aquel momento:
«(...) el papel que históricamente ha desarrollado el magisterio ha sido fundamental en el desarrollo del país. Hoy el Estado busca aniquilar este papel (...) pues, aún en los momentos más complicados, el maestro se ha comprometido con su papel de mentor en las condiciones más adversas, constituyéndose como un auténtico líder social.
(…) el problema de la educación pública no se reduce a demandas gremiales, es de interés nacional y necesita el concurso de todos los sectores sociales.
En torno a la lucha del MAGISTERIO DEMOCRÁTICO:
• Reconocerse en la coyuntura actual como la dirección general del movimiento de lucha popular. En este sentido, asumirse como tal y convocar de manera abierta a todos los sectores de la sociedad, en particular a toda la clase trabajadora, a generalizar la lucha en torno a la defensa de la educación popular y, desde cada trinchera, incluir sus demandas clasistas y sectoriales al impulso general de la lucha desplegada por la CNTE.
• Profundizar el despliegue de la lucha general para derrotar al corporativismo expresado en el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE).
• Exigir al Estado, y luchar por ello en las escuelas y en las calles, un trato político de representación mayoritaria a la CNTE por sobre el SNTE. Asestando con ello un golpe al corporativismo magisterial.
• La CNTE debe continuar impulsando y desarrollando el Paro Nacional Magisterial y convocar firmemente, a partir de su relación política con las organizaciones sindicales y sociales, a la Huelga General».[5]
De manera infausta veíamos en el corporativismo y en la aristocracia obrera un actor sustancial para la lucha revolucionaria, situación que evidenciaba nuestras posiciones antimarxistas y de total incomprensión en la caracterización de la formación social mexicana y del papel del Estado, al que definíamos como aparato de dominación de clase en el papel, pero de forma reaccionaria aún le otorgamos cierto papel como “mediador”:
«La obligación del Estado es garantizar la educación a toda la sociedad con condiciones adecuadas para su impulso y desarrollo. La inestabilidad en el empleo, que pretende imponer el Estado, no resuelve, bajo ninguna circunstancia el reto que enfrenta la educación pública. Al contrario lo complica pues margina a los maestros de una discusión en donde ellos son protagonistas. Por ello, resulta inaceptable para toda la población que el futuro de la educación pública se pretenda resolver despidiendo a medio millón de docentes del sistema educativo».[6]
Además de elementos que abonan a la mistificación nacionalista-chovinista:
«a) La entrega absoluta de los recursos naturales y estratégicos de nuestro pueblo a los intereses de la burguesía extranjera, despojando fundamentalmente a las comunidades indígenas quienes históricamente han sido golpeadas y marginadas por un Estado rapaz.
b) El despojo de la posesión y generación de energía eléctrica en favor de empresas privadas quienes intensifican la precarización económica del pueblo quien no puede satisfacer sus mínimas necesidades materiales de sustento. Tal como se implementa en la reforma energética.
d) Entregar el espectro radioeléctrico, patrimonio de nuestro pueblo, a una burguesía cínica que actúa como criminalizadora de los movimientos sociales y como aparato de dominación ideológica que adormece y desmoviliza a toda la sociedad; y que adopta una política de represión y linchamiento permanente a los medios libres con la finalidad de anularlos como medios de difusión e información popular.
g) Trastocar el derecho a la educación agrediendo, fundamentalmente, a los sujetos del proceso educativo, maestros y estudiantes, privatizándola y despojando su carácter crítico, científico, laico, gratuito y popular. Asimismo, destruyendo su infraestructura mediante la corrupción y el abandono paulatino hasta llegar a su pauperación absoluta y a la agresión sistemática a los maestros en quiénes descansa el proceso cognitivo. Justo como lo impulsa la reforma educativa».[7]
Todo esto bajo la absurda lógica, como indicamos antes, de que la CNTE era una estructura de organización proletaria que podía conducir el proceso de lucha de clases hasta un punto de inflexión definitivo y no como un aparato corporativo que forma parte de la aristocracia obrera mexicana a la que sus intereses de clase identificados así pues, con la burguesía, le lleva a convertirse en correa de transmisión de la ideología burguesa hacia todas las capas de la sociedad con las que tiene relación, incluyendo, evidentemente, las bases magisteriales.
Y así, desde nuestra aberrante lógica revisionista iniciamos el “trabajo de coordinación” con organizaciones autonombradas “independientes”, pero en realidad corporativas y clientelares, autoreferenciadas como marxistas, leninistas o maoístas, ejemplos vivos del oportunismo mexicano más recalcitrante. Organizaciones deleznables que tienen una influencia real en el denominado “movimiento social” –en realidad espontáneo–. Este “trabajo de coordinación” en realidad nos llevó a impulsar una política frentista que, por muy buenas intenciones y propuestas revolucionarias que tuviéramos, sin la dirección revolucionaria real del Partido Comunista Reconstituido no podía hacer algo más que fortalecer al revisionismo y al oportunismo en el movimiento comunista mexicano, nosotros incluidos, desde luego; lo que hizo evidente que los análisis incorrectos desde los que partíamos, recubiertos siempre de una lisonja marxista, se estrellaban una y otra vez con la realidad y nos situaba como exponentes de planteamientos abiertamente economicistas y reformistas:
«En nuestro país estas contradicciones [de clase] han quedado manifiestas en las recién impuestas reformas neoliberales; en ninguna de ellas se encuentra reflejado el interés popular y una a una han desfilado por el protocolo legislativo para afianzar la explotación, el saqueo, la rapiña y la pauperización de las grandes masas trabajadoras.
La instrumentación de dichas reformas se ha dado con el contubernio de diputados y senadores, quienes afirman representar los intereses del pueblo y que con una firma terminaron con conquistas históricas obtenidas a través de la lucha social de los pobres y despojados. Estas reformas han trastocado el acceso a la educación atentando contra su carácter público; han acrecentado más el ejército de desempleados y pulverizado derechos conquistados durante décadas por los trabajadores mexicanos a través de la reforma laboral que facilita la entrega de los medios de producción, propiedad de la nación, a las grandes trasnacionales y al capital privado generando con ello que los productos de la canasta básica sean inaccesibles para la mayoría de nuestro pueblo; los servicios de salud son insuficientes y de mala calidad, los medicamentos gravados con IVA es otro golpe al bolsillo del trabajador. Existe un nulo acceso a una vivienda digna y de buena calidad. La reforma energética incrementa de manera considerable los precios de combustibles propiedad de la nación como el gas y la gasolina. Se consuma la entrega de las industrias petrolera y eléctrica a emporios trasnacionales controlados, entre otros capitalistas, por los reyes de España y las gigantes inglesas y norteamericanas petroleras. Todo este saqueo deja como resultado pobreza e inestabilidad que genera altos índices de delincuencia que desarrollan una profunda descomposición en el seno de nuestra sociedad[8]».
Por su puesto, de la interpretación de la realidad debe desprenderse de manera, más o menos coherente, una definición táctica que responda al análisis realizado:
«El avance de la crisis y la agudización de la lucha de clases ha conducido a cada organización, esfuerzo e individuo, defina su papel histórico ante la presente etapa de lucha, de estar con el pueblo oprimido o contra él; y por supuesto, nos obliga como organizaciones populares que desarrollamos nuestro trabajo en las masas, a definir tareas a corto plazo.
De lo anterior se desprende que la tarea inmediata es mantener coordinación con esfuerzos organizativos independientes que de manera honesta y consecuente desarrollan la lucha del pueblo desde amplios sectores, así como aquellos que se han apropiado del marxismo- leninismo como arma teórico-filosófica para poder enfrentar la embestida neoliberal e imperialista que se avecina. Establecer mediante la práctica política la discusión política y la homogeneización de criterios para definir la realidad objetiva y las necesidades de la presente etapa de lucha.
La tarea inmediata es concretar frentes de masas regionales para hacer frente a la violencia y terrorismo de Estado; encaminemos nuestro esfuerzo en construir un frente nacional de lucha anticapitalista y antineoliberal con la participación de todo el pueblo en lucha.
En conclusión, no basta con las luchas democráticas dentro del marco jurídico burgués, entre ellas la electoral y parlamentaria; la actual etapa exige la unidad y con ella la crítica de las masas organizadas de manera independiente con conciencia de clase, determinación y voluntad política para enfrentar en mejores condiciones la embestida imperialista y desarrollar la lucha popular en todas sus formas».[9]
El camino por la construcción frentista que recorrimos en el Frente Oriente –con una multiplicidad de organizaciones, cada una con una composición de clase diversa, ninguna de ellas verdaderamente proletaria– apenas iniciaba y nos tomó otros tres años, aproximadamente. Durante este tiempo entablamos relación con la mayor parte de las organizaciones que, como decíamos, representan lo más representativo del oportunismo en el estado mexicano.
Tanto de manera regional como nacional, trabajamos de la mano y reivindicamos al oportunismo más nefasto, desarrollando nosotros mismos una política revisionista, oportunista e incluso arribista – siempre haciéndonos presentes en las luchas espontáneas pretendiendo absurdamente, de esta forma, “darles dirección”–, imitando las prácticas de las organizaciones más atrasadas y execrables con quienes en ese momento nos encontrábamos relacionados. Evidentemente el “culto a la espontaneidad” de las masas fue una constante de nuestra práctica política durante ese tiempo.
Las perspectivas fueron en cada momento más o menos las mismas, crear un frente nacional amplio, que recogiese las demandas inmediatas pero que pudiese “dar pasos” hacia la construcción de un proceso revolucionario, pero de carácter democrático-popular:
«(…) la tarea ineludible es proteger y luchar por los acosados, hostigados, reprimidos pero fundamentalmente por alcanzar, a través de la solución a las demandas legítimas de nuestro pueblo, un gobierno popular y verdaderamente democrático».[10]
Este planteamiento se deriva, de manera definitiva de la caracterización que en ese momento aún sosteníamos con respecto al desarrollo del capitalismo en el estado mexicano: “país económicamente atrasado con estructuras semicoloniales y terratenientes”.[11]
Una vez que iniciamos un trabajo mucho más estrecho con las organizaciones que en Frente Oriente consideramos “honestas, combativas y revolucionarias” –entre ellas el FNLS– el planteamiento se centró en la conformación de lo que denominamos un Polo Revolucionario que pudiese dar una “dirección proletaria” a las luchas de las masas, aglutinadas éstas, en un frente nacional. Es decir, buscamos la creación de un órgano partidario entre el revisionismo, el oportunismo y hasta con organizaciones de corte caciquil.
«Consideramos que la amplia unidad de las capas más explotadas y depauperadas de nuestro pueblo, unificadas mediante una estructura organizativa colectiva, un programa general de lucha y la más permanente movilización y lucha callejera debe ser una herramienta fundamental en contra de estas políticas. (…) será necesario consolidar una estructura de lucha unitaria que despliegue la batalla sin cuartel contra el imperialismo en su conjunto y que tenga la claridad política que le permita avanzar en la estructuración de una coordinación o un frente nacional de lucha popular que sea un instrumento de lucha de la clase trabajadora y la nación mexicana. Es un deber fundamental enfrentar decididamente al imperialismo, aniquilar al oportunismo y construir un polo revolucionario que genere un bloque marxista y proletario en la lucha de clases en curso; esa es una necesidad fundamental e histórica en la decidida lucha por el socialismo (…)».[12]
No obstante de que nos encontramos a la cola del revisionismo y del oportunismo, nuestra praxis cotidiana nos llevó a reconocer y rechazar las prácticas deleznables de estas organizaciones y sus intereses de clase así como la colaboración de la mayoría de ellas, de manera abierta y franca, en la política conciliacionista con el Estado para someter a las masas a la total influencia de la burguesía, convirtiéndose en correas de transmisión y no en “instrumentos de lucha” como se auto-afirman falsamente.
A pesar de nuestras incomprensiones, incongruencias y actitudes revisionistas, nuestra permanente autocrítica nos llevó, después de un largo recorrido, a darnos cuenta que el camino frentista que seguía el Frente Oriente significaba postrar la lucha de las masas a la influencia del revisionismo y del oportunismo, en los hechos, a la influencia de la ideología burguesa como expresamos anteriormente.
De esta forma, en el Frente Oriente rompimos –aunque no públicamente, ni con los debidos deslindes– con estas organizaciones oportunistas, con sus facciosas prácticas clientelares, caciquiles, oportunistas y arribistas y también con la táctica frentista. Así, decidimos emprender un nuevo momento en la praxis política de la organización: el trabajo entre la clase obrera.
El inicio de la autocrítica y los deslindes correspondientes nos han llevado también a la necesidad de elevar nuestro proceso organizativo para conformarnos como una nueva estructura colectiva.
Las prácticas que marcaron el desarrollo del Frente Oriente dejaron una huella en sus prácticas internas que le impedían convertirse en la estructura necesaria para enfrentar las necesidades que la reconstitución del comunismo requiere. Es por ello que, además de su necesaria disolución, se hace indispensable la conformación de una organización mínima que nos permita estructurar de manera correcta nuestras fuerzas para hacer frente a la complejidad que las tareas de la LdR implican.
Es por esto que quienes hasta hoy nos asumimos como “Ex militantes del Frente Oriente en Lucha por la Reconstitución del Comunismo” hemos decidido conformarnos como Colectivo Unión de Lucha Proletaria, desde el cual habremos de continuar desarrollando la autocrítica que nuestra práctica anterior requiere y, en la misma medida, realizando los deslindes necesarios que parten de ella.
Evidentemente, la necesidad de la Reconstitución Política e Ideológica del Comunismo requiere que redoblemos esfuerzos en nuestro proceso de formación teórica para el correcto procesamiento y desarrollo del Balance del Ciclo de Octubre, balance en el que tendremos que someter nuevamente a crítica nuestra praxis en el extinto Frente Oriente y en el movimiento revolucionario mexicano a través de la Lucha de Dos Líneas, elementos indispensables para iniciar un nuevo ciclo revolucionario cualitativamente superior por la experiencia histórica que el proletariado revolucionario ha acumulado hasta ahora.
La formación teórica es fundamental para poder aplicar el marxismo al marxismo mismo y analizar de manera crítica los diversos procesos revolucionarios que el proletariado internacional ha emprendido hasta el día de hoy para, de esta forma, deslindar claramente el campo revolucionario del que no lo es y dejarlos al descubierto, a la luz del agotado ciclo revolucionario, haciendo patente cuáles han sido las prácticas erróneas que han arrojado la lucha comunista a la derrota momentánea en la que se encuentra sumergida hasta hoy. Tenemos certeza de que en tanto este balance no se desarrolle de manera basta, los fundamentos revisionistas que ahogan al Movimiento Comunista Internacional continuarán dañando cualquier proceso revolucionario que pueda ser emprendido y lo llevarán, irremediablemente, a su derrota.
Decididos pues a emprender este arduo y sinuoso camino, abrazamos las premisas desarrolladas en los documentos fundamentales de la Línea de Reconstitución con los que tenemos amplia coincidencia y de los cuales hemos recibido una serie de elementos teóricos, ideológicos y metodológicos que nos orientan de manera adecuada para desarrollar las tareas que la Revolución Proletaria Mundial requiere.
Las tareas que ahora se nos presentan implican a mediano plazo, y mediante la lucha de dos líneas, iniciar de manera correcta un proceso de coordinación con otros colectivos que en el estado mexicano también se adhieren a los planteamientos vertidos por la LdR –un proceso dialéctico que nos permita un avance cualitativo real– para lograr conformarnos en Comité por la Reconstitución del Comunismo y al que deberán integrarse los elementos más avanzados del proletariado para que sea éste quien participe de manera activa en la elaboración programática y, desde luego, en la construcción del verdadero Partido Comunista Reconstituido, pues la historia nos ha enseñado que no pueden ser ya los elementos de la pequeña burguesía desclasada quienes dirijan dicho proceso revolucionario.
Es momento de que el proletariado revolucionario encabece la forja de la Revolución Proletaria para llevarla a buen puerto, situación de por sí compleja pero sin la cual el camino hacia la revolución será nuevamente derrotado por el revisionismo hasta ahora hegemónico.
La conformación de la Unión de Lucha Proletaria implica un paso fundamental para quienes lo integramos pues representa el inicio de la lucha abierta contra el revisionismo imperante en el Movimiento Comunista Internacional, primer gran bastión de la burguesía en su lucha contra el proletariado revolucionario. La LdR es un arma teórica y metodológica poderosa en manos del proletariado que nos permitirá arribar a los objetivos que nos hemos planteado.
La abierta lucha por la Reconstitución del Comunismo ha iniciado y debemos prepararnos para una larga batalla en la que la crítica y la autocrítica deben ser parte fundamental para el desarrollo correcto de esta ardua tarea.
No nos amedrenta el enemigo ni la enorme tarea que hemos emprendido, pues somos conscientes de la necesidad de ésta y de la justeza de los auténticos principios del marxismo-leninismo. La Línea de Reconstitución representa la recuperación de la universalidad del comunismo.
“En tiempos de locura chovinista, obrerista, sindicalista, ecologista, etc. estar en minoría significa ser comunista”. Nos preparamos en la derrota para arribar a la victoria y trabajaremos decididamente para llegar a ella…
“De novatos que somos devendremos en experimentados”.