A la cola de lo espontáneo: la bancarrota del revisionismo en el Estado mexicano expresada en su carta conjunta al presidente*

“¡Una ‘vanguardia’ que teme que lo consciente prevalezca sobre lo espontáneo, que teme propugnar un ‘plan’ audaz que tenga que ser aceptado incluso por aquellos que piensan de otro modo! ¿No será que confunden el término vanguardia con el término retaguardia?”

Lenin, ¿Qué Hacer?

“... En semejante “corrección” del marxismo se dan hoy la mano la burguesía y los oportunistas dentro del movimiento obrero. Olvidan, relegan a un segundo plano y adulteran el aspecto revolucionario de esta doctrina, su espíritu revolucionario.”

Lenin, El Estado y la Revolución


Pero de la muerte de un ciclo revolucionario en la historia solo pueden quedar sombras para la actualidad. Estamos de pie sobre la experiencia internacional de octubre y de su muerte, determinando el estado actual del MCI en su conjunto y del MC en el estado mexicano en particular. Por un lado, está el ala nostálgica de un proyecto derrotado; el revisionismo hegemónico en los círculos de la vanguardia autodenominada comunista, inoperante, incapaz de reconocer la contradicción y la dialéctica como motor de la historia a través de la guerra de clases, repetidora sacerdotal de citas vacías de sentido histórico, con el norte apuntando hacia la eterna repetición de lo mismo; la vuelta en vida de una momia sepultada hace tiempo por sus propias contradicciones y con la única posibilidad de reproducir el estado actual de cosas como directos traidores, o como bien encubiertos liquidacionistas.

En efecto, de Octubre solo quedan sombras, experiencias invaluables de décadas de un movimiento internacional de la clase hacia el comunismo. No habría problema en el caso de asumir a Octubre como lo que representa actualmente: una fuente gigante de elementos para el balance crítico del ciclo pasado y la posibilidad del desarrollo de las bases para el lanzamiento del próximo ciclo revolucionario en la historia. El asunto es que el comunismo hegemónico se fascina con tales sombras cual Caverna de Platón, asumen tal o cual corriente dentro del proyecto de Octubre como referente y llevan adelante esfuerzos por la materialización de unas premisas extintas desde décadas atrás, renegando de la dialéctica materialista y adoptando religiosamente al conjunto teórico-práctico de su proceso favorito del siglo XX, por lo tanto, incapaces de tener un vínculo real con el contexto en que se vive y las tareas respectivas para dicho periodo. En vez de asumir la necesidad de la reconstitución del comunismo como objetivo estratégico más próximo para la planeación de las tareas a cumplir en cada momento, el comunismo oficial, representado por todas estas organizaciones que al grito de ¡viva la unidad comunista! trafican sus declarados principios que cotidianamente esgrimen cual machete en contra de su supuesto enemigo ideológico ¡en pos de una estéril y pueril unidad para nada más y nada menos que rogarle de rodillas al estado el cese de hostilidades en contra de sus enemigos de clase!. ¡No se enteran estos supuestos comunistas lo que es una institución burguesa! ¿Qué es el estado? Nos gustaría preguntarle a los firmantes, para ver sus cínicas caras reveladas del misterio que profesan hacia afuera y trafican hacia adentro. ¡El estado no es más que el desarrollo histórico de las necesidades de las clases sociales dominantes para proteger sus intereses materializados en estructura y superestructura! ¿Qué sigue para estos “comunistas”? ¿Vamos a traficar nuestros principios y saldar nuestras supuestas riñas ideológicas para unirnos todos de la mano y firmarle a la policía que por favor deje de desaparecer “luchadores sociales”? ¡Vaya comunistas han firmado sobre la mesa!

En la etapa histórica del imperialismo en decadencia, el proletariado es capaz de ganar sus luchas inmediatistas para conseguir reformas dentro del mundo capitalista sin la necesidad de un partido comunista que le “guíe”. Ante el crecimiento de los movimientos espontáneos propios de las crisis cíclicas del capitalismo, las organizaciones revisionistas se ven irremediablemente superadas, pues careciendo de una concepción marxista revolucionaria, no pueden sino fungir como retaguardia de tales movimientos y sus organizaciones, surgidas al calor de la lucha inmediata y firmemente ancladas en el viejo mundo, suscribiendo documentos vergonzantes como el presentemente criticado. Estas organizaciones revisionistas no son capaces de utilizar estos hechos y la consiguiente lucha tribunal en la tradición de nuestro movimiento, esto es, para hacer propaganda revolucionaria y establecer la imperante necesidad de un plan político propio, una agenda revolucionaria de construcción de nuevo poder donde el proletariado pueda imponer su agenda y dejar de funcionar acorde al devenir de los hechos dictado por el viejo mundo. Estas organizaciones prefieren suscribir súplicas al estado por “legalidad” que utilizar la tribuna para hacer denuncias políticas como dicta el comunismo revolucionario, y en palabras de Lenin, una denuncia política es una declaración de guerra al gobierno. Al renunciar a la vía revolucionaria y doblegarse ante las formas ya no artesanales sino directamente anacrónicas de trabajo de estos grupos, estas organizaciones revelan su verdadero carácter de clase, pues ninguna actuación en la sociedad desgarrada por tal antagonismo está libre de ideología, y si la ideología no es revolucionaria, es reaccionaria. No caben términos medios. Ya hace más de 100 años Lenin denunciaba ésta deriva: “Nuestro pecado capital consiste en rebajar nuestras tareas políticas y de organización al nivel de los intereses inmediatos, “tangibles”, “concretos” de la lucha económica cotidiana, ¡pero siguen contándonos: hay que imprimir a la lucha económica misma un carácter político! Repetimos: esto es literalmente el mismo ‘sentido de la vida’ que demostraba tener el personaje de la épica popular que gritaba, al paso de un entierro: ‘¡Ojalá tengáis siempre algo que llevar!’ (...) Pero si además, estos artesanos están enamorados de sus métodos, si escriben siempre en cursiva la palabra ‘práctico’ y se imaginan que la práctica exige que ellos rebajen sus tareas al nivel de comprensión de las capas más atrasadas  de las masas, entonces, desde luego, esos artesanos son incurables, y en efecto, las tareas políticas les son en general inaccesibles.”[1] (Negritas de Lenin).

Lo que fuera tragedia hoy es una farsa. No sólo queda claro el subyacente carácter reformista de estas organizaciones, su eterna vocación de programa mínimo, sino incluso su incompetencia para navegar tales océanos. Creen saber bien dónde está el enemigo, cuando en realidad fungen como destacamentos menores de su retaguardia. Al ubicarse de forma idealista en una suerte de escenario actoral burlesco donde han de repetirse las condiciones materiales históricas concretas que sustentaron el Ciclo de Octubre, éstas organizaciones autodenominadas comunistas no comprenden de manera dialéctica el papel que hoy juega la reforma en el orden totalizador del imperialismo en decadencia. Al respecto, escribe el PCR: “(...) el reformismo, en la era del capitalismo monopolista y cuando el ambiente general no está influenciado en ningún sentido por la revolución, se torna reaccionario, se instala en el poder.”[2] El accionar de estas organizaciones contrarrevolucionarias no hace más que estorbar al proletariado impidiendo el desarrollo de su consciencia revolucionaria, e incluso, en tanto respecta a su amada inmediatez, la presencia de “comunistas” en marchas y huelgas no hace más que poner un foco rojo al estado para tomar medidas drásticas en la represión de las masas ahí presentes. En contraste, los programas y políticas revolucionarias deben ser desarrollados con el fin de que el proletariado se sepa conscientemente agente de transformación histórica con la capacidad de destruir este mundo y construir el nuevo.

Estas organizaciones están rebasadas por tan importante tarea histórica, y es necesario en cambio, que mientras el revisionismo lucha por migajas y por líderes de facto, la vanguardia consecuente asuma las tareas de la reconstitución, pues esta podredumbre es hegemónica. En contraste con el comunismo revolucionario, el revisionismo hegemónico se empeña en partir de las mismas premisas dicotómicas del enemigo que pretende destruir, se adscribe en su praxis a una moral (“egoísmo vs sacrificio”, “trabajo digno vs trabajo indigno”, “estado capitalista vs estado  obrero”) y por lo tanto se ve envuelto en las telarañas de la ideología burguesa. En vez de destruir la balanza, este “comunismo” petrificado simplemente quiere invertir el peso. Las tareas de la revolución en este período inter-ciclos requiere más que la adscripción a uno de estos polos que forman una unidad. De lo que se trata en estos tiempos es de abrir el camino para negar la negación, y para eso es necesaria la reconstitución política e ideológica del comunismo.

¡Un Nuevo Mundo es posible!


Nuevo Mundo
Agosto de 2020




Notas: