Los comunistas ante la represión al independentismo catalán*


Vuelven a arder los rescoldos del otoño caliente catalán. Los voceros oficiosos de la burguesía corren alternando la celebración ufana de la violencia de la sentencia a los presos políticos independentistas, ya escrita de antemano por un Estado inmisericorde, con la reiterativa condena a la violencia popular, la cual agita a cualquier corazón rebelde. Pues a la insaciable política por otros medios del Estado burgués, de petimetres judiciales y jaurías de piolines, gossos y ballenas, se le ha opuesto la valiente y justa política por otros medios del estallido social espontáneo por parte de miles y miles de manifestantes. Estos escenarios de explosiva radicalidad general y descuelgue de masas respecto a los ritmos normales de la política burguesa, junto a la ausencia del sujeto revolucionario proletario, suponen una importante razón para hacer actualmente de las aspiraciones legítimas y democráticas de autodeterminación e independencia nacional para Catalunya la única salida radical posible al problema nacional catalán.

A pesar de esto, la sorprendente aceleración de estas jornadas no nos debe eximir de una necesidad imperiosa, que es la de afrontar desde la perspectiva independiente del proletariado revolucionario la, ya sufrida por muchos, crisis de la estrategia nacionalista de la Esquerra Independentista (EI). Pues, de nuevo, la decidida acción de las masas ha vuelto a pasar por encima de sus autoproclamados representantes radicales: su imparable valentía y probada autoorganización han aterrorizado y movilizado a los infames protectores armados del orden vigente, del mismo modo que han aterrorizado e inmovilizado a la EI. Revoloteando entre bastidores parlamentarios, la EI no solo no ha activado, ni ha acompañado, ni ha acelerado la respuesta a la ignominiosa sentencia al procés (¡Y ni falta que hace!, pueden decir orgullosos los que se batieron en esta llamarada de ira popular); sino que ha dejado solo ante la goma policial al sector combatiente, que aglutina desde desengañados con el pacifismo burgués del movimiento independentista hasta cansados de la monotonía sin futuro de la tiranía del capital. Es decir, han sido desbordados aquellos que, bailando el mambo, tan largamente anhelaban y deseaban un desbordamiento espontáneo y popular. Si en 2017 la EI silenció, junto a sus hermanos mayores, el mandato democrático del pueblo catalán ganado palmo a palmo contra las turbas policiales, siendo incapaz de prolongar y dar un nuevo contenido radical-revolucionario a ese fugaz momento insurreccional, en 2019 se ha ausentado totalmente de organizar una revuelta que, por eso, tampoco pretende expeler ningún mandato. A algunos ya nos es conocida esta conjunción de incapacidad manifiesta y ausentismo cobarde con que la época de reacción actual, liquidado el comunismo como horizonte revolucionario, cubre a todas las corrientes políticas radicales. En este caso de la EI estamos ante un proyecto de una clase sin futuro, la pequeña burguesía, que no tiene la voluntad ni la capacidad para desarrollar a un nuevo nivel la lucha de clases.

Igualmente, este escenario, visto con perspectiva, es una sacudida en la expiración del ciclo político de movilizaciones reivindicativas abierto en 2011, iniciado también con estallidos de masas en torno a problemáticas generales relacionadas con la alta política, sin representación política inmediata. En dicho ciclo el independentismo ha compartido protagonismo con el redivivo reformismo socialdemócrata. Y, por tanto, la EI no puede escapar tampoco de las dinámicas generales de reflujo que atraviesan el movimiento nacional catalán. Pues su entera estrategia política ha consistido en intentar alterar o radicalizar las posiciones dentro del campo independentista a partir del movimiento de masas existente. La consecuencia es siempre la propia premisa: conservar la unidad del movimiento nacional ante todo y para todo, sin ningún tipo de independencia ideológico-política. Y durante estas semanas, apartada la EI de toda conexión con los disturbios y preparando la marcha nacional del 10-N hacia las instituciones burguesas estatales, se revela cómo la unidad nacional sagrada sostenida por la EI esconde, realmente, la unidad de clase en torno al orden social burgués, por más que dicho estallido no toque ni un ápice de este ensangrentado orden civilizatorio. La traducción política es evidente, profundizando en la contención de las masas y en el fortalecimiento inequívoco de las instituciones burguesas autonómicas… ¡qué rupturistas tenemos que soportar!

Al fin y al cabo, en este punto también hay otra sentencia escrita de antemano, en este caso por la Historia, instancia que sí reconoce y respeta el proletariado revolucionario, cuyo veredicto es claro como el agua: la bancarrota del proyecto democrático-popular de la EI, con un socialismo realmente inexistente en la estrategia de construcción nacional. Y no podemos olvidar que lo fundamental respecto a esta inapelable sentencia de fracaso histórico tiene su origen en las coordenadas de partida de la EI, situadas en la tradición nacionalista de la burguesía, en general, y en el ala pequeñoburguesa del catalanismo, en particular. Así pues, mientras algunos aprenden cómo se emprende una campaña electoral, otros intentamos extraer las enseñanzas generales del estallido social reciente. Pues en dignas batallas como las de estas semanas pueden detectarse elementos potenciales y anhelos reales de lucha general, más allá de reivindicaciones específicas, en torno a la rabia social acumulada durante años y años. Pero, ciertamente, como respuesta, estos fugaces estallidos, limitados políticamente de por sí, vuelven a expresar y recordar la caducidad del esquema insurreccional clásico como medio para la misión histórica de la emancipación proletaria. Para que la Rosa de Foc no se consumiera a sí misma, como ocurrió en 1909, en una resignación generalizada capitalizada por una u otra opción burguesa, y para que la ira contra toda represión y la combatividad con que se hace frente a la dictadura de la democracia burguesa se eleven a un corriente caudaloso de lucha organizada para derrocar todo este pútrido sistema social construyendo uno nuevo, el Comunismo, será necesaria la Guerra Popular dirigida por el proletariado revolucionario desde el marxismo. ¡Qué no podrán hacer las masas conscientemente movilizadas en torno al Nuevo Poder en barrios de miseria, si durante días se ha plantado cara a los esbirros del poder en pleno centro de la ciudad, diseñado para no sostener barricadas!

Pero para emprender la emancipación de los explotados modernos es necesario, ante todo, emanciparse del paradigma sobre una pretendida esencia revolucionaria de las masas que inunda los sectores conscientes de la izquierda alternativa, incluida la EI. La otra vía es la existente, en que dicho paradigma, correspondiente al Ciclo revolucionario abierto con la Revolución de Octubre en 1917, sólo prepara una derrota tras otra. Como en Euskal Herria, o como la misma EI ya experimentó en los años 90. Por todo esto, la Reconstitución del comunismo se abre como la primera e ineludible tarea de la revolución hoy en día. Y la batalla se libra en el espacio de la vanguardia, de esos sectores conscientes. La lucha de dos líneas por la concepción marxista del mundo y la construcción del Partido Comunista como sujeto revolucionario y fusión de la vanguardia proletaria con el movimiento social son la concreción de esa tarea: reconstitución ideológica y política del comunismo. Este es el único camino posible para desplegar la guerra revolucionaria proletaria, o Guerra Popular, contra el Estado español, y la verdadera democracia de masas, la Dictadura del Proletariado, para la construcción libre y consciente del Comunismo. Este es el único horizonte de progreso histórico contra el capitalismo agonizante y contra toda opresión; esta es la única política por otros medios del proletariado revolucionario; en definitiva, este es el único camino para hacer de los fuegos dispersos un incendio total contra la sociedad capitalista.


¡Contra la represión, internacionalismo proletario!

¡Comunismo y autodeterminación!

¡Por la reconstitución ideológica y política del comunismo!