La vanguardia marxista-leninista en el Estado mexicano. Presentación

La reconstitución, tarea estratégica de la vanguardia proletaria internacional

Si en sus momentos de mayor éxtasis la Revolución Proletaria Mundial (RPM) ha profundizado en la “unidad e indivisibilidad de la lucha de clases” (Stalin), en su período de máximo repliegue este principio no deja de presentársenos, aun en su más descarnado sentido, como absolutamente racional, como el contenido necesario de la época de guerras y revoluciones en que estamos inmersos. Es por ello que la decimonónica fórmula que entroniza nuestra cabecera, “¡Proletarios de todos los países, uníos!”, está más vigente que nunca, siempre claro, que nos sometamos a su verdadero espíritu materialista, es decir, que la apliquemos en función de un Mundo que se estremeció con el emerger del proletariado como clase revolucionaria y que actualmente padece, en todos sus extremos, a cuenta de su letargo.

La crisis sin precedentes por la que atraviesa el Movimiento Comunista Internacional (MCI) expresa el corte que se ha producido en el proceso de la RPM, la quiebra objetiva del modo en que pudo desplegarse el sujeto revolucionario durante el pasado siglo. La Línea de Reconstitución (LR) pone el acento en el reconocimiento de esta ruptura global a la vez que reclama ser momento necesario de su continuidad histórico-universal. Por ello, la táctica-Plan de la vanguardia marxista-leninista sitúa a la orden del día la reconstitución ideológica y política del comunismo, que parte de las manifestaciones más avanzadas de la praxis revolucionaria desempeñada por nuestra clase a lo largo y ancho del mundo y que constituye el contenido principal de todo un período de la lucha de clases internacional, el de preparación de las condiciones para iniciar un nuevo Ciclo de la RPM.

En contra del revisionismo dominante en el MCI, podrido de empirismo nacionalista, la LR se caracteriza por destacar el vínculo orgánico y sustantivo entre las tareas que enfrentamos los comunistas de los diferentes países como destacamentos de una misma clase revolucionaria. Por esto resulta especialmente significativo y alentador el camino emprendido por varios colectivos comunistas del Estado mexicano que durante este 2020 han salido a la palestra enarbolando la bandera de la reconstitución. Hasta ahora no nos era desconocido el creciente interés que nuestros postulados han suscitado entre un sector de izquierda de la vanguardia proletaria internacional, especialmente en América Latina, como tampoco nos resulta del todo ajena la aproximación hacia la LR que, en diferentes grados, ello está provocando. Sin embargo, el feliz atrevimiento de los camaradas mexicanos, que han proclamado abiertamente como propios los objetivos y medios de lucha de la vanguardia marxista-leninista, supone un antes y un después en la trayectoria de la LR, pues por primera vez ésta adquiere una dimensión organizativa y pública fuera del Estado español.

Desde aquí saludamos con entusiasmo a los colectivos de Bandera Roja (BR), Nuevo Mundo (NM) y la Unión de Lucha Proletaria (ULP) pues su nacimiento supone un espaldarazo a las posiciones de la LR, que ahora se sitúa ante la posibilidad de ir tomando tierra en una forma, internacional, más adecuada a su contenido universal. Acorde con nuestro innegociable compromiso con el internacionalismo proletario, damos desde ya difusión al trabajo de vanguardia que los camaradas están desarrollando, incluyendo en este número de Línea Proletaria varias de sus publicaciones. No obstante, nada es unilateral y nuestro soporte internacionalista de la actividad de los camaradas, que es apoyo al asentamiento y extensión de la línea proletaria en el MCI, estaría incompleto sin el estudio crítico de sus posicionamientos. Y es que apoyo fraternal y vigilancia revolucionaria son los dos respectos dialécticos del internacionalismo proletario. Es por esto que acompañamos esta Presentación de unos comentarios críticos, suscitados al abrigo del estudio de la propaganda de los camaradas.

Hemos de decir que dentro de la generosa producción literaria acumulada ya por los camaradas[1], nuestros comentarios van a centrarse esencial, aunque no exclusivamente, en el documento de BR “La derrota del Partido Comunista de México ante la condición de la mujer”. Ello se debe a la multitud de cuestiones relacionadas con el Balance del Ciclo de Octubre que se abordan en un escrito que, además, ha encontrado eco entre los otros destacamentos. Esto no quiere decir, por otro lado, que perdamos de vista la actual autonomía existente entre los diferentes colectivos de la LR en el Estado mexicano, independencia a la cual nos atendremos, como es lógico, en nuestras valoraciones.

Antes de entrar en materia, insistiremos en un par de aspectos que son imprescindibles para encuadrar justamente la crítica. En primer lugar, y parafraseando a Lenin, la LR está lejos de haber ajustado cuentas con las corrientes teóricas hoy hegemónicas en el movimiento comunista. Nuestra lucha sigue desenvolviéndose en el contexto de la fase política de la revolución y, más específicamente, en la etapa de defensiva política estratégica, de formulación de la Línea General de la RPM a través del Balance del Ciclo de Octubre y la lucha de dos líneas. Estamos pues en un período en que la consolidación de tal o cual matiz definirá el porvenir del movimiento. En segundo lugar, y derivado de lo anterior, el dominio mayoritario del revisionismo en toda la línea de batalla del MCI ha trocado la lucha de dos líneas por el liberalismo en todos los planos. En este sentido, situar la ideología proletaria al mando exige cultivar una cultura de vanguardia que privilegie el tratamiento claro y sin circunloquios de las problemáticas teóricas y políticas que afectan al movimiento. La preferencia por exponer nuestras críticas a los camaradas forma parte de esta lucha por un estilo de trabajo que permita retornar al marxismo a su posición como teoría de vanguardia.


Balance y Ciclo de Octubre

Como sucede con la praxis de la RPM, el contenido del Balance del Ciclo de Octubre es internacional (atiende a la experiencia de una clase revolucionaria universal y a su estado de derrota global), mas la forma de su despliegue debe responder a las circunstancias de la lucha de clases a nivel de cada Estado, lo que significa tener en cuenta las relaciones objetivas entre todas las clases del país, la correlación de fuerzas en el seno de la vanguardia, las problemáticas teóricas y políticas sobre las que pivota el interés del movimiento comunista local, el peso de la tradición revolucionaria de vanguardia, etc. Y es que el Balance, como vector principal de la reconstitución ideológica del comunismo, debe articularse en función de la línea de masas de la vanguardia marxista-leninista, de modo que su implementación sedimente en independencia teórica y política del proletariado, en construcción de movimiento revolucionario pre-partidario de vanguardia. Esta es la orientación que debemos imprimir los comunistas de todos los países a nuestro trabajo, en el camino para la reconstitución de partidos comunistas cuya práctica social de vanguardia (lo que hoy sólo puede significar fusión de conciencia y ser social para la dirección de Guerra Popular y construcción de Nuevo Poder) permita la reconstitución efectiva del MCI y el comienzo de una nueva ola de la RPM.

En esta época de transición entre dos ciclos revolucionarios, el Balance del Ciclo de Octubre es la mediación necesaria y concreta que da sentido a la consigna de unidad de los proletarios de todos los países. Y los colectivos mexicanos se han situado en el campo de la LR en la medida en que han reconocido el carácter de primer orden de esta tarea, su lugar sustantivo dentro del Plan de Reconstitución. Así, los camaradas de NM parten del agotamiento de las premisas del Ciclo de Octubre y proclaman la necesidad del balance, aunque ofrecen diferentes caracterizaciones de esta tarea. Aquí nos detendremos en aquella en que NM detalla con más precisión eso del “Balance Crítico”, que consistiría en:

“...detectar la línea burguesa presente en el Ciclo de Octubre que llevó a la derrota de la línea revolucionaria restableciendo de nuevo la hegemonía de las relaciones capitalistas al interior de la construcción socialista...”[2]

La enunciación de los camaradas se basa en dos elementos, la detección de “la línea burguesa presente en el Ciclo de Octubre” y su acotamiento a los procesos de “construcción socialista”. En cuanto al primero, es primordial diferenciar entre la línea burguesa (la vía de liquidación de la revolución) y la línea proletaria (la vía de continuidad de la RPM), tal como éstas se manifestaron históricamente durante el Primer Ciclo de la RPM. No obstante, “detectar la línea burguesa” no implica más que identificación de las posiciones teóricas y políticas en que se atrincheró el revisionismo en un determinado contexto de la historia del MCI. Pero si partimos del marxismo como unidad de contrarios, en donde la línea burguesa es el negativo dialéctico, necesario e inseparable de la línea proletaria; y a su vez reconocemos que las premisas del marxismo como producto histórico, tal como pudieron articularse en el Ciclo de Octubre, han sido consumadas por la praxis revolucionaria del proletariado, ¿no nos deja la simple “detección” encerrados en las lógicas de un Ciclo clausurado? La fórmula de NM termina pasando por alto el agotamiento del paradigma revolucionario de Octubre (a pesar de que lo señalen de forma concienzuda) y no resuelve la cuestión fundamental del Balance, que pasa por comprender las transformaciones objetivas que la actividad del sujeto revolucionario ha provocado en la revolución misma, esto es, la revolucionarización de las leyes de la revolución por el proletariado autoconsciente[3]. Avanzando sobre la segunda parte de la definición, ésta se centra en los procesos de “construcción socialista”. Es de reseñar que los camaradas acentúen la relevancia de estos procesos, por cuanto expresan las formas más elevadas de la lucha de clases proletaria y en ellas anida el nuevo punto de partida universal del próximo Ciclo de la RPM. Sin embargo, esta óptica sigue dejando fuera del Balance experiencias de primer orden que no podemos pasar por alto. Por ejemplo, sólo a voluntad podemos deducir que el planteamiento de NM incluye el período de constitución del Partido Bolchevique o la experiencia de la Internacional Comunista. Y se hace imposible encajar en ella al Partido Comunista del Perú, que reconstituido como partido proletario de nuevo tipo pasó a aplicar la línea de Guerra Popular siguiendo un esquema de construcción concéntrica de los instrumentos de la revolución, en lo que supone una lección de carácter universal para la reconstitución del sujeto revolucionario. En resumen, la definición más específica[4] de NM contiene verdades, pero es globalmente incorrecta por cuanto ofrece una imagen deformada del marxismo y tiende a vaciar de contenido la tarea estratégica de la reconstitución.

Enfilar el Balance del Ciclo de Octubre implica atender a Mao, quien decía que “para el proletariado el arma más afilada no es otra que una seria y combativa actitud científica”. El mentado escrito de BR “La derrota del Partido Comunista de México ante la condición de la mujer”[5], hace un extenso repaso de la experiencia de la RPM. Fijando su atención en la socialdemocracia de la II Internacional, los camaradas afirman que:

“En ambos partidos [el Partido Socialista Francés y el Partido Socialdemócrata Alemán], aún con tareas democráticas que conquistar [en 1902-1904], dado el momento histórico en el que se encontraban...” [BR, pp. 53-54 (la negrita es nuestra –N. de la R.)]

Esta apreciación resulta importante por cuanto refleja el modo en que los camaradas abordan el Ciclo de Octubre. En este breve fragmento BR se refiere a Francia y Alemania como países con “tareas democráticas que conquistar” a principios del siglo XX y ello se hace sin ofrecer un sólo argumento basado en el materialismo que obligue a reconsiderar la que hasta ahora pasa por ser la posición clásica del marxismo sobre este tema, y que la LR sostiene, a saber: que Francia y Alemania son los exponentes de las dos formas generales que adoptó la revolución burguesa en su ciclo maduro, durante la fase de ascenso del capitalismo concurrencial. Francia representa la vía revolucionaria, donde entre 1789 y 1814:

“Los unos [los Desmoulins, Danton, Robespierre, Saint-Just] hicieron añicos las instituciones feudales y segaron las cabezas feudales que habían brotado en él. El otro [Napoleón] creó en el interior de Francia las condiciones bajo las cuales ya podía desarrollarse la libre concurrencia, explotarse la propiedad territorial parcelada, aplicarse las fuerzas productivas industriales de la nación, que habían sido liberadas...”[6]

La vía francesa tiene por base la alianza de la burguesía revolucionaria con las masas urbanas y campesinas y se caracteriza por el papel protagónico que las masas populares asumen en la liquidación del viejo orden, que tendrá como resultado mediato la construcción del Estado-nación francés y la explosiva progresión de las nuevas relaciones de clase capitalistas. Por el contario, la vía prusiana de la revolución burguesa se sustenta en el compromiso entre burguesía liberal y nobleza terrateniente. El ascenso de las relaciones de clase capitalistas en el contexto prusiano-alemán se produce por la decisiva intervención del Estado, que bajo la dirección política de la vieja aristocracia impulsa un verdadero programa de transformación social capitalista. El largo proceso de la revolución burguesa alemana comienza en 1808-1813, se ve profundamente afectado por el movimiento revolucionario de 1848 y desemboca en los años 1870 en la monarquía bonapartista, el régimen que en palabras de Engels presuponía la liquidación del feudalismo y por tanto el triunfo, velado entre coronas, de la burguesía. El contenido fundamental de la revolución burguesa es el establecimiento de las relaciones de clase capitalistas, por lo que cualquier programa democrático consagrado a completarla había quedado históricamente amortizado en Francia y Alemania antes del siglo XX. Para ese entonces, en el 1904 del que hablan los camaradas, no había más programa de vanguardia para los proletarios franceses y alemanes que la Dictadura del Proletariado, cuyo luminoso sendero despejó la Comuna de París... en 1871.

Los camaradas despachan rápidamente un asunto que ellos mismos han considerado necesario traer a colación, remitiéndose “al momento histórico”, seguramente sin advertir las resbaladizas consecuencias de su muy breve aserto. La primera de ellas salta a la vista especialmente en el contexto de lucha dos líneas en los países imperialistas, donde la remisión a las “tareas democráticas pendienteses un mantra inagotable bajo el que se oculta la liquidación de la Dictadura del Proletariado como instrumento de la revolución proletaria. Pero esta es una desviación oportunista de carácter universal, como bien señala BR criticando el frente anti-monopolista del PCM. En el caso del imperialista Estado español este discurso se concreta en la insufrible perorata de la reforma como vía al socialismo, a través de toda suerte de frentes interclasistas y etapas republicano-populares (sea bajo la consigna socialchovinista de “república popular, democrática... y española” o mediante el lema pequeño-burgués de “independencia y socialismo”), y que se opone a la vía revolucionaria de la Guerra Popular. En todo caso, cabe preguntarse qué tipo de tareas democráticas debían conquistarse en Francia y Alemania, y la relación que éstas tenían con las tareas del partido obrero, habida cuenta que, para ese entonces, en la III República francesa el oportunismo ya había tomado cuerpo en todo un Millerand, ese ejemplo de “bernsteinianismo práctico”.

La segunda consecuencia directa de este planteamiento tiene que ver con el enfoque marxista sobre la experiencia histórica de la lucha de clases. El proceso material que se encumbra como clave de bóveda para comprender el entero Ciclo de Octubre es el entrelazamiento histórico de la revolución burguesa y la revolución proletaria. Para tratar dialécticamente esta premisa general debemos atenernos a la diferencia que Lenin establecía entre historia y política que, en lo que nos ocupa, nos enseña que la manifestación política de la yuxtaposición histórica de revolución burguesa y proletaria durante el Ciclo está condicionada en cada país por el particular discurrir previo de la revolución burguesa, el grado de madurez alcanzado por el proletariado como clase independiente y la posición de ese país en el sistema imperialista mundial, es decir, por la lucha de clases observada a escala histórica y global. En este sentido, pocas similitudes pueden establecerse entre la Alemania de 1904, potencia imperialista con un movimiento obrero a la vanguardia del proletariado internacional y donde a la orden del día estaba el socialismo, y, por ejemplo, la China del mismo período, un país semi-feudal y dependiente del imperialismo, que aún no había experimentado la revolución democrática y donde la vanguardia apenas había entrado en contacto con el marxismo. Un país donde, efectivamente, sí quedaban tareas democráticas por conquistar.

Nuestros camaradas toman una premisa histórica correcta, pero la simplifican encajonándola en el lecho de Procusto, como si los hechos ya tuviesen asignada una categoría independiente de su naturaleza concreta y de su vínculo objetivo con la experiencia histórica de la lucha de clases. Prosiguiendo con las consideraciones de BR sobre el Primer Ciclo de la RPM, en el epígrafe dedicado a “las condiciones de la mujer en la experiencia revolucionaria soviética” los camaradas muestran preocupación por la dialéctica relación de “unidad y lucha entre revolución democrático-burguesa y revolución socialista” (BR, p. 22), idea esencial para comprender la RPM en general y el Ciclo de Octubre en particular. Pero en sus conclusiones:

“La revolución proletaria, en tanto que cumplió con las tareas pendientes de la revolución democrático-burguesa, significó un avance gigantesco para la vida de las mujeres soviéticas. (...) se alcanzaron derechos y condiciones para las mujeres nunca vistos en la historia de la humanidad (hasta la fecha muchos avances no se han vuelto a conseguir). Por primera vez fue posible ver a mujeres en altos puestos políticos y militares, destacando en el ámbito de la ciencia y la técnica, sin embargo las limitaciones históricas propias de esa experiencia revolucionaria pionera imposibilitaron la plena emancipación femenina” [BR, pp. 29-30 (la negrita es nuestra –N. de la R.)]

Los camaradas subliman el aspecto democrático-burgués de la Revolución de Octubre hasta el punto en que es la exclusiva consecución de sus “tareas pendientes” la que marca un avance para las mujeres soviéticas. Esta idea lleva a BR a buscar tales avances en la positividad del dato de la incorporación de la mujer a la vida pública, observable en su manifestación empírica como adquisición de derechos y promoción social hacia “altos puestos políticos y militares” (BR, p. 30). Avances que también tienen continuidad en una industrialización que no sería más que “otra tarea pendiente de la revolución democrático-burguesa” (BR, p. 28). Claro que ese proceso de incorporación de masas referenciado por los camaradas es impugnado en el mismo momento en que se defiende, pues se observa a través de las oscuras lentes del concepto burgués (feminista) de trabajo reproductivo, desde el que todos los gatos son pardos: tanto vale para hablar del trabajo doméstico privado como del trabajo productivo social, como demuestra BR, que bajo tal etiqueta acaba nominando no ya al trabajo no retribuido de las mujeres, sino hasta el trabajo asalariado de las proletarias soviéticas en la industria textil estatal (BR, pp. 28-29).

Aquí debemos hacer un inciso, para remarcar que la utilización acrítica de términos propios de una concepción burguesa del mundo nada tiene que ver con la propuesta de Balance de la LR. Sólo mediante la lucha de dos líneas y una profunda y seria labor de investigación que demuestre su necesidad científica y su posición de vanguardia desde el punto de vista histórico podemos integrar, dialécticamente, un determinado concepto en el corpus teórico del marxismo. Pero esta tarea, de mediación a través de la lucha de clases en el plano teórico, está ausente en relación al concepto de trabajo reproductivo (¿no retribuido?) de las mujeres que, sin más explicaciones, sin un balance crítico de la cuestión, se superpone con la perspectiva marxista en este tema, perspectiva que fue nada menos que parte orgánica de la teoría de vanguardia sobre la que se levantó la praxis revolucionaria del entero Ciclo de Octubre. Aquí, y como adelantábamos en el Editorial, la principal reflexión a realizar, y de la que depende todo lo demás, es esta: ¿contribuye a la lucha por la independencia ideológica y política del proletariado aceptar los planteamientos teóricos de la burguesía? ¿No hay espacio en esta esfera de la lucha de clases para aplicar el principio comunista de atreverse e ir contra la corriente?[7]

Dejando a un lado el trampantojo feminista del trabajo reproductivo (cuyo tratamiento excede el objeto de esta Presentación), BR intuye acertadamente la necesidad de desnudar el vínculo entre el devenir de la lucha por la emancipación de la mujer en la URSS y la contradicción entre “revolución democrático-burguesa y revolución socialista”. Pero al tratar la relación entre los dos elementos de esta unidad dialéctica, los camaradas fuerzan la descomposición analítica de los mismos hasta el punto en que éstos aparecen férreamente diferenciados, sustantivos en sí mismos y opuestos entre sí mecánicamente. La relación entre revolución democrático-burguesa y socialista pasa a regirse bajo el principio metafísicodos hacen uno”, con la salvedad de que el aspecto proletario-socialista ni siquiera suma, pues perece ante el carácter absoluto de la revolución democrático-burguesa y sus tareas pendientes en Rusia, que agotan todo el contenido de Octubre por más que se le nomine formalmente como revolución proletaria. Hay que decir que, en última instancia, esta es la interpretación burguesa de la revolución soviética (ayer era punto de partida de la crítica menchevique-kautskiana a los bolcheviques y hoy es conclusión de buena parte de la historiografía burguesa), donde Octubre queda simplificado como un proceso de implantación del desarrollismo burgués-capitalista en las condiciones rusas. Esta es también la perspectiva hegemónica entre el revisionismo moderno, sólo que éste estampa en ese agregado positivo de avances socioeconómicos el vocablo socialista. Tal reduccionismo, de corte economicista-productivista, es el resultado lógico cuando se abordan las revoluciones proletarias del pasado, que terminaron en derrota y restauración de la dictadura de la burguesía, tomando unilateralmente los hechos, prescindiendo del sujeto revolucionario.

Frente a esta visión la Nueva Orientación nos dice que “plantear la cuestión de la emancipación significa poner en primer plano el problema del Partido Comunista, el de su naturaleza y todas las cuestiones relacionadas con los requisitos para su construcción[8], lo que al afrontar el Balance del Ciclo de Octubre significa situar el foco en el sujeto revolucionario, en la morfología de sus elementos constituyentes y su relación con el marco objetivo de la lucha de clases en unas condiciones históricas determinadas. Volvemos al entrelazamiento de revolución burguesa y proletaria como proceso histórico en que se enmarca el Primer Ciclo de la RPM, circunstancia que, no casualmente, define el contexto político de la primera experiencia revolucionaria del proletariado a gran escala (con permiso de la Comuna de París), la Revolución Socialista de Octubre.

Remitiéndonos a nuestro balance de la experiencia soviética[9], si analizamos muy resumidamente las contradicciones entre revolución democrática y socialista desde la materialidad del sujeto revolucionario, tal y como aquellas se presentan en el amanecer del Ciclo de Octubre, vemos que la fusión dialéctica de la vanguardia revolucionaria y el movimiento de masas signa la forma del partido proletario de nuevo tipo, que a partir de aquí deviene en ley de la revolución. Esta dialéctica vanguardia-masas se basa en el conjunto de mediaciones ideológicas, políticas, culturales y organizativas que la vanguardia marxista crea para elevar a su posición a las masas de la clase. Observado desde nuestra época, lo original y característico de Octubre (y determinante para el conjunto del Primer Ciclo de la RPM) es que el movimiento de masas es histórica y políticamente ascendente, retiene en sí su virtualidad revolucionaria y se ha configurado previa e independientemente del factor revolucionario-consciente. De este modo el contenido de la dialéctica vanguardia-masas estará condicionado para los bolcheviques por su capacidad para vincularse con un movimiento de masas que responde a la lógica desbordante propia de la revolución democrática, es decir, que en primer plano aparece ante la vanguardia marxista de Rusia la necesidad de dotar de dirección política a un proceso social en marcha.

Desde otro plano, el de los jalones que va estableciendo la práctica bolchevique en ese multifacético concentrado de contradicciones que era la sociedad rusa, Lenin puede defender correctamente, tras febrero de 1917, la revolución socialista como tarea inmediata del proletariado para derribar al Estado feudal-imperialista en manos de la burguesía, sin por ello perder de vista que en el campo seguía disputándose el eje de gravedad de las relaciones entre todas las clases del país. He aquí otra muestra de la viva y fluida contradicción entre los elementos democráticos y socialistas de la revolución proletaria soviética. Igualmente, la racionalización que el intelectual colectivo bolchevique realiza del bagaje de los primeros años de dictadura revolucionaria y guerra civil permite al Partido reordenar sus fuerzas y ampliar la base de apoyo para la edificación socialista, de modo que con la NEP la alianza obrero-campesina se articula contando con la pervivencia del capitalista individual. Posteriormente, la acumulación de fuerzas internas sobre la base del socialismo en un solo país permitirá al partido revolucionario desplegar en toda su radicalidad histórica las banderas de una transformación social (coronada por un programa de industrialización en el contexto de dictadura revolucionaria del proletariado) que tomada en su totalidad histórica sólo puede calificarse, algo que siempre ha reivindicado la LR, como revolución socialista.

Sólo observados unilateralmente, desgajados del proceso histórico del que forman parte, pueden estos hechos archivarse bajo el rótulo de democrático-burgueses. E incluso así resulta difícil sostener tal dictamen. Por ejemplo, la perspectiva industrializadora inscrita en el paradigma de Octubre tenía el sello de la clase revolucionaria precedente, de cuya obra histórica de avanzada debía partir un proletariado inmaduro como clase de vanguardia. Pero ¿dónde estaba escrito que el “avance” de la incorporación de las masas a la vida pública debía realizarse mediante el Terror rojo? ¿En qué cláusula del decurso histórico se dice que la “industrialización pendiente y burguesa” debía encumbrarse con la expropiación del capitalista individual? ¿No es esto, impulsado por el primer partido de nuevo tipo en la historia desde la primera base de apoyo estable de la RPM, algo más que un cumplir las tareas pendientes de la revolución burguesa? Y con todo, la lección histórico-universal de Octubre no está en expropiaciones, colectivizaciones o conquistas de derechos. En este punto en que se cruzan histórica y políticamente revolución democrática y socialista, el hito universal que marca la vanguardia bolchevique reside en que su ligazón con el movimiento de la clase hace del Partido Comunista una magnitud histórica que por primera vez lleva a ese movimiento dado más allá, que lo eleva sobre sus condiciones inmediatas y lo transforma en el movimiento revolucionario autoconsciente de la clase hacia el Comunismo. Y esto también incluye, como no podía ser de otro modo, la emancipación de la mujer, pues mientras la revolución estuvo en curso la proletaria participó orgánicamente de esta lucha y se elevó junto con su hermano de armas a la posición de vanguardia del comunismo, tal como ésta podía articularse en las condiciones históricas determinadas de la revolución soviética. Sólo asegurando teóricamente este eslabón, de continuidad con la obra histórica del proletariado revolucionario, podemos afrontar dialécticamente la ruptura, la crítica radical del Ciclo de Octubre como plataforma necesaria de la siguiente gran ola de la RPM.


Acerca del Partido Obrero de Nuevo Tipo

Hemos dicho que BR prescinde del sujeto revolucionario en su análisis, de modo que la experiencia histórica del proletariado queda retratada de forma unilateral. Los camaradas tienden a dar por supuestas las condiciones históricas en que se constituyó la vanguardia revolucionaria marxista del Ciclo de Octubre, así como los elementos materiales que determinaron su fusión con el movimiento obrero. De este modo el partido de nuevo tipo corre una irónica suerte en su estudio, pues aparece con mayor nitidez cuando más se desvanece en los entresijos de la revolución. Y es que BR concentra sus esfuerzos en denunciar los momentos en que en la URSS y China se acrecentó la escisión entre vanguardia y masas (BR, pp. 30, 34, 35, 36, 44, 47...), lo cual en sí mismo no es desacertado, siempre que se explique su fusión, cómo la unión dialéctica de vanguardia y masas se concretó y desarrolló en las experiencias protagonizadas por estos partidos comunistas, pues auge y caída son momentos diferentes del mismo proceso histórico. No obstante, al cerrar el epígrafe sobre la revolución china los camaradas sí hacen una aproximación en positivo al partido de nuevo tipo, en la que dicen que “el problema de la organización revolucionaria es el de la definición de los tres elementos constitutivos del Partido”, que vendrían a ser “la formación teórica, la definición de la línea política y la táctica-plan” (BR, p. 50).

Sin embargo, el Partido Obrero de Nuevo Tipo es la fusión de la vanguardia con las masas de la clase, una relación social cuya dialéctica unidad se expresa a través de la línea de masas de la vanguardia, esto es, del conjunto de medios e instrumentos que desde la conciencia revolucionaria se articulan para elevar a las masas de la clase a la posición del comunismo. Esta es la fórmula leniniana clásica del partido revolucionario como fusión del socialismo científico y el movimiento obrero, confirmada por un siglo de revoluciones proletarias y que sintetizada en la Tesis de Reconstitución nos dice que la “línea de masas de la vanguardia es, en definitiva, el elemento de unidad que configura al PC sobre los elementos constitutivos de la Clase -vanguardia y masas-.”[10] La profundización de la praxis revolucionaria durante el Ciclo de Octubre nos enseña, además, que la culminación de la reconstitución del Partido Comunista (la fusión de la vanguardia teórica y la vanguardia práctica del proletariado) sitúa al movimiento revolucionario de la clase en disposición de iniciar inmediatamente la Guerra Popular, transformándose la línea de masas de política en militar. En resumen, y si somos consecuentes con la fórmula leniniana que la LR defiende, los elementos constitutivos del Partido Comunista son siempre la vanguardia y las masas.

La definición de BR se sale por la tangente, revisando la concepción del partido comunista para disponer una serie de elementos que se encuentran en diferentes planos de la lucha de clases y cuya coincidencia da como resultado nada menos que la constitución del partido revolucionario. Pero si la formación teórica, la existencia de una línea política y de una táctica-plan valen para cumplimentar la reconstitución partidaria, ¿no estaría cualquier círculo de propagandistas con un mínimo de músculo político-organizativo en disposición de intitularse a sí mismo como partido comunista? BR no tiene tiempo para explicar su novedosa fórmula partidista e inmediatamente lanza los interrogantes sobre ¿quién decide y quién dirige?, enfocados a cuestionar la estructura revisionista del PCM, para lo cual los camaradas abren el melón del centralismo democrático, al que consagran un epígrafe.

BR comienza la breve historia del centralismo democrático en la Comuna de París para pasar directamente a la II Internacional, donde sitúa el origen del asunto. Es aquí donde se introduce el tema de las tareas democráticas a conquistar en Francia y Alemania antes abordado. Los camaradas indican, resumidamente, que Kautsky sintetiza esta experiencia organizativa tal cual se le presenta a la socialdemocracia, de modo que el centralismo democrático serviría para hacer que el partido obrero avance combinando el movimiento económico y la lucha parlamentaria, lo que hará que éste quede codificado como un problema de coordinación, unidad de acción y dirección y así pasaría, en primera instancia, al MCI:

“Tras la escisión en dos alas del Movimiento Comunista esta táctica organizativa [el centralismo democrático] habría de ser reformulada cara a la Revolución Proletaria Mundial, haciendo surgir de ella las características propias de la lucha abierta del proletariado, de esa manera ha supuesto para el conjunto de la militancia la esencia del Partido de Nuevo Tipo leninista, lo cual posibilitó la constitución de organizaciones y partidos comunistas en diversas partes del mundo, sobre todo durante el periodo de existencia de la Komintern” [BR, pp. 54-55 (la negrita es nuestra –N. de la R.)]

Antes de nada, ¿a qué escisión en dos alas del Movimiento Comunista se refiere BR? Dado que hablan de una ruptura que posibilitó la formación de partidos comunistas durante el período de la Internacional Comunista (IC), la frase sólo tiene sentido si se refiere a la escisión del movimiento obrero socialdemócrata internacional... ¿La II Internacional ha devenido en comunista?[11] Una vez más hemos de insistir, con Mao, en que la reconstitución de la ideología de vanguardia debe partir de una rigurosa actitud científica, que compruebe la veracidad de las afirmaciones en el proceso histórico de la lucha de clases, en la praxis revolucionaria del proletariado. ¿Considera BR que hoy carece de sentido la distinción cualitativa entre la época de la II Internacional, con sus partidos obreros de masas, y la época de la IC y los partidos de nuevo tipo? ¿La historia ha borrado aquel significativo cambio de denominación del Partido Bolchevique tras Octubre, que pasó conscientemente a denominarse comunista abandonando el viejo título de socialdemócrata? La LR está muy lejos de plantear tales cuestiones, y no consideramos que nuestros camaradas lo pretendan, pero es a donde conduce la lógica de sus fórmulas si se toman en serio, cosa que nosotros hacemos.

Retomando el hilo del centralismo democrático, pero yendo más allá del vocablo, a principios del pasado siglo el centralismo se había convertido en parte del debate dentro del movimiento socialdemócrata internacional. Si en países como Francia, Alemania o Italia este debate estaba directamente vinculado con las divergencias de revolucionarios y oportunistas en torno a la táctica parlamentaria de los partidos obreros de masas, en Rusia la polémica se va a presentar como una batalla más de la guerra por hacer prevalecer el carácter de vanguardia del partido, como lucha por la preeminencia de la ideología proletaria como verdadera guía del movimiento revolucionario. En “Un paso adelante, dos pasos atrás” Lenin sale al cruce de quienes le motejan de jacobino por su plan de organización, elevando la apuesta de sus críticos: “El jacobino, indisolublemente ligado a la organización del proletariado consciente de sus intereses de clase, es precisamente el socialdemócrata revolucionario[12]. Además, el bolchevique añade a esta correlación histórica la conexión entre el girondismo y el anarquismo señorial ruso, señalando “la tendencia indiscutible a defender el autonomismo contra el centralismo como rasgo esencial del oportunismo en las cuestiones de organización.”[13] Anótese que las críticas a las posiciones de Lenin en materia de organización pronto se extienden en el ámbito internacional y sus planteamientos serán censurados incluso por el ala izquierda del SPD, pues tanto Kautsky (defensor del centralismo organizativo) como Luxemburgo se posicionan repetidamente del lado del menchevismo, en la medida en que presionan para que las dos tendencias del POSDR vuelvan a unificarse[14]. El debate sobre centralismo tenía una dimensión internacional y su enfoque debía necesariamente conectar con la concepción del partido proletario: a medida que los bolcheviques forjan su propio camino, se distancian del viejo partido obrero y, consecuentemente, del modelo alemán de centralismo, dirigido a garantizar la unidad de las corrientes socialdemócratas cobijadas en su seno.[15]

Por esto no asiste la razón a BR cuando afirma que la idea de centralismo democrático de signo kautskiano es reformulada tras la escisión del “movimiento comunista” y el comienzo de la RPM, pues los problemas relacionados con el centralismo ya están integrados en la perspectiva del movimiento proletario de los marxistas revolucionarios de Rusia antes de 1903. Al calor de los debates del II Congreso del POSDR Lenin defiende que el centralismo es un principio organizativo del partido revolucionario que implica la construcción partidaria desde arriba, frente al planteamiento oportunista de la autonomía que presupone la estructuración del partido obrero desde abajo[16]. El Partido Obrero de Nuevo Tipo se despliega concéntricamente, desde su núcleo central (los organismos superiores) hacia la periferia (los organismos inferiores), formando un sistema único de organizaciones conectado por la línea de masas que la vanguardia articula políticamente en torno a la conciencia revolucionaria. La unidad sobre los principios de la ideología proletaria y la línea de masas de la vanguardia son el hilo conductor de la perspectiva leninista de la organización revolucionaria y del principio organizativo del centralismo. El centralismo sólo tiene sentido, desde el punto de vista del marxismo, si seguimos la cadena dialéctica de eslabones ideología-política-organización, si observamos que construir desde arriba es construir desde la conciencia revolucionaria.

La relación vanguardia-masas expresada desde el punto de vista de la organización es la dialéctica entre trabajo ilegal y trabajo legal. Y aquí sitúa Lenin la clave en materia de organización cuando los bolcheviques ya se han constituido de forma efectiva como Partido Obrero de Nuevo Tipo, en torno a la VI Conferencia del POSDR (1912), basando la estructura organizativa en un “partido ilegal como suma de células del mismo rodeadas por una red de asociaciones obreras legales y semilegales.”[17] Este modelo organizativo presupone el principio del centralismo como base para ordenar el entramado de relaciones sociales fundadas en la ideología proletaria que es el partido revolucionario, cuyo orden de batalla se define por las tareas políticas que deben resolverse en el curso de la revolución. Por tanto, no puede decirse que la cuestión del centralismo sea un asunto de táctica organizativa como BR colige de su estudio y NM suscribe[18]. Otra cosa es que este principio deba traducirse a la situación concreta por la que atraviesa el movimiento revolucionario en cada momento, en función de ese conjunto de relaciones sociales objetivas que van cristalizando en torno a los principios marxistas y la política de la vanguardia.

Precisamente por ser un principio general, carece de sentido hablar en forma abstracta de la relación entre organismos completamente delimitados, que sólo pueden formarse en el cumplimiento de una serie de tareas políticas que no pueden estar completamente definidas por cuanto dependen, primero, de una determinada relación entre vanguardia y masas y segundo, de la correlación de fuerzas entre el proletariado revolucionario y el resto de las clases[19]. Este es el caso cuando BR acota “las formas democráticas que asume el CD” mencionando “la elección general de los miembros del CC y del BP...” (BR, p. 56). Más allá de ese supuesto criterio de elección general, sólo atendiendo a la situación efectiva del movimiento revolucionario puede hablarse de este Comité Central o de aquel Buró Político. Presuponer la existencia general de esos organismos, otorgarles un lugar predefinido en una inexistente red de lazos ideológico-políticos entre vanguardia y masas, es caer en lo que los camaradas pretenden denunciar: hacer del centralismo democrático[20] un principio cerrado e independiente de la ideología revolucionaria, convirtiendo la estructura organizativa en el punto de arranque del partido revolucionario. De hecho, los camaradas terminan otorgando, entendemos que involuntariamente, legitimidad revolucionaria al aparataje revisionista del PCM, por cuanto “la imposibilidad del deslinde de campos respecto a la reacción agazapada en el entramado burocrático del PCM” (BR, p. 58) se debe a su articulación “monolítica”. Pero el partido obrero revisionista no es un espacio en donde se agazapa la reacción: es la reacción misma, expresión de los intereses de la fracción arribista de la clase obrera. No dudamos de que BR comparta esta afirmación, pero al centrarse unilateralmente en el aparato, la estructura, la burocracia, etc. la han perdido de vista (por más que reclamen la sujeción de la organización a la política), dejando margen a la posibilidad de deslindar campos dentro del aparato revisionista si éste, tal vez, no tuviera una estructura monolítica.

Sobre el centralismo democrático BR también afirma que esta “táctica organizativa” devino en “esencia” del partido de nuevo tipo posibilitando la constitución de partidos comunistas por el mundo, especialmente en los tiempos de la IC. Nuevamente BR toma un aspecto de un complejo proceso histórico-político para elevarlo nada menos que a la “esencia” de ese proceso. Como tantas veces hemos defendido, la IC se constituye sobre la práctica social de vanguardia de la revolución soviética. El Partido Bolchevique, efectiva expresión de la praxis revolucionaria del proletariado, dirige el primer Estado de dictadura del proletariado capaz de sostenerse en el tiempo. En torno a esta posición de vanguardia el ala izquierda de la socialdemocracia internacional rompe con el oportunismo derechista y el revisionismo centrista. Emergen así una serie de partidos revolucionarios que a nivel estatal van a mediar entre las nuevas conquistas universales del proletariado internacional y la lucha por la dirección del movimiento de masas en cada país. La IC, Partido Mundial de la Revolución, sigue así la ley de la revolución instituida por el Partido Obrero de Nuevo Tipo, expresando a escala mundial la fusión de vanguardia (el Partido Bolchevique) y masas (las secciones de izquierda escindidas del viejo partido obrero). El MCI nace en torno a una ideología de vanguardia (el marxismo que articula el paradigma revolucionario de Octubre), con una línea política concretada en un Programa (Dictadura del Proletariado encabezada por el Partido Comunista) cuya aplicación práctica sirve de referente para el ala izquierda de la vanguardia proletaria y como espoleta para las masas en los países imperialistas y oprimidos.

Teniendo esto en cuenta, sólo adoptando un punto de vista organicista puede deducirse que el centralismo democrático es la “esencia” que posibilitó la “constitución y permanencia de organizaciones y partidos comunistas”. Pero es que la batalla inmediata contra los revisionistas del PCM lleva a BR un paso más allá, hasta defender que el centralismo democrático, “sustentado en la unidad mediante la lucha y Balance Crítico” pasa a ser “una forma superior y revolucionaria de organización” (BR, p. 60). De inevitable necesidad táctica a inescrutable mutación en forma superior, el centralismo democrático suplanta al Partido Comunista como forma superior de organización revolucionaria del proletariado.

El confuso análisis de los camaradas de BR sobre el partido de nuevo tipo arraiga en el mentado trastocamiento de sus elementos constitutivos. A pesar de empezar afirmando que el debate sobre la organización central del partido proletario empieza en Francia y Alemania en 1902-1904 (BR, p. 53), posteriormente se nos remite a la “contradicción del centralismo democrático expresado por Lenin en el ¿Qué hacer?” (BR, p. 59), asegurando que:

“La vanguardia teórica, escindida de la vanguardia práctica, implicó la preeminencia de los obreros ideológicamente más avanzados, pues los cuadros altamente formados ocupan la dirección del movimiento, mientras la militancia menos formada necesariamente era fuerza ejecutora de las ordenes de los órganos partidarios” [BR, p. 59 (la negrita es nuestra –N. de la R.)]

A este análisis BR incorpora la solución para evitar la degeneración burocrática, la profundización de la división social del trabajo y la escisión entre vanguardia y masas: la lucha de dos líneas y la formación teórica (BR, p. 60). Desafortunadamente aquella es una imagen tan fija como emborronada del partido revolucionario en Rusia. Puede asegurarse con certeza que, efectivamente, la vanguardia teórica y la vanguardia práctica no habían llegado a fusionarse a nivel social como movimiento revolucionario de masas en los tiempos del ¿Qué hacer? Pero ¿nunca llegó el bolchevismo a constituirse en Partido Comunista? La fusión de la vanguardia teórica y la vanguardia práctica debía (¡y debe!) implicar necesariamente la preeminencia de los obreros ideológicamente más avanzados, pues de otro modo el partido proletario no será más que una caja de resonancia de las posiciones de los obreros ideológicamente menos avanzados, es decir, lo que el viejo economicismo y el menchevismo defendían contra la línea proletaria en tiempos de Lenin. Pero esta preeminencia del factor consciente no supone esa infranqueable separación del partido de nuevo tipo entre individuos que dirigen e individuos que ejecutan y ni mucho menos, tal división social del trabajo se corresponde con el criterio general seguido por los bolcheviques. Muy al contrario, los revolucionarios de Rusia siempre tuvieron presente el principio de que “la emancipación de la clase obrera debe ser obra de los obreros mismos”. Precisamente la idea del Partido Obrero de Nuevo Tipo como fusión del socialismo científico y el movimiento obrero bebe de este principio tan fuertemente arraigado en la tradición marxista rusa.

Ante la división social del trabajo y su posible reproducción en el partido revolucionario BR propone la lucha de dos líneas y la formación teórica, lo que supone una disposición inequívocamente revolucionaria frente al estado en que se encuentra el MCI, pero que sin embargo resulta incompleta, pues pierde de vista la experiencia histórica del Ciclo de Octubre. Y es que ya la izquierda del SPD exaltaba, en tiempos de la II Internacional, la importancia de vincular a los obreros con los problemas teóricos y la lucha ideológica contra la derecha revisionista. Tal era la posición de Rosa Luxemburgo, particularmente preocupada por el dualismo entre dirigentes y dirigidos tal como se manifestaba en el partido obrero de masas. Pero aquellas proposiciones del ala revolucionaria de la socialdemocracia alemana no podían dejar de ser un resorte para la defensa de ese momento histórico de auto-reconocimiento de la clase obrera que, en Occidente, encontraba su estabilidad política en el partido obrero de masas.

Por su parte, el ¿Qué hacer? de Lenin es síntesis de la experiencia socialdemócrata internacional, a la vez que sistematización de la organización revolucionaria de la vanguardia, que permite proyectar un plan positivo de acción partidista para la fusión de vanguardia y masas en un sistema único de organizaciones. Este sistema orgánico pone ante todo la conciencia revolucionaria y necesita, para enraizar entre lo profundo de la clase, del ascenso de los proletarios a la posición de vanguardia, proceso conscientemente desatado por la vanguardia revolucionaria y que, tan pronto como en 1908, permite a Lenin afirmar que “... en lugar del revolucionario profesional intelectual –o, mejor dicho, en su ayuda– está surgiendo el revolucionario profesional socialdemócrata obrero (eso es un hecho, por mucho que enfurezca a los mencheviques)...”[21]. La formación de estos cuadros marxistas de extracción obrera resultó fundamental para reconstituir los vínculos de la vanguardia marxista con la vanguardia práctica del movimiento obrero ruso, es decir, para el desarrollo de la lucha de dos líneas contra el revisionismo y la conquista de la hegemonía bolchevique entre los sectores de avanzada de la clase obrera rusa.

El ejemplo de ese modelo de militante revolucionario se erige ante nosotros señalándonos la necesidad de forjar cuadros comunistas, con la novedad histórica añadida de que el proletario militante de nuestra época debe abordar todas las vicisitudes relacionadas con la formulación de la teoría revolucionaria, pues hoy la (re)constitución de la ideología proletaria depende de los proletarios mismos, de su vanguardia. Una novedad que hemos dado en llamar teóricos obreros[22] y cuya mera enunciación ya implica la radical puesta en cuestión de la división social del trabajo[23]. Pero como nos previene la Nueva Orientación, “construir cuadros no es construir vanguardia”, de modo que la formación de los cuadros obreros de nuevo tipo debe conectar con las necesidades prácticas de la revolución, lo que exige establecer un vínculo concreto entre vanguardia y masas (actualmente entre vanguardia marxista-leninista y vanguardia teórica), es decir, una línea de masas creadora de las relaciones políticas y orgánicas necesarias para resolver la principal contradicción actual del proceso de reconstitución. Y es este conjunto de relaciones sociales de nuevo tipo que van constituyendo movimiento pre-partidario de vanguardia, forjador de teóricos obreros, en donde se concreta la supresión de la división social del trabajo en el movimiento revolucionario, ya desde la primera etapa de la revolución proletaria.

Cerrando este apartado hemos de hacer un último comentario, que nos obliga a cambiar de registro para situarnos en el plano organizativo. Los camaradas de BR, ULP y NM coinciden en el objetivo de crear un Comité. Esta es una magnífica noticia, que habla de la preocupación de los camaradas por dotarse de un plan estratégico para la construcción de un movimiento revolucionario de vanguardia. Los camaradas de ULP vinculan la creación de ese Comité a la lucha de dos líneas y la coordinación de los grupos que en el Estado mexicano se han adherido a la LR. Esto lo consideramos perfectamente justo, pues una vez que se garantice la identidad ideológica esencial (es decir, la unidad de principios en torno a los elementos de la Línea General de la RPM que va articulándose en base a los resultados de la implementación del Balance del Ciclo de Octubre), la tarea objetiva de la vanguardia revolucionaria pasa por su compactación política. Aquí solamente apuntamos, en la medida en que aquí estamos inmersos en el proceso de construcción de un referente de vanguardia marxista-leninista, que la clave de la compactación de la vanguardia proletaria no reside en la proyección a futuro de un determinado organismo (véase un Comité), sino en el conjunto de tareas ideológicas y políticas en torno a las que se concreta la unidad de acción de la vanguardia.

En nuestra experiencia, en tanto puedan rescatarse elementos universales útiles a los camaradas, el Comité por la Reconstitución es solamente la cristalización organizativa pública (no definitiva) de eso que hemos denominado Movimiento por la Reconstitución (en ámbito del Estado español), entendido como el conjunto de relaciones sociales objetivas que venimos generando sobre la lucha de dos líneas y el Balance del Ciclo de Octubre y que apunta a su fusión en un sistema único de organizaciones[24]. Si tuviésemos que resumir desde el plano político-organizativo la experiencia reciente de la LR en el Estado español, a la dispersión de la vanguardia en círculos de propagandistas no le ha seguido un salto organizativo hacia el Comité, sino la cimentación ideológica y política del movimiento de la vanguardia marxista-leninista. Este es el horizonte que más se ajusta a la cadena leninista ideología-política-organización, que nos previene contra la tendencia a anticipar los resultados organizativos del trabajo ideológico-político y acentúa el carácter dialéctico y transformador de la política revolucionaria de la vanguardia.


Fragmentos de la lucha por la reconstitución en el Estado mexicano

Plasmadas algunas de nuestras principales impresiones críticas sobre el trabajo de los camaradas, podemos resumirlas, esquemáticamente, en dos puntos. El primero es la tendencia hacia el análisis de corte positivista, la propensión a reducir la compleja dialéctica de la RPM a alguno de sus elementos, perdiendo de vista el conjunto del proceso histórico y político de la revolución proletaria. Este déficit ideológico es relativamente comprensible, en la medida en que nos encontramos en reconstitución ideológica, en una fase de la revolución en que la vanguardia comunista debe pugnar por la independencia del proletariado en el plano teórico, lo que quiere decir que entre la vanguardia de la clase sigue dominando el pensamiento formalista, analítico y empirista propio de la burguesía. El segundo punto tiene que ver con el estilo de trabajo. BR abre multitud de frentes, operando con novedosas formulaciones teóricas sin hacerse cargo de sus implicaciones ideológicas y políticas. Y en no pocas fases del escrito el análisis concreto es sustituido por frases generales y afirmaciones poco rigurosas que no pueden sostenerse sobre ninguna labor teórica de vanguardia previa. Este estilo cliché no sólo no sutura el déficit dialéctico descrito, sino que esparce y consolida sus errores, apuntalando ese marxismo prefabricado, esquemático y de retaguardia dominante en el MCI y que para estar al día en su pugna por incidir inmediatamente entre las masas se ve obligado a introducir de contrabando conceptos burgueses en el discurso comunista.

Esto se manifiesta preocupantemente en el texto de BR, como ejemplifica el asunto del “trabajo reproductivo”, en donde el análisis marxista es sustituido inadvertidamente por la ideología burguesa (feminista). Y consideramos que tal perspectiva impregna, en gran medida, el enfoque global de un escrito que, a pesar de la buena voluntad de los camaradas, reproduce la lógica corporativista de la victimización como instrumento político. El documento se presenta como causa general en pro de unas “sobrevivientes” (BR, p. 1) que han sido parte de la vanguardia teórica no marxista-leninista. Tales “sobrevivientes” (categoría plenamente funcional a la burguesía, pues oblitera las relaciones de clase y, sobre todo, la posibilidad de transformarlas revolucionariamente) se mantienen en un imperturbable estatus de “denunciantes” (BR, p. 7 y Anexo) celebrado por su supuesto valor para la “ética de la militancia comunista” (BR, p. 7), que parece brotar espontáneamente desligada del proletariado comunista militante. Para cerrar el círculo, la conquista de esa posición de “denunciantes” se realiza por estas masas independientemente de la intervención de la vanguardia (en este caso los camaradas de BR), que sólo puede reaccionar externamente mostrando su solidaridad y agradecimiento por la colaboración, lo que no es sino el ilustrativo reconocimiento de la incapacidad para desplegar una línea de masas que eleve a este sector de la clase a la posición del comunismo. Este es un caso que contiene todos los elementos propios de la prosternación ante el espontaneísmo, con la salvedad de que aquí se nos presenta, dado el compromiso de los camaradas de BR para con la teoría, como una suerte de espontaneísmo teórico. Y es que si cambiamos a los protagonistas ¿cómo calificarían los camaradas del Estado mexicano una campaña (pongamos del PCM) basada en la promoción externa de las denuncias políticas a las que por sí mismo llega el movimiento económico de resistencia de la clase? ¿Qué dirían nuestros camaradas si el PCM exaltase la conciencia espontánea de esos obreros, que legítimamente luchan por su pan, intentando presentar ese grado de conciencia como un valor de compromiso con la ética comunista? No dudamos de que, ante tales despropósitos economicistas-obreristas, los camaradas los denunciarían, correctamente, como espontaneísmo.

Somos conscientes de que la aproximación a una línea ideológica (especialmente cuando es minoritaria, plantea problemas teóricos nuevos y marcha contra la corriente) no puede estar exenta de cierta aceptación formal de sus lineamientos generales. Este es un primer momento necesario, cuya superación exige voluntad comunista para emprender una muy ardua labor de estudio y trabajo colectivo e individual. Sin embargo, y a pesar del ímpetu revolucionario de los camaradas, esto nunca justificará el estilo cliché, la ligereza con que se tratan temas de profundo calado, la falta de rigor en la propaganda o la aceptación acrítica de elementos nodales del discurso (feminista) en torno al cual hoy se cohesiona la burguesía imperialista. Con toda seguridad podemos afirmar que ese no ha sido, no es ni será el estilo de trabajo en que se forja la reconstitución del comunismo.

Hasta aquí hemos dado preferencia a la caracterización crítica del trabajo de los camaradas, partiendo del criterio de la lucha de dos líneas como motor de desarrollo de la vanguardia revolucionaria. Como ya hemos dicho, aunque merece la pena insistir en ello, exponemos nuestra crítica movidos por el más sincero y fraternal internacionalismo proletario, esperando poder contribuir a la clarificación ideológica y al deslindamiento de posiciones en torno a la línea proletaria. Tales discrepancias con nuestros camaradas, que no ocultamos, no restan un sólo ápice de importancia al hito que para la LR significa el surgimiento de estos destacamentos, que son producto de la lucha de la izquierda anti-revisionista del movimiento comunista en el Estado mexicano.

Pasando ya a los escritos de los camaradas incluidos en este número de Línea Proletaria, el primer texto que publicamos es la “Presentación del colectivo Bandera Roja”. Este sucinto documento, en que BR suscribe la Tesis de Reconstitución y la Nueva Orientación, pasa por ser el primer registro público de la LR fuera del Estado español, siendo en sí mismo un valioso documento del que consideramos necesario hacernos eco. En segundo lugar hemos escogido un pasaje del documento “A la cola de lo espontáneo: La bancarrota del revisionismo en el Estado mexicano expresada en su carta conjunta al presidente” de los camaradas de NM. Este escrito denuncia el estado del comunismo mexicano, incapaz de buscar una salida revolucionaria a su crisis. Finalmente, presentamos un par de epígrafes de “Entre los despojos putrefactos del revisionismo y la forja de un nuevo momento revolucionario”, de ULP. El texto se centra en la crítica al revisionismo, pero los camaradas también hacen un interesante repaso de su andadura política anterior como Frente Oriente, ofreciéndonos un magnífico ejemplo sobre lo que significa la autocrítica comunista. Aunque delimitados por motivos de espacio, estos fragmentos dan buena cuenta de la lucha por la reconstitución al otro lado del Atlántico. Una lucha del proletariado internacionalista que exige atreverse a enarbolar la bandera roja de la reconstitución para forjar las bases de un nuevo mundo, pues como dice ULP:

“No nos amedrenta el enemigo ni la enorme tarea que hemos emprendido, pues somos conscientes de la necesidad de ésta y de la justeza de los auténticos principios del marxismo-leninismo. La Línea de Reconstitución representa la recuperación de la universalidad del comunismo.”




Notas: