Contraportada

Partido Comunista de España (Sección Española de la Internacional Comunista). Con este nombre tan elocuente se constituyó, hace un siglo, nuestra sección del Partido Mundial de la revolución. La vanguardia soviética se vinculaba orgánicamente, por fin, a sus más avanzadas masas en el Estado español. Las masas proletarias del Estado español tenían, por vez primera, una verdadera referencia de vanguardia que señalaba el camino hacia el comunismo. ¡Qué tiempos! Nuestros predecesores se lanzaron a la batalla con la claridad de ideas de quien se sabe dueño de su destino. Como ratificaban en su I Congreso, celebrado apenas unos meses después, el Partido sabía que «que la dictadura burguesa no será derribada sino por la fuerza, y deberá ser sustituida por la dictadura de los obreros y campesinos hasta el triunfo completo del Comunismo»; sabía que la forma de esta dictadura revolucionaria del proletariado «es el sistema de los Consejos de trabajadores (industriales y agrícolas), ya implantado por la revolución rusa, principio de la revolución proletaria universal»; y sabía que la forma que adoptara la dictadura burguesa era algo de importancia secundaria, pues el proletariado revolucionario no puede emancipar a la humanidad «sin destruir violentamente el poder burgués, cualquiera que sea la forma político-administrativa que adopte para su defensa». Sabía, también –por enlazar con el contenido de este número monográfico–, que la emancipación revolucionaria de la mujer sólo es posible con el comunismo: que «no se trata, pues, de hacer vocación de feminismo». El Partido Comunista de España, como sección nacional del Partido Comunista Mundial, sabía, en definitiva, qué era el comunismo revolucionario.

Pero también es cierto que las certezas alrededor de las cuales se organizaron los pioneros del comunismo en el Estado español eran de orden esencialmente político. Certezas evidentes mientras el incendio desatado por el bolchevismo alimentaba las convicciones de los rebeldes de todo globo, condensadas en 21 condiciones de admisión a la I.C.; certezas que palidecieron, sin embargo, cuando la propia vanguardia soviética se desfondó cumplimentando su programa socialista para Rusia.

Un siglo después, los usurpadores de las gloriosas siglas del P.C.E. (tanto como los muchos aspirantes a herederos) quisieran olvidar las cosas que sabían quienes lo fundaron. Por segunda vez en la historia –ya se sabe: la primera como verdadera tragedia, la segunda como repugnante farsa–, las siglas del comunismo se enfangan administrando la dictadura de la burguesía. Pero, un siglo después, también hay aún proletarios revolucionarios que saben cuál es su misión histórica, concretada hoy bajo la bandera de la reconstitución ideológica y política del comunismo.