Las máscaras siguen cayendo, la Europa multicolor y progre que algunos llegaron a creer que realmente existía va mutando a unos tonos cada vez más pardos, vivimos momentos históricos en los que observamos un viraje vertiginoso: el hard power le quita protagonismo al no menos imperialista soft power en las dinámicas geopolíticas, en consonancia con el disciplinamiento interno en los bloques de poder, todo ello en previsión de una cada vez menos improbable carnicería interimperialista mundial. En este nada halagüeño camino a los infiernos se vuelve más evidente si cabe una verdad elemental: los derechos –por muy democráticos y reconocidos que sean– son imposibles de conquistar sin la capacidad de imponerlos . Un trágico ejemplo de ello es la situación del Sáhara Occidental donde la MINURSO, la misión de la ONU para garantizar el referéndum de autodeterminación, no es sino un convidado de piedra desde hace décadas, ante la imposibilidad de llevar a cabo su misión ¡para agencia de colocación de estómagos agradecidos ha quedado! Aunque también para otros asuntos menos inofensivos. Pero no nos engañemos, no puede llegar a ser nada más. Y es que la correlación de fuerzas entre el Polisario y la monarquía alauí ha ido cambiando desde la guerra entre el Polisario y Marruecos, en la que los saharauis fueron capaces de provocar fuertes pérdidas éste, no quedándole más salida que aceptar el referéndum de autodeterminación.
El declarado reinicio de las hostilidades por parte del Polisario hace algo más de un año, tenía como principal función crear visibilidad en el escenario internacional, ante una situación estancada en la que el derecho a la autodeterminación se veía harto difícil debido al aletargamiento ad eternum de la aplicación de los acuerdos de 1991 por parte de las fuerzas de ocupación, que hace tiempo que han dejado claro su rechazo a la solución democrática. En efecto, la correlación de fuerzas tiene mucho más que decir en el mundo burgués que cualquier derecho internacional (¡triste golpe de realidad para cualquier reformista!) y es que además del tradicional apoyo francés a la ocupación marroquí, se podía contar con un nuevo respaldo entre las potencias occidentales: por una parte, de Alemania en un reciente viraje a finales del año pasado y sobre todo de los EEUU en una de las últimas decisiones de Donald Trump como presidente. En su haber, la causa saharaui tiene como su gran valedor a Argelia, lo que convierte la causa saharaui en uno de los tableros donde se juega el histórico pulso que aquel país mantiene con Marruecos.
Desde el imperialismo español ha habido un cambio histórico en los posicionamientos políticos sobre la cuestión, o eso denuncia la socialdemocracia rediviva podemita. Examinándolo brevemente se ha pasado de apostar por una criminal posición de complicidad (vestida de neutralidad) ante la opresión nacional, a una aún más criminal postura en favor de las tesis autonomistas, ¡entre carceleros de naciones se entiendan! Pero el cambio no parece gran cosa: ponerse de perfil ante la opresión nacional equivale a respaldarla. Y es que en el plano económico se observan los fuertes vínculos con el Reino de Marruecos, siendo este país el principal socio comercial de España en África. igualmente, en el plano político-militar, fue nombrado socio preferente de la OTAN en 2004 y es allí donde se realizan los mayores ejercicios militares (African Lion) del Mando de las fuerzas en África del imperialismo yanqui (Africom) *. En definitiva, este cambio, viene a reflejar un paso más en el disciplinamiento en el occidente atlantista ante el imprevisible escenario internacional, en el que no caben los versos sueltos.
Algunos patrioteros (¡incluso algunos se llegan a autodefinir como comunistas!) denuncian las “nuevas” posiciones del gobierno como un arrodillamiento del Estado español a los intereses yanquis, reclamando más soberanía nacional. ¡Señores, es el pueblo saharaui el oprimido! España, como potencia imperialista de segundo orden, concordando armónicamente con su poder real, es parte activa del bloque imperialista liderado por EEUU, de él se beneficia y a él se debe. El largo historial criminal como matón de pueblos por parte del Estado español es su mejor carta de presentación, hoy mandando a sus mercenarios al Báltico a “defender” el flanco oriental del bloque imperialista, ayer convirtiendo Belgrado en cenizas bajo la batuta del criminal Javier Solana y anteayer colonialmente en Rif. Y es que a izquierda y derecha del gobierno (social-chovinistas y otros con ropajes más rojipardos) se pide no obviar el especial papel de España en la solución al conflicto debido a su pasado como potencia colonizadora del Sáhara, exhibiendo con ello una despreciable superioridad moral en la que la “civilizada” Europa debe de meter sus manos manchadas de sangre en los asuntos de su alrededor. Además de implicar una desvergonzada añoranza de los tiempos en los que la suerte del pueblo saharaui dependía de los designios de Madrid, no están si no invitando a que el imperialismo patrio trafique con el futuro de los pueblos –en beneficio propio,of course– a través de su papel legal como metrópoli de iure, que debe de supervisar la descolonización. Y es que en la arena de la política rebajar un solo ápice la exigencia del derecho a la autodeterminación como imperativo equivale a que sigan sometidos de una u otra forma a la par que ¡exigen que “nuestro” Estado cumpla el papel de juez, testigo y verdugo de la opresión a los pueblos!
Para los comunistas, muy al contrario, la única opción para minimizar los problemas nacionales consecuentemente con el internacionalismo proletario es la exigencia del completo, imperativo e incondicional derecho a la autodeterminación de las naciones, que contrasta frontalmente con el trapicheo de derechos llevado a cabo en ese lupanar con sede en New York llamada ONU.
Nos encontramos inmersos en unos atropellados ritmos de acontecimientos sociales, sin embargo, no existe proyecto comunista capaz de vincularse con el movimiento social y con la capacidad de vehicularlo hacia cotas más elevadas que la misma espontaneidad dada, de la que procede y en la que inmisericordemente muere, si no logra adherirse como lobby al Estado. El grueso de la vanguardia se desfonda en el día a día de ir a la cola de los movimientos de masas y de las apuestas políticas de otras clases. Tal situación muestra la absoluta madurez histórica de las condiciones objetivas para la revolución, por lo que las tareas esenciales de los comunistas pasan por un trabajo subjetivo, interno a la propia vanguardia, que ponga el foco en resituar al marxismo a la posición de teoría de vanguardia tras el evidente desgaste que sufrió con el final del Ciclo de Octubre en 1989. Para ello, es obligada la realización de Balance de la experiencia precedente, base sobre la cual se podrá forjar una teoría y una vanguardia capaces de fusionarse con el movimiento obrero en forma de un movimiento revolucionario digno deser Partido Comunista, que en Guerra Popular podrán enarbolar la bandera roja de la alianza del proletariado internacional con los pueblos oprimidos, hasta el reino de la libertad: el comunismo.
¡VIVA EL INTERNACIONALISMO PROLETARIO!
¡POR LA RECONSTITUCIÓN IDEOLÓGICA Y POLÍTICA DEL COMUNISMO!