La lógica de la LOD y la política proletaria

Tanto la Lucha de Líneas contra la LOD como el análisis de los posicionamientos de los camaradas de BR [Bandera Roja] y la ULP [Unión de Lucha Proletaria], junto con nuestro propio estudio del marxismo y la Línea de Reconstitución nos ha proporcionado una comprensión de la profundidad de nuestra concepción revolucionaria del mundo, de la cosmovisión de nuestra clase. Efectivamente, esa radicalidad y profundidad son elementos sobre los cuales ustedes mismos, camaradas, han meditado, y que dicha meditación fue objeto de desdén para los revisionistas del otro lado del charco (nos referimos explícitamente a los heraldos de la CEP). La profundidad radica, como buscamos defender y enfatizar en nuestra carta, en que el marxismo se sustenta en la experiencia milenaria -si no es que millonaria, si se incluye el desarrollo de los homínidos y la propia historia natural- de nuestra especie, de que precisamente la actividad humana es una actividad material, social y consciente. Así, es precisamente a través del estudio científico de esta actividad humana, de esta praxis, que se puede determinar lo que el hombre es y lo que piensa. Es decir, no es tanto el análisis del hombre, una hipóstasis del hombre individual en un hombre-especie, sino el análisis de las relaciones prácticas entre los hombres, lo que, en su constante revolucionarización a través de la historia, los determina, a pesar de no estar conscientes de que ésta es la base material de su pensar, su ser y su accionar. Así, al analizar estas mediaciones materiales, de que los hombres se relacionan entre sí y con la naturaleza a través de la práctica1, se arriba a la explicación del desarrollo de la propiedad privada como producto de la división social del trabajo, y que es ésta la base real, práctica, material, sensible, y consciente desde la cual la sociedad se divide en clases y que en ellas se configura una consciencia que se supedita a sus intereses materiales. O mejor dicho, toda práctica es una práctica consciente así como toda consciencia no es sino una consciencia de una práctica determinada, de ahí que se pueda explicar la aparente disonancia entre sujeto y objeto siendo su diferenciación y separación analítica parte de unas relaciones prácticas muy concretas e históricamente determinadas: las que han alcanzado una diferenciación entre el trabajo intelectual y el trabajo manual. Así, la historia de la humanidad se puede reducir, en última instancia, a la contradicción entre el desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones de producción, que, en la medida en que éstas se antepongan al progreso de aquellas, se establecerán las condiciones de necesidad y posibilidad para una revolucionarización de las relaciones de producción, del modo de producción que antagoniza al progreso de la humanidad, conservando y elevando las fuerzas productivas a un estadio superior, creando con ello la consciencia de esta necesidad revolucionaria en aquella clase cuyos intereses objetivos estén alineados con unas relaciones productivas superiores a las dominantes. La cuestión es que esta consciencia de la clase revolucionaria, hasta antes del Ciclo de Octubre, se ha realizado desde los intereses de una parte de las relaciones de producción, es decir, desde los intereses de una clase particular y no desde una consciencia de los intereses objetivos de la humanidad en su conjunto, desde una posición que sea consciente de todas las relaciones prácticas que la humanidad tiene entre sí, de las relaciones de todas las clases entre sí, consciencia a la que sólo puede accederse desde un estudio histórico. Esta última consciencia sólo se hizo necesaria y posible con el surgimiento del proletariado moderno, sus luchas de clase y las luchas de clase de la propia burguesía revolucionaria. Sólo a partir de esa base material, práctica y social, se demostraron las limitaciones de los proyectos emancipatorios de toda la historia humana precedente, sólo en retrospectiva somos capaces de ver su carácter unilateral. Así, el proletariado, consciente de sus intereses de clase, se da cuenta que éstos se corresponden con los de toda la humanidad, y que para realizarlos debe de establecer unas relaciones materiales sobre una base autoconsciente, de una transformación que no se supedita a un desarrollo espontáneo -el cual se corresponde con los intereses de tal o cual clase- sino a un control sobre las leyes objetivas de las relaciones prácticas sociales y la creación de nuevas leyes de transformación social2. La burguesía efectivamente portó una consciencia de clase que correspondió objetivamente al progreso de la humanidad3, a su liberación de toda forma de arbitrariedad y opresión; la burguesía fue capaz, en un momento histórico a través de su práctica manufacturera e industrial que sustentó su lucha de clase contra sus antagonistas feudales, de destruir el misticismo y tradiciones que éllos detentaban, de aportarnos el esclarecimiento de las leyes de la naturaleza, y de dar el ejemplo para los futuros líderes proletarios de hombres que, como decía Engels, demostraban todo menos mezquinidad burguesa4. Sin embargo, al ser parte de la consciencia de una clase que se sustenta en la explotación de un tercero, o mejor dicho, al ser expresión consciente de esa práctica de explotación, dicha forma de consciencia no puede servir ya efectivamente al progreso humano, a la liberación de la humanidad de la opresión y la barbarie. Esto se explica porque el modo de producción capitalista ha llegado a sus definitivos límites históricos, a través de la contradicción entre la apropiación privada de los medios de producción y la producción social, que hoy en el imperialismo se eleva a la necesaria repartición del globo entre las potencias imperialistas, amenazando con la existencia misma del modo capitalista de producción y hasta con la existencia misma de la raza humana. Así, la burguesía carece por completo de una necesidad material de continuar en la senda del progreso humano, carece por completo de la necesidad de abogar por la emancipación de la humanidad. En este sentido, todo su accionar como clase, es decir, su política, que se define a partir de su lucha contra otras clases en el terreno del Estado, es, hoy en día, objetivamente reaccionaria, consiste en un girar en torno a sí mismo en su insaciable búsqueda de ganancias y en imposibilitar por todos los medios posibles el progreso humano.

El proletariado, en su condición objetiva de desposeído, en su dilución objetiva de toda forma particular de trabajo humano, por ser la clase en donde se destilan todas las formas particulares de opresión, tiene un objetivo carácter universal que sirve de base para continuar en la senda del progreso humano, algo que ya demostró en la práctica a través del Ciclo de Octubre. Sin embargo, no puede hacerlo desde las bases que lo hicieron otras clases revolucionarias en el pasado, no puede hacerlo sobre bases que no sean conscientes de las relaciones prácticas entre los hombres, no puede detentar el progreso humano desde su inmediatez como formación social, sino que necesita algo más, necesita de su conciencia revolucionaria (la cual se forja, pues no preexiste), y porque cualquier establecimiento de un carácter progresivo se establece desde el referente del comunismo, por lo que es desde este referente y sólo este referente que el proletariado es capaz de configurar una política independiente de la burguesía, pues el objetivo del comunismo no es sino la síntesis del movimiento objetivo hacia el cual tiende su movimiento práctico, es el punto hacia el cual progresa toda la humanidad, que se crea y descubre gracias a la lucha de clases del proletariado. Así, la política del proletariado revolucionario se configura, no a partir del bucle de oprobio y opresión que es la inmediatez de la producción social, sino desde el punto más elevado del desarrollo de la praxis en la historia, desde el punto más elevado de las transformaciones sociales materiales.

Hoy en día este punto más elevado lo configura la praxis revolucionaria del Ciclo de Octubre, con su punto más álgido en la Gran Revolución Cultural Proletaria y su cierre en la caída del bloque socialista y la captura del presidente Gonzalo. Con el cierre del Ciclo de Octubre se vuelve imposible transformar las bases materiales de la sociedad desde el paradigma de Octubre, y se vuelve necesario y posible el establecimiento de sus limitaciones. En efecto, el referente del comunismo, que hemos definido a partir de su síntesis del movimiento objetivo hacia el cual tiende la praxis de la humanidad, debe necesariamente ser reconstituido cuando ese movimiento se ha objetivamente desplazado, cuando ha llegado a ocurrir una serie de transformaciones a escala social e histórica que ameritan su replanteamiento. Ahora bien, la praxis revolucionaria del Ciclo de Octubre, a diferencia de toda la historia precedente de la praxis, tiene la diferencia cualitativa de llevar a cabo sus transformaciones sociales de manera autoconsciente5. Esto jamás había ocurrido antes y nos demuestra que el aspecto subjetivo es el determinante para la reapertura y continuación de la Revolución Proletaria Mundial, carácter subjetivo que, conforme va avanzando el desarrollo del Ciclo, se vuelve más y más una imperiosa necesidad para su avance y la propia supervivencia del proletariado como clase revolucionaria. Por todo lo expuesto se explica la necesidad del Balance del Ciclo de Octubre como la única mediación capaz de resituar al comunismo en el centro de todo nuestro accionar político, y en la formación permanente y omnímoda como lo que atraviesa todo el proceso de reconstitución del comunismo.

La LOD es incapaz de comprender esto, pues toda su concepción de política se reduce al seguidismo hacia la vanguardia teórica, la cual hoy en día objetivamente sigue los ritmos y melodías del movimiento obrero espontáneo, subordinado absolutamente a la praxis de la burguesía, es decir, al mantenimiento de las relaciones sociales capitalistas, con su política como vehículo para las progresivas rearticulaciones necesarias dado su estado de permanente crisis con el arribo del imperialismo. La LOD (tanto la vieja como la nueva), prescinde por completo de una comprensión histórica y social de la práctica, por lo que, haciendo abstracción de ella, cae ineludiblemente en una concepción individualista del mundo, en donde, como explicitan ustedes en su resolución: «se expresa en la revisión de la tesis marxista que afirma que los sujetos son las clases y en su sustitución por la tesis espontaneísta que afirma que los sujetos son las masas», al abandonar la concepción del mundo que permite comprender y revolucionarizar las relaciones sociales materiales que precisamente determinan a los individuos. Esto se demuestra claramente con su rechazo frontal al Balance del Ciclo de Octubre como principal mediación desde la cual rearticular la política del proletariado y su completo desdén por la teoría, pues su defensa presupone, por un lado, el sustrato histórico y material de la conciencia revolucionaria, que se elabora a partir de la lucha de clases y la ciencia más elevada que ha desarrollado la humanidad, y, por el otro, la reivindicación del aspecto subjetivo que la defensa de la teoría implica, puesto que su estudio no sirve para elaborar justificaciones post hoc para justificar las arbitrariedades del seguidismo, sino que busca la subjetivación de las leyes objetivas de la revolución, esto es, la aprehensión de las leyes, de las transformaciones que éstas sufrieron en el devenir histórico y de su traducción a una política de vanguardia.

Todo esto hace que la teoría de vanguardia se diluya en una filosofía política. Precisamente porque las masas están por completo subordinadas al accionar espontáneo de la burguesía, la búsqueda por enseñorearlas subordina todo el accionar de la vanguardia, por lo que se abandona el criterio de la ciencia como lo determinante de la política proletaria (naturalmente, entendido como saber, o si queremos ser más precisos, los principios de la concepción revolucionaria del mundo como ordenador de nuestra política), y se opta mejor por el criterio de que la verdad es democrática, sustituyendo el análisis científico con el criterio de la mayoría y liquidando así todo papel central y principal de la vanguardia en la creación de la política proletaria como vehículo de nuestra cosmovisión y la transformación y elevación de las masas en torno a ella (centralismo democrático). Natural y necesariamente se reduce la centralidad de la formación como actividad básica del militante, se diluye por completo la responsabilidad del elemento de vanguardia en el estudio de su teoría y de su historia, y se elimina por completo el papel que tienen las masas en elevarse hacia una posición de vanguardia, elogiándolas demagógicamente por su carácter como tal masa. Así, la LOD redunda en lo único que puede llegar a ser: la justificación teórica de la pereza y miopía del militante.

Frente a esto, la vanguardia marxista-leninista defiende la formación permanente y omnímoda, como base para toda su política, como cemento que unifica todas sus partes constituyentes. Esta es la única consecuencia coherente con una política que tiene en su centro el referente del comunismo, pues sólo una cultura de vanguardia en donde la instrucción en el saber sea el pan de cada día del elemento individual será posible forjar la principal mediación a partir de la cual traduce su concepción en política ese partido que es menester reconstituir: sus cuadros. Efectivamente, junto con la necesidad de rearticular el discurso revolucionario a la luz de las transformaciones objetivas que ha llevado a cabo la lucha de clases del proletariado revolucionario, se precisa la formación de los individuos capaces de llevar a cabo esa reelaboración y depositar dicho discurso en las masas de la clase; o mejor dicho, esa formación se va realizando en la medida en que se cumple con la necesaria reelaboración de los principios de nuestra cosmovisión, de tal forma que la construcción de la vanguardia, la elevación de las masas de la vanguardia teórica hacia las tareas de la etapa actual de la Revolución Proletaria Mundial, su capacitación para las mismas, es la forma política que adopta la reconstitución ideológica del comunismo, única mediación concreta hoy en día que nos posibilita una independencia como clase frente a la ausencia de todo referente en el escenario político de nuestros días (evidenciado ampliamente en la impotencia del MCI por propugnar una alternativa revolucionaria, y la hegemonía del revisionismo y demás ideologías pequeñoburguesas en el movimiento de vanguardia).

Colectivo Nuevo Mundo

Agosto de 2024


Notas:

1 «La producción de la vida, tanto la propia en el trabajo, como la ajena en la procreación, se manifiesta inmediatamente como una doble relación -de una parte, como una relación natural y, de otra, como una relación social-; social, en el sentido de que por ella se entiende la cooperación de diversos individuos, cualesquiera que sean sus condiciones, de cualquier modo y para cualquier fin. De donde se desprende que un determinado modo de producción o una determinada fase industrial lleva siempre aparejado un determinado modo de cooperación o una determinada fase social, modo de cooperación que es, a su vez, una “fuerza productiva”; que la suma de las fuerzas productivas accesibles al hombre condiciona el estado social y que, por tanto, la “historia de la humanidad” debe estudiarse y elaborarse siempre en conexión con la historia de la industria y el intercambio.» Marx y Engels. La Ideología Alemana, Ediciones Akal. Madrid 2014. p.24. Esta es la razón por la cual se sustenta la justificación científica de la emancipación de la humanidad en el materialismo dialéctico y el materialismo histórico: uno refiere al carácter natural de la relación lo que el otro a su carácter social, a pesar de ser una y la misma relación práctica (praxis), un constante metabolismo entre los hombres y entre éstos y la naturaleza. Así, el estudio de la ciencia se justifica porque ésta es la expresión consciente de determinadas relaciones prácticas, específicamente, son producto del desarrollo de las fuerzas productivas, por lo cuál se explica la necesidad de una visión dialéctica de la naturaleza, de buscar encontrar todas las relaciones entre todos los fenómenos de la naturaleza, pues no es sino el reflejo ideológico de la necesidad del proletariado revolucionario de abolir la división social del trabajo, de que aprendan a hacer de todo como bien expresan ustedes en su artículo central de LP7.

2 «En resumen, no hay leyes absolutas, objetivas y ajenas a la actividad del sujeto revolucionario, porque esas leyes cambian con esta actividad. Lo que percibimos como un principio normativo de nuestra actividad revolucionaria sobre la base de una experiencia dada, será transformado precisamente por los resultados de la práctica posterior que ha sido guiada por esa norma, porque esta práctica, que es práctica revolucionaria, ha transformado la base anterior sobre la que se sostenía nuestra primera percepción. Es esta dialéctica la que guía el conocimiento del proceso revolucionario, y no supuestas leyes inmanentes del movimiento social que se proyectan mecánicamente sobre la conciencia social. De este modo, la teoría maoísta de los tres instrumentos y su construcción concéntrica es expresión madura de la Línea General proletaria, en tanto que síntesis que expresa teóricamente el desarrollo más elevado de la práctica revolucionaria del proletariado, no es una teoría que estaba prefijada y esperaba a ser descubierta.» Movimiento Anti-Imperialista. Algunas consideraciones sobre el maoísmo. En Tres Artículos de la Línea de Reconstitución sobre el Maoísmo. Ediciones El Martinete. Marzo de 2023. p. 21.

3 Progreso que, como ya expresamos, lo demuestra el socialismo científico, es decir, que no es progresivo sans phrase, no es progresivo por virtud de alguna ley metafísica que en su esquematismo universal que desde el olimpo que justifica todo lo que ha sido, es y será como necesario, ni es progresivo por el desarrollo ensimismado de la técnica, sino que es progresivo puesto que en el estudio de la base material del desarrollo histórico se descubren los fundamentos para la misión histórica del proletariado, misión que, por virtud de haber sido descubierta, no se realiza automáticamente: «Lo correcto es afirmar que la clase obrera no tiene una misión histórica por naturaleza, per se, sino que es el socialismo científico quien se la encomienda. Es decir, su papel histórico es uno de esos elementos de conciencia que se le confieren al proletariado desde fuera.» PCR. LF 32. p. 84.

4 «Los hombres que fundaron el dominio moderno de la burguesía tenían cualquier cosa, menos limitaciones burguesas.» Engels. Dialéctica de la Naturaleza. Editorial Cártago. Buenos Aires 1975. p. 28.

5 «El proletariado revolucionario es el retorno de la fusión teoría-práctica marxista (praxis) recuperada en un nivel superior como praxis revolucionaria. En este punto comienza a gestarse el tercer pilar del pensamiento marxiano; pilar o eje que se refiere a uno de los momentos culminantes del desarrollo del marxismo como concepción del mundo: el momento de la autoconciencia del ser social… El proceso social, entonces, se presenta como progreso universal donde la fusión entre teoría y práctica se concreta como praxis revolucionaria del proletariado en un proceso de autoemancipación, en el que el sujeto consciente ya no puede referirse a la actividad crítica objetiva, separada de la actividad práctica, sino a la misma actividad práctica consciente como principal atributo del proceso revolucionario de autotransformación del proletariado.» PCR. Nueva Orientación II. p. 16.