A un año del 7 de octubre, el genocidio palestino se ha convertido en una imagen cotidiana más de lo que el imperialismo tiene que ofrecer a la humanidad. Frente a esta barbarie, todo obrero consciente debe preguntarse cuál es su papel para con la liberación palestina, qué supone la solidaridad internacionalista. En este tiempo ha surgido un movimiento solidario hegemonizado por concepciones socialpacifistas que se basa en presionar a los Estados imperialistas, apelando a ellos como interlocutores legítimos para resolver la cuestión palestina, lo que consecuentemente lleva al legalismo y el posibilismo. Una lógica pragmática que termina por coludir con la falsa solución de los dos Estados, esa coexistencia pacífica que recientemente defendió Sánchez en su encuentro con el carcelero Mahmud Abás. La complicidad de ambos con el exterminio palestino no expresa sino el significado real de ese programa. Porque la naturaleza de la opresión colonial que ejerce Israel hace su misma existencia incompatible con la emancipación nacional palestina, refutando toda ilusión de una resolución pacífica del conflicto.
El Estado sionista es un baluarte de la reacción a nivel mundial, indisociable de los intereses de la burguesía monopolista occidental. Actuando como correa de transmisión de Estados Unidos en Oriente Medio, se injerta sobre Palestina como un parásito, colonizando el territorio bajo un plan de exterminio. Como eslabón insustituible de la cadena imperialista, su carácter reaccionario tiene aún más proyección, reforzando su estructura económico-militar, como ejemplifican los Acuerdos de Abraham. El Estado español no queda fuera de este tipo de pactos entre caníbales, cooperando con los servicios de inteligencia sionistas para beneficio de la represión interna y externa. Israel, creado expresamente como línea de defensa del imperialismo, se sirve de la guerra de exterminio contra los pueblos, como muestra la nueva fase de la guerra hacia el Líbano. No es casual cómo la reacción más ultra saluda al sionismo, pues su ideología étnico-nacionalista azuza el racismo —especialmente el anti-árabe—, sembrando la desconfianza entre los pueblos y la discordia entre los explotados. Sin embargo, en medio de este océano de reacción, la lucha palestina rememora poderosas lecciones para el combate anti-imperialista.
El movimiento de liberación nacional palestino, en esta época de impasse entre dos Ciclos de la Revolución Proletaria Mundial (RPM), nos recuerda que pese a todo, el imperialismo es un tigre de papel que puede ser derrotado militarmente. Frente a la superioridad tecnológica de las fuerzas israelíes, una línea política capaz de movilizar masas puede inundar sus defensas y resistir, como prueban respectivamente el 7 de octubre y la insurgencia mantenida frente al terrorismo sionista. Esto es expresión particular de un principio más general de la lucha de clases: que toda clase necesita de una línea militar para defender sus intereses y objetivos. Ningún movimiento de corte emancipatorio puede olvidar esto. La heroicidad de las masas obreras y campesinas palestinas en la lucha contra el fascismo sionista se inscribe en las gestas de los pueblos oprimidos de la historia; sin embargo, el carácter burgués del movimiento de liberación nacional palestino presenta límites objetivos en su justa lucha por la autodeterminación, porque las condiciones particulares de la opresión nacional, con la metrópolis colonial implantada sobre su territorio, exigen destruir militarmente el Estado sionista. Y para la consecución de este programa, el movimiento debe partir de unas premisas diferentes a las que hoy son hegemónicas en aquellas tierras, debe asentarse en una línea política internacionalista independiente, pues la cuestión palestina tiene como único horizonte realista para su verdadera resolución la revolución de nuevo tipo dirigida por el proletariado. La condición de esta revolución es la creación del Partido Comunista, que apoyándose en las clases oprimidas por el imperialismo desarrolle la línea de Guerra Popular para la destrucción del Estado sionista y la construcción de las bases de apoyo de una república democrática, unitaria e internacionalista desde el río hasta el mar.
Sin embargo, no es posible la transformación directa e inmediata de la resistencia nacional en guerra revolucionaria. La pregunta que se nos plantea entonces es: ¿qué podemos hacer desde aquí para que aquel horizonte sea una realidad? ¿En qué se traduce la auténtica solidaridad proletaria con las masas aplastadas por el imperialismo en Oriente Próximo? Si no hay continuidad entre resistencia y revolución, el verdadero internacionalismo requiere de nosotros que contribuyamos a la creación de un movimiento revolucionario internacionalista, cuya primera piedra es la reconstitución del comunismo. Décadas de liquidación de la conciencia revolucionaria del proletariado anularon su capacidad de actuar como sujeto independiente, poniendo fin al Ciclo de Octubre. Esta liquidación se da a nivel histórico, general, internacional, de modo que superar el estado de subordinación del proletariado requiere extraer las lecciones universales de su experiencia mediante el Balance del Ciclo. Dicho de otro modo, el primer requisito de toda empresa revolucionaria dirigida por el proletariado, incluida la liberación nacional palestina efectiva, es reconstituir la cosmovisión revolucionaria de nuestra clase y la Línea General de la RPM. Por tanto, reconstituir el comunismo es el mejor ejercicio de solidaridad internacionalista que podemos tener con el pueblo palestino y es desde esta perspectiva que podemos integrar las lecciones de su lucha contra el imperialismo, así como colaborar a su defensa y promoción. Y en este proceso es indispensable la lucha de dos líneas contra el socialchovinismo, el socialpacifismo y toda otra forma de reformismo en el movimiento obrero, pues todas ellas son parte del muro que obstaculiza la liberación nacional palestina.
¡Abajo el Estado sionista!
¡Viva el movimiento de liberación nacional palestino!
¡Impulsemos el internacionalismo proletario!
Comité por la Reconstitución
27 de septiembre de 2024