El proletariado gallego sufre hoy, como parte del proletariado internacional, las consecuencias de la guerra por interposición desatada hace más de un año en Ucrania. El imperialismo atlantista, ofuscado en la expansión de su zona de influencia, en alianza con el régimen filo-fascista del Maidán, usa al pueblo ucraniano como carne de cañón en una guerra por eliminar la competencia de su rival gran ruso. Por otro lado, una Federación Rusa nostálgica y orgullosa del imperio de los zares, aniquilado por la mano del bolchevismo en la guerra civil revolucionaria, está dispuesta a poner en el asador toda la carne de su propio pueblo con tal de aferrarse hasta el final a los últimos resquicios de su estatus como potencia imperialista, que no son otros que una Ucrania libre de la influencia de la OTAN. No cabe duda de que el absoluto cierre de filas de las potencias occidentales en torno al armamento y financiación multimillonarios de las fuerzas armadas y el gobierno ucraniano debe mucho al discurso globalizador democrático, cultivado y propagado durante décadas por el imperialismo yankee. Una perspectiva con la que la corteza de miras del chovinismo de gran nación, imperante en la lógica expansionista de Rusia, tiene complicado competir. Cuanto más apoyo militar recibe Kyiv, más necesita Moscú tensionar una mayor cantidad de fuerzas productivas para mantener el esfuerzo de la matanza, aumentando su debilidad y, con ella, las ansias de los carroñeros del bloque rival por repartirse sus pedazos. En esta situación, el oso del este se ve cada vez más acorralado y la opción atómica va ganando peso en su estrategia, acercándonos cada vez más al estallido de la Tercera Guerra Mundial y a una posible guerra nuclear que amenaza con borrar a nuestra especie y a su civilización de la superficie del planeta.
Tal es, a día de hoy, el grado de desarrollo alcanzado por la contradicción entre los bloques imperialistas: la colisión, en el tablero de juego de la geopolítica, de los intereses particulares de dos facciones de la burguesía internacional enzarzadas en la lucha por la hegemonía global, por un lado, y la supervivencia de la humanidad, por otro. Este es el contenido de la tan “democrática” y “equilibrada” multipolaridad, defendida por parte del revisionismo, incapaz de imaginar otro mundo más allá de la decadencia de la fase terminal del capitalismo, a cuya fatalidad está dispuesto a condenar al proletariado. Sin embargo, es conveniente recordarnos a nosotros mismos, proletarios de todos los países, que contamos con casi un siglo de experiencia revolucionaria durante el cual nuestra clase no sólo influyó en la realidad internacional, sino que, desde esa plataforma, pudo empujar la historia hacia delante. Durante el Ciclo de Octubre (1917-1989), primer lanzamiento histórico de la Revolución Proletaria Mundial (RPM), el proletariado revolucionario fue capaz de situar la contradicción entre capital y trabajo en el centro de la realidad internacional, como lucha a muerte entre la burguesía reaccionaria y el proyecto emancipatorio de la humanidad, encarnado por el comunismo. Fue esta una época durante la que ese cosmopolitismo, encabezado por Washington, tomó forma y cohesión contra la que era su contraparte irreconciliable: el internacionalismo proletario, apoyado en la defensa innegociable del derecho de las naciones a la autodeterminación como medio de lucha contra todo nacionalismo, por la unión de todos los obreros en el desarrollo de la revolución a escala mundial.
El proletariado no puede confrontar con una perspectiva formulada en términos internacionales, como es la del imperialismo del Tito Sam y la OTAN, sin recuperar su propia forma independiente de pensar internacionalmente. Pero el internacionalismo proletario, viga fundamental del socialismo científico, no surge espontáneamente de las luchas económicas de nuestra clase, limitadas al marco jurídico de cada Estado. Esa perspectiva estratégica, global y totalizadora, sólo nos la puede brindar la ideología revolucionaria: el marxismo-leninismo, empuñada por la vanguardia en fusión social con las masas de la clase, como Partido Comunista. El fin del Ciclo de Octubre significó la derrota del primer ciclo de la RPM y, con ella, el divorcio entre las masas obreras y su vanguardia, la cual vio liquidada la cosmovisión revolucionaria que un día posibilitó a nuestra clase tomar el cielo por asalto para plantar cara al viejo mundo desde la Internacional Comunista, el Partido Comunista Mundial. Para abrir un nuevo ciclo de revoluciones, al proletariado se le presenta como tarea incondicional la reconstitución del Partido de Nuevo Tipo. Esto sólo será posible si la vanguardia afronta primero la recuperación de su cosmovisión mediante el Balance del Ciclo de Octubre y la construcción de estrategas revolucionarios: la reconstitución ideológica del comunismo. Esta es la única línea revolucionaria, por la cual la humanidad puede encarar las lógicas suicidas de la fase superior del capitalismo y la encrucijada a la que nos han traído: la revolución proletaria o la muerte.
¡Viva el internacionalismo proletario!
¡Abajo la OTAN y el Estado Español!
¡Por la reconstitución ideológica y política del comunismo!
Comité por la Reconstitución
10 de marzo de 2023
1 Octavilla repartida con motivo de las movilizaciones del día da clase obreira galega.